Pestañas

12 de enero de 2021

Crónica de una nevada anunciada (I)

 

Miércoles, 6 de enero de 2021, por la noche.

―Dicen que el viernes va a nevar.

―Bueno, es lo normal, estamos en enero, y lo lógico es que caiga algún que otro copo ―respondió Manuel a su mujer mientras leía las últimas noticias en la tablet con el ceño fruncido.

―Creo que en esta ocasión van a ser algo más de unos pocos copos, según dicen los del tiempo ―insistió ella.

―¡Bah! Esos son muy agoreros, con tal de acaparar atención, exageran. Acuérdate de la nevada que avisaron hace unos años, todos acojonados y el ayuntamiento echando sal como locos y luego resulta que ni estuvo nublado siquiera. Ni nieve, ni nada de nada.

Manuel, que ya estaba de mal humor leyendo las noticias, al recordar aquel episodio de nieve fallida se enfadó más aún. Tanta sal en el asfalto le estropeó los neumáticos del coche aparcado en la calle.

―No sé, por si acaso deberíamos hacer mañana la compra, Manolo.

―Que no, mujer, que no va a pasar nada. Al Mercadona nos vamos el viernes, como siempre.

Ana se encogió de hombros y no insistió. Después de diez años de matrimonio sabía que cuando su marido estaba de mal humor lo mejor era no forzar ningún tipo de situación porque se enrocaba y era imposible razonar con él.

―¡Qué barbaridad! Esto es inadmisible, es que no se puede tolerar algo así, ¿cómo pueden pasar estas cosas? Primero la pandemia, ahora esto. ¿Cuándo se van a acabar las desgracias? ―dijo Manuel mientras seguía leyendo las noticias en la tablet.

―Eso digo yo ―apoyó Ana olvidándose de las predicciones meteorológicas―. ¿Dónde vamos a ir a parar? Mucho presumir de democracia, pero mira, han tenido su Tejero a su manera. ¡Qué cosas!

―¿Qué dices de Tejero, Ana? ―preguntó Manuel mirando a su mujer con gesto de extrañeza.

―Lo que ha pasado ―contestó Ana señalando con la barbilla la tablet de su marido― me ha recordado cuando entró la Guardia Civil en el Congreso de los Diputados, el 23F.

―¿Lo que ha pasado? ¿23F? No te sigo.

―Lo que has dicho antes de que era una desgracia y una barbaridad, ¿no te referías al asalto al Capitolio?

―¡No! ¡Qué va! Lo decía porque el Atleti ha sido eliminado de la Copa del Rey por el Cornellá. Este Simeone… ―respondió Manuel tirando la tablet sobre el sillón con gesto airado― Es que no se va una desgracia, cuando nos viene otra.

―No sé por qué te pones así, total, ya deberías estar acostumbrado.

―Me pongo como me pongo porque estoy harto de que siempre se repita la misma historia ―añadió Manuel―. Aprovechando que los cabezones están ya dormidos me voy a preparar un vinito a ver si se me pasa el cabreo. ¿Me acompañas?

―Venga ese vinito; y no llames así a los niños, que no me gusta.

 

Jueves, 7 de enero de 2021.

―¡Nieveeeeee! ¡Mamá! ¡Corre, ven! ¡Está nevando!

Ana se acercó donde estaba uno de los gemelos que, en pijama y con el dedo extendido, señalaba la ventana.

―Sí, Dani, ya lo avisaron, que iba a nevar.

―¿Podemos salir a hacer un muñeco de nieve? Por fa, por fa, mamá ―dijo Santi, el otro gemelo, mientras acudía junto a su hermano.

―Pues como queráis hacer un muñeco de nieve con esos cuatro copos mal contados, vais a tardar un poquito ―contestó Manuel desde el pasillo―. Eso no es nevar ―añadió mientras se iba a la cocina.

Ante la cara de decepción de los niños, Ana suavizó las palabras de su marido.

―Bueno, ahora mismo no nieva mucho, pero si sigue así, puede que esta tarde, si cuaja, podáis jugar con la nieve, o mejor mañana, que es cuando dicen que va a nevar fuerte ―añadió recordando las previsiones del tiempo.

―Pero qué ilusa eres, Ana ―dijo desde la cocina su marido.

―Bueno, un poco de ilusión no viene mal, y los niños… tienen siete años, Manolo. No me seas tan bruto.

Manuel se encogió de hombros mientras terminaba de prepararse un café.

 

Viernes, 8 de enero, por la mañana, sobre las doce.

―Vamos a hacer la compra por la mañana, Manolo. Ya que estamos de vacaciones, podíamos aprovechar para ir ahora.

Manuel, además de seguidor del Atlético de Madrid, también era de costumbres fijas y poco amigo de cambiar rutinas.

―No, vamos por la tarde, como hacemos siempre. ¿Qué pasa? Sigues asustada por lo que dicen del tiempo, ¿no?

―Bueno, ayer cayeron más de cuatro copos ―contraatacó ella algo mosqueada―. De hecho, ha cuajado y todo.

―Sí, y el muñeco de nieve que intentaron hacer estos ―señaló con la barbilla a los gemelos que estaban mirando la tele― consistió en una birria de bola con un pepinillo de nariz. Vamos, Ana, que te crees todo lo que dicen por la tele.

―No sé… Está empezando a nevar otra vez.

―Que no, Ana, que no. Vamos a las cinco de la tarde, como siempre.

Viernes, 8 de enero, por la tarde, sobre las seis

―¡Madre mía, qué manera de nevar!

Manuel miraba asombrado a través del parabrisas de su coche cómo una ventisca propia de otros lugares más al norte y muy alejados de su ciudad, azotaba la calle en la que estaban parados: un autobús urbano había derrapado con la nieve y había golpeado a varios coches aparcados.

―¡Cómo mola! ―dijo Dani desde su sillita en la parte de atrás del auto.

―Ahora sí que se puede hacer un muñeco de nieve ―dijo Santi.

―¿Y si nos damos la vuelta? Esto no me gusta nada ―dijo una temerosa Ana.

―¿Pero no querías hacer la compra?

―¡La quería hacer ayer! ―contestó muy enfadada Ana y harta ya― O esta mañana, pero ahora no. Te dije que iba a nevar, pero, claro, el señorito sabe mucho más que los meteorólogos, porque como se ha graduado en… donde sea que estudian los hombres del tiempo, y entiende de todo y…

―Vale, vale, ya lo he pillado. No hace falta que sigas. Doy la vuelta ―la interrumpió Manuel mientras se disponía a girar en la estrecha calle, una maniobra complicada porque los pocos coches que se atrevían a circular lo hacían muy despacio a causa de la poca visibilidad que proporcionaba la ventisca y por la nieve acumulada en el asfalto.

―Si hay mucha nieve, podemos tirarnos en trineo por la cuesta que hay enfrente de casa ―dijo Santi.

―Sí, y le pedimos al vecino de arriba que nos preste su pekinés para que tire de él y nos damos un paseo ―añadió Manuel riéndose.

―Deja ya de meterte con los niños, haz el favor ―replicó Ana, cada vez más enfadada.

Tras una buena media hora, y eso que estaban a unos pocos cientos de metros de su casa, Manuel consiguió aparcar. Ana tuvo que pelear con los gemelos para que salieran del auto, pues no querían regresar a su casa, preferían quedarse en el parque a disfrutar de una nieve que empezaba acumularse con sorprendente facilidad por todas partes.

―Jo, mamá, déjanos un ratito, por fa, por fa ―insistieron a coro los niños.

―Vale, pero solo un rato, está haciendo mucho frío.

Se encaminaron al parque aledaño a su casa y allí se pusieron a jugar, no solo los niños, Ana y Manuel también disfrutaron tirándose bolas de nieve.

―Mamá, ¿puedo ponerme la mascarilla en los ojos? Es que con tanto aire se me mete la nieve y no veo nada ―dijo Dani mientras con las manos enguantadas intentaba sacudirse la nieve de la cara.

―No, la mascarilla es para taparte la boca y la nariz, ya te lo he repetido muchas veces.

―Pero si ya las tengo tapadas con la bufanda…

―¡Ponte la mascarilla como se debe poner!

―Vaaale ―aceptó el niño mientras regresaba junto a su hermano a terminar el muñeco de nieve que esta vez sí que era de buenas dimensiones. La nieve acumulada era mucha.

Ana y Manuel fueron paseando hasta un extremo del parque desde el que se tenía una buena panorámica al estar situado en un altozano. Mientras caminaban, la nieve amortiguaba sus pasos y el cielo encapotado tenía una luz especial. Un silencio extraño impregnaba el ambiente con un halo de irrealidad.

―¿Has visto? ¡La M-30 está llena de nieve! ―exclamó Ana sorprendida―. Nunca había visto algo así. La nevada de hace unos años cubrió las aceras y los jardines, pero las carreteras no.

―La verdad es que es alucinante. ¡Quién lo iba a decir!

―Los del tiempo. Ya lo avisaron ―replicó Ana que era tan cabezota como su marido―. ¿Y esos coches qué hacen ahí parados?

―Se habrán detenido para mirar el paisaje ―contestó Manuel con el ceño fruncido.

―¿En mitad de la autovía? ¡Qué raro! Es una temeridad, pararse ahí, en medio.

Mientras miraban cómo cada vez la circulación por la vía era más lenta, pudieron ver a lo lejos las luces parpadeantes de varios coches policiales, así como las sirenas de los bomberos.

―Vámonos a casa, Manolo. Esto no me gusta.

―Que no, mujer, que no pasa nada. Es que aquí no sabemos conducir cuando hay condiciones extremas, simplemente es una nevada un poco más fuerte de lo habitual y ya está. No te asustes.

En ese momento se oyó crujir una rama; el peso de la nieve empezaba a ser mucho y un árbol estaba inclinándose peligrosamente.

―Quizás sí sea buena idea irnos a casita ―rectificó Manuel mientras iba a recoger a los gemelos.

Mientras se encaminaban a su casa, Manuel y Ana comprobaron asombrados la transformación que se había dado en los alrededores y en pocos minutos. Las calles estaban completamente cubiertas de nieve, los coches aparcados apenas se veían parcialmente tapados por un manto blanco, dos autobuses urbanos se encontraban varados en medio de la calzada mientras un todoterreno de asistencia de los servicios municipales intentaba inútilmente remolcar uno de ellos.

Cuando llegaron hasta su edificio, los propios gemelos parecían muñecos de nieve pues estaban cubiertos de copos blancos; los pies se hundían hasta los tobillos en el manto que hacía solo un par de horas no tenía más de cuatro o cinco centímetros de espesor.

Antes de entrar en el portal, Ana dijo en un susurro:

―Esto no me gusta nada.

Continuará…






19 comentarios:

  1. ¡Hola, Paloma! Es que llevamos un año y pico que... De hecho, en su momento, a modo de broma, me planteé el marzo pasado si todo esto tenía que ver con la exhumación de Franco a finales de octubre de 2019 echando un poco la vista a la maldición de los faraones cuando eran molestados en su tumba. Recuerdo que desde entonces padecimos la borrasca Gloria, ahora la Filomena, ya ni menciono la pandemia, los incendios en Australia, una plaga de langostas en África y creo que hasta hubo antes de la pandemia algún movimiento sísmico en España... Total, que te aseguro que empiezo a no ver con malos ojos que lo vuelvan a enterrar en el Valle de los Caídos, solo por si acaso... Un abrazo y a seguir aguantado!!

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    1. Yo no sé si desenterrar a la momia esa tuvo consecuencias y ahora las estamos pagando, pero esto no es normal. Como ya he comentado en otras RRSS, yo ya no quiero vivir más momentos históricos, estoy añorando mucho la vida anodina y rutinaria, quiero ser corriente y moliente y dejarme ya de tanto sobresalto, que ya está bien.
      Resulta que la última pandemia grave antes que esta, fue la de la gripe española, hace cien años; la última vez que en Madrid nevó con esta intensidad fue también hace más de un siglo, en 1914; temperaturas tan bajas como las de hoy (en mi barrio a las ocho de la mañana había trece grados bajo cero, que se dice pronto) no se daban desde hace más de cincuenta años... Jobar, ya vale.
      Mi marido no hace más que decirle a nuestra hija que esto se lo podrá contar a sus nietos como algo excepcional, y yo le digo que vaya sacando papel y lápiz para hacerse una lista porque lo mismo, como son tantas cosas, alguna se le olvida.
      Un abrazo, David.

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  2. La verdad es que estábamos deseando dejar atrás el 2020 y quien nos iba a decir que empezaríamos así Enero y lo que nos queda, porque los augurios no son buenos, aunque yo la esperanza no la pierdo que todo cambié según vayamos avanzando, una que intenta ser optimista, si no lo llevo fatal y va a ser que no, de modo que esperemos que lo mal que hemos empezado, entre pandemia, Asalto al Capitolio y nieve creo que ya vamos bien servidos y que no pase nada más por favor, uf, que añito si no nos espera.
    Tu relato me ha gustado mucho, sobre todo porque ha pasado eso, mucho confiar mucho confiar en que no va a ser nada cuatro copitos de nada, y la que os ha liado Filomena, solo basto ver tus fotos y las que se han ido publicando para ver lo que ha ocurrido, eso si, no acabo nunca de entender porque a todos los gobiernos tanto al Central como el Autonómico les pilla siempre desprevenidos y se lía la que se lía, si es que en todo siempre lo hacen mal en todo y creo que Brasero (meteorólogo de Antena 3) ya aviso de que podía nevar fuerte pues nada, ay madre, España no es original en nada si no todo lo contrarío y lo que nos queda por ver, porque según la Viróloga del CSIC en verano solo estará vacunado el 3% de la población, la llevamos clara pero muy clara si eso es cierto.
    Espero con ilusión ese continuará.
    Besotes y mucho ánimo con Filomena, lo peor ahora el hielo.

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    1. Yo también tenía muchas esperanzas en el 2021, pero de momento no se están cumpliendo, todo lo contrario. Hemos empezado el año fatal, de hecho, a mí ahora me preocupa la falta de alimentos, tengo algunas cosas congeladas y legumbres, pero la leche y la fruta ya se me ha acabado. Nunca pensé que tendría que racionar algunas cosas, pero el caso es que así estamos.
      Sé que muchos pueblos de montaña se quedan aislados durante varias semanas y aguantan recibiendo ayuda de los militares o de la Guardia Civil, pero ahora estamos hablando de millones de personas que no pueden moverse ni recibir alimentos, es algo inaudito y creo que ahí, sí que tienen mucha responsabilidad las autoridades. Yo no he cogido el coche y no me he quedado tirada por ahí para que luego me tuvieran que rescatar, yo cumplí con mi parte de sensatez, pero que no lleguen los suministros a mi zona porque las calles están intransitables para los camiones, eso es responsabilidad de la administración.
      En fin, ya veremos cómo salimos de esta.
      Un besote.

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    2. Ah, y del ritmo de la vacunación ya hablaremos otro día. Lamentable.

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  3. Me ha encantado tu relato. Y me encanta que vaya a continuar.
    Recuerdo que hace años hubo una terrible nevada y no fue anunciada. Imagino que no se esperaba algo tan fuerte y se minimizaron los riesgos. No me canso de decir que las previsiones meteorológicas son difíciles y a veces todo sale por peteneras y pasa lo que menos se podía uno esperar. Por supuesto todo el mundo puso a parir a los responsables del tiempo, del tráfico y de todo lo que era susceptible de ser culpado.
    Esta vez se avisó y aún así hubo gente que, como tú personaje, hizo caso omiso. A ver a quien culpan ahora.
    Se avisó de más. En León la aemet anunciaba nieve durante todo el sábado y no hemos visto ni un copito pequeño.
    Bueno me he enrollado, pero es que me da mucha rabia la gente que siempre culpa de todo a los demás y no se responsabiliza de nada.
    Un beso.

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    1. Sé que mucha gente no hizo mucho caso de las previsiones, yo misma no me las creí, sí es cierto que tenía muy claro que el sábado no iba a salir antes de ver la que se había organizado, pero nunca pensé que iba a ser para tanto. He perdido la cuenta de las veces que nos han avisado de nevadas y luego ni siquiera había nubes. Creo que tanto avisar que llega el lobo hizo que, como el pastor del cuento, cuando vino de verdad no le hicimos caso.
      Lo que no avisaron fue que nos iban a dejar abandonados a muchos madrileños, mucha UME y mucho operario limpiando, pero en mi zona la cosa sigue igual que el sábado: calles llenas de nieve (ahora, algunas con nieve helada), árboles rotos por todas partes y sin posibilidad de que los suministros lleguen, y el alcalde diciendo que hasta finales de semana o principios de la que viene, no se conseguirá un funcionamiento medio normal. Yo no tengo comida para tanto tiempo, así que mañana me iré "por ahí" a ver dónde puedo comprar comida. Esto es como un mal sueño.
      Un besote.

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  4. Muy bueno el relato. La verdad es que yo ya estoy empezando a estar un poco cansada de la nievecita dichosa. Y mira que me gustaba al principio, cuando empezó a caer, pero luego...¡ha sido demasiado! y no estamos preparados para ello. Y ahora ha venido el hielo, que también está haciendo de las suyas. ¡En fin, que a ver si se pasa de una este temporal! que con el coronavirus ya teníamos bastante.
    Estoy deseando ver como acaba la historia.
    Besitos y abrígate mucho que vienen días muy fríos.

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    1. Hola, Rita.
      El viernes por la tarde a mí me encantaba verlo todo nevado, incluso salí al parque, como hizo Ana, a jugar con la nieve. Al igual que ella, yo también vi coches tirados en la M30 y ahí empecé a mosquearme porque nunca había visto que la nieve afectara a esa autovía (recuerdo muchas nevadas del pasado bastantes copiosas pero ninguna como esta ni siquiera el viernes, que aún no había llegado lo peor).
      El sábado, después de ver cómo estaba todo, lo de la nieve dejó de gustarme para dejar paso a la preocupación. Lo que veía desde mi ventana me daba muy mala espina.
      Hoy, martes, estoy empezando a desesperarme porque no se puede salir de la zona, no limpian las calzadas y los camiones de reparto no llegan; caminar unos cientos de metros es una tarea titánica y peligrosa, y encima los alimentos empiezan a acabarse y las tiendas no tienen ya nada. En fin, todo lo iré contando a través de Ana y Manolo en la próxima entrada.
      Ah. y lo de despertarse y ver que el termómetro de fuera marca trece grados bajo cero... eso ya fue la guinda del pastel. Qué pesadilla.
      Un besote (abrigado y con la calefacción a tope).

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  5. un relato muy entretenido y muy real. Mi mujer y yo también habiendo podido ir al super el viernes por la mañana decidimos dejarlo para otro día y luego resultó que al llegar a casa ya empezada la nevada nos dimos cuenta de que quedaban sólo dos litros de leche y de galletas apenas uno. Total que huno que imponer el racionamiento a fin de que esos dos litros de leche nos permitiesen llegar hasta cuando se pudiese ir hasta algún súper, lo que pudimos hacer con dificultades ayer. Pero el Súper parecía de los de los Países del Socialismo Real, o sea, los expositores vacíos o con casi nada. Afortunadamente leche quedaban cinco o seis packs y galletas había alguna de las malorras, pero algo es algo.
    Ya te digo, Paloma, muy auténtico tu relato. Y muy bueno.
    Besos

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    1. Evidentemente, ni yo me llamo Ana, ni mi marido se llama Manolo, ni tengo gemelos, pero te aseguro que todo lo que cuento ha pasado, puede que por eso parece tan real.
      Parte de lo que cuento me ha pasado a mí, y otras cosas a gente allegada. Lo de ir a la compra le pasó a una amiga que vive al lado de mi casa, pero a mí me ocurrió algo similar a ti, quería ir el viernes pronto pero lo dejamos para después de la tormenta, creyendo que "después" sería el lunes, pero estamos a martes y aún no podemos salir del barrio y, lo que es peor, las tiendas ya no tienen género y aún no llegan los suministros porque por mi zona las quitanieves no han aparecido (tan solo un par de excavadoras que vinieron el domingo para que los buses varados pudieran salir y nada más).
      Hoy nos terminamos el último litro de leche y, tras recorrer como un zombi los alrededores de mi casa, encontré en un chino leche desnatada y sin lactosa, mañana la probaré, pero eso debe ser como beber agua. He visto por una web del ayuntamiento que a un kilómetro de mi casa hay una calle ya limpia y ahí hay un supermercado, así que, supongo, ahí sí habrá cosas porque los camiones del reparto pueden llegar. Ya veremos. Esto parece una distopía, pero es real. Lo contaré a través de mi alter ego, Ana, ja, ja, ja.
      Un besote.

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  6. Debo confesar que yo soy un poco como Manuel en cuanto a incrédulo ante las previsiones meteorológicas y me baso en la experiencia personal. A los hombres y mujeres del tiempo parece que les encanta dar malas noticias. Se aburren con los anticiclones y prefieren las borrascas, y no digamos las ciclogénesis explosivas, je,je. Pero no llego a ser tan cabezón como tu protagonista, por fortuna para mi mujer. Ella es muy miedica y yo más bien prudente y cuando las advertencias se repiten prefiero seguir los consejos que pasarme de listo y luego pagar el pato.
    En Barcelona no nieva, o nieva muy esporádicamente (solo recuerdo la gran nevada de 1962 que tanbién nos dejó aislados) y, hace unos días, en TV3 advirtieron que la nieve podía alcanzar cotas muy bajas, incluso a nivel del mar. No lo creí y tuve la razón. Solo el Tibidabo, la montaña que domina la ciudad, apareció teñida de blanco, nada más. Pero si hubiera visto nevar como en Madrid, mi negacionismo se habría esfumado en un periquete.
    A los críos (y no tan críos) les encanta jugar con la nieve, pero lo peor viene cuando esa nieve blanda se convierte en bloques de hielo. Y no quiero ser aguafiestas, pero cuando la nieve de las montañas se funda, lo de "año de nieves, año de bienes" no sé si será tal cual, pues los ríos no tendrán la capacidad necesaria para soportar todo el deshielo y entonces sufriremos inundaciones que, cómo no, también nos pillarán desprevenidos.
    Has hecho un retrato pintoresco y humorístico de la nevada madrileña, aunque no dudo en que esa parodia tiene una grandísima parte de realismo.
    Un beso.

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    1. Yo tampoco me lo creí mucho, la verdad. Sí que pensé que llegaría a caer algo, pero cuando anunciaban medio metro de nieve, yo me dije "ya será menos", pero no, medio metro ha caído. Aún no me lo creo.
      Lo peor es, como tú comentas, lo de después. Al principio mola mucho, que si batallas con bolas de nieve, que si hacer muñecos o incluso tirarse en "trineo" (llamar trineo a una bandeja de plástico, es más que un eufemismo), pero ahora estamos viviendo la cara más amarga del temporal. No se puede uno mover, algo que beneficia a la pandemia, pero que tampoco se pueda llegar a las tiendas de alimentación, eso ya es más grave, o que si llegas te da igual porque están vacías.
      Ya iré contando cómo vivo esta borrasca a través de Ana, porque te aseguro que todo está basado en hechos reales; si no todos los hechos me han ocurrido a mí, sí a otros amigos o a vecinos.
      Lo de qué pasará cuando la nieve de la montaña se derrita ni me lo he planteado, espero que la mayor parte del agua vaya al mogollón de embalses que se hicieron a los pies de lo que los madrileños llamamos "la Sierra", de lo contrario, yo estoy por ir a una santera a que me quite el mal de ojo.
      Un besote, Josep Mª.

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  7. Te estás aficionando a las crónicas con tanto suceso inacabable que se nos echa encima. Como dice un chiste de esos tan graciosos de los que circula por Internet: dentro de unos meses encontraremos una mascarilla en el bolsillo y nos acordaremos del tiempo de la pandemia con nostalgia. Seguidamente cogeremos la mochila, la máscara de gas y el subfusil y saldremos a la calle para matar zombies.
    Esto es un sin vivir que llaman.
    Un beso.

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    1. Mira, yo ya ni me atrevo a hacer chistes con esto porque luego se hacen realidad. El sábado al mediodía salí con mi marido y mi hija a ver los alrededores de mi casa, no me podía creer lo que veía: coches completamente tapados por la nieve, las carreteras desaparecidas (no se veía ni acera ni calzada), un montón de autobuses varados, y la gente caminando como alelada viendo lo que había pasado. Entonces, mi marido y yo empezamos a bromear que ya solo faltaban zombies intentando comerse al personal para hacer el decorado de una película apocalíptica, ja, ja, ji, ji.
      Pues mira, zombies no hay (al menos yo no he visto ninguno), pero gente buscando comida porque no llegan los suministros a las tiendas, sí que hay unos cuantos. Así que yo, ya no aventuro nada, por si las moscas.
      Un besote, Javier, y cuídate mucho.

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  8. Muy entretenido el relato Paloma y más sabiendo la realidad de esa nevada extraordinaria y sus efectos, que se está alargando más de lo necesario por la ineptitud de ¡cómo no! Los políticos que de nuevo le piden a la ciudadanía que haga su trabajo.
    También en mi caso en más de una ocasión he dudado de esas noticias alarmistas de los meteorólogos pero supongo que es mejor pasarse de exagerados y que no pase nada, a no decirlo y que se arme un tinglado monumental. Esto nos pasó hace unos años por aquí y la gente estuvo horas encerrada en sus coches, sin alimentos, con niños... fue terrible y aunque algo se nos había avisado, no se hizo demasiado caso. Después han llegado otras ocasiones en que la nevadita o no ha llegado o ha sido de risa, pero es mejor curarse en salud. Molesta Pero que los servicios no estén preparados para poder dar respuesta, no se pongan todos los medios (y más) para que la gente pueda moverse, lleguen los suministros y se pueda recuperar la cotidianidad lo más rápido posible. Cuando los políticos sí hacen su trabajo (algo a lo que por desgracia no estamos muy acostumbrados) y se olvidan de ellos mismos, casi ni siquiera es necesario pedirle a la ciudadanía que ayude porque ya se hace, el problema es que una vez más se demuestra que tenemos responsables políticos incompetentes, que no saben hacer su trabajo y así nos va.
    Besos y a cuidarse

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    1. Hola, Conxita.
      He comentado en más de una ocasión, que todos estos problemas tienen su raíz en que los gobernantes están más interesados en hacer política que en gobernar, de hecho, casi todos están preparados para lo primero, pero no para lo segundo. Saben cómo atacar al contrario, cómo sacar rédito en forma de votos por su forma de arengar o de criticar, pero cuando viene un problema serio como puede ser la pandemia, o esta nevada catastrófica, se ven impotentes por su propia ineptitud. Y quien paga los platos rotos de esa falta de preparación son los ciudadanos.
      Los destrozos causados por Filomena son gravísimos (es deprimente ver cómo han quedado los parques), pero la gestión de esta crisis es deficiente desde sus inicios. Entiendo que la cantidad de nieve acumulada es muy grande, pero esperar a ponerse manos a la obra hasta que parara de nevar fue un despropósito, porque luego el trabajo fue aún mayor.
      Es, hasta cierto punto, comprensible que la población no se creyera mucho lo que nos avisaron los meteorólogos, pero no es de recibo que los organismos competentes pasaran del tema, ellos tenían que haber tomado medidas antes y se habría paliado algo los efectos finales.
      El colmo ha sido la insistencia de los gobernantes en recordarnos a los ciudadanos nuestras obligaciones, como lo de limpiar nuestras aceras, pero en cambio ellos se olvidan muy fácilmente de sus responsabilidades. Es indignante. Por cierto, que resulta que según una resolución del TSJM el ciudadano no tiene obligación de limpiar su trozo de acera, así que...
      Este tema a mí ya me tiene agotada, han pasado más de diez días y se ha arreglado lo justo tirando a muy poco. Los accesos a muchas calles están impracticables y el día a día es demasiado complicado, como si no tuviéramos ya suficiente con la pandemia, ahora esto. Yo creo que estoy llegando al límite de mi aguante.
      En fin, llegaré hasta donde pueda.
      Un besote, guapa.

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  9. Hola, Paloma.
    Uno ya no sabe lo que va a pasar mañana, de verdad que con el panorama que llevamos, cualquier cosa es posible, y a cada cual, peor.
    Muy buen relato, con unos personajes muy definidos, Manuel por ejemplo me ha sacado de quicio, y literal, qué hombre, buf. Y supongo que de eso se trataba, de que el tipo no cayera lo que se dice bien, ja, ja, ja.
    Me ha gustado mucho, espero leer la continuación.
    Un beso.

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    1. Hola, Irene.
      Creo que Manuel encarna al listillo ese que abunda tanto, y que tanto se ha notado desde que empezó la pandemia; es el típico tío que se cree que sabe más que nadie, y que ningún técnico le va a dar lecciones de nada. Luego viene la realidad y le demuestra cuán equivocado estaba, pero a veces ya es demasiado tarde.
      Yo ya no sé qué mas nos puede venir, de verdad te lo digo. Para hoy pronostican lluvia, algo que podría solucionar en parte los problemas por el acúmulo de nieve, pero también están diciendo que pueden darse riadas porque muchas alcantarillas están taponadas por la nieve y por restos de ramas y otros sedimentos. De verdad, esto es un sinvivir. Ya solo nos falta que nos caiga un meteorito, y esto no lo digo muy alto que lo mismo acaba sucediendo, por muy improbable que pueda parecer, visto lo visto...
      Ando muy liada con los exámenes de enero (no veas qué follón para organizar los grupos y cumplir las normas Covid), pero a ver si esta tarde o mañana publico la segunda parte.
      Un besote grande.

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