Por favor, identifíquese.
Los asiduos a
este blog sabéis que tuve una sección hace un par de años donde, a modo de
terapia de desintoxicación, liberaba tensiones mientras redactaba mi Tesis Doctoral.
Aquella sección se llamaba “Doctoranda al borde de un ataque de nervios”.
Una vez
concluido el proceso de doctorarme, y dado que dejé de ser doctoranda para
convertirme en doctora, esa sección terminó, como no podía ser de otra manera.
Pero nunca digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre, porque
yo, como algunos toreros que se habían cortado la coleta, vuelvo a los ruedos
de aquella sección.
“Doctoranda al borde de un ataque de nervios”
regresa, pero que no cunda el pánico porque lo hace en forma de una única
publicación, es una Edición Especial.
Esta edición
extraordinaria no sé cómo calificarla, secuela, apéndice o qué. Quizás la
expresión más adecuada sea “déjà vu”. Y es que de nuevo me he sentido igual que
cuando escribía aquellas publicaciones: he vuelto a perder las ganas de vivir.
El nerviosismo, la histeria, el desasosiego y la neurosis que me invadieron
durante aquellos meses, han regresado otra vez y esta situación está
directamente relacionada con aquel doctorado.
Esas
sensaciones han regresado porque he tramitado mi expediente académico para
acreditarme como profesora universitaria en ANECA, un organismo autónomo del
Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. Este organismo se dedica a
evaluar la capacitación de quienes quieren impartir docencia en la Universidad.
ANECA es el acrónimo de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la
Acreditación, aunque para mí es el sinónimo de martirio chino.
Ya he dado
clases con anterioridad y nunca hubo que lamentar desgracias personales —tan
solo una cabezada por parte de un alumno que a punto estuvo de golpearse con el
pupitre— así que creo que he demostrado que puedo impartir docencia. Pero
quiero hacerlo de manera permanente y con un contrato fijo, así que a
acreditarse toca.
He de reconocer
que, previamente a este paso y cuando anuncié a algunos colegas lo que iba a
hacer, ya me avisaron que el proceso sería tortuoso y difícil. Tendría que
haberme alarmado especialmente cuando una compañera a la que le caracteriza una
paciencia infinita y que nunca pierde la compostura, me dijo:
—¿Te vas a
acreditar en ANECA? ¡Madre mía! Cuando lo hice yo creí que me daba algo. Fue
espantoso, me puse de los nervios.
Que te diga
alguien que es muy tranquilo que se ha puesto de los nervios no augura nada
bueno. Pero yo, insensata e inconsciente, no hice caso de la advertencia y así
me fue.
Los
procedimientos burocráticos siempre son engorrosos, todo el mundo alguna vez ha
tenido que hacer algún trámite y sabe de lo que hablo. Pero si a esto se le
añade mi “amistad” con el simpático de Murphy, ya sabéis, el de la ley de ídem,
la tragedia está asegurada.
Durante varios
meses me dediqué a introducir mi currículum en la web habilitada para inscribirse
y optar al visto bueno de los acreditadores. El proceso fue largo y laborioso
pues cada mérito había que registrarlo con todo lujo de detalles. Recabar toda
la información que se me pedía fue arduo y me llevó mucho tiempo.
Por ejemplo,
para reseñar que había dado una ponencia en un congreso tenía que informar del
lugar, del día, de la hora, de la duración de la exposición oral, de la página
de la publicación de dicha ponencia, de la ciudad donde se realizó la edición
del libro resultante con todas las intervenciones y su ISBN correspondiente.
Esos eran los campos obligatorios, luego había una sección titulada “Otros
datos” y ahí estuve a punto de poner el número de toses escuchadas mientras
disertaba en público o las veces que tomé aire antes de seguir hablando, porque
después de todo lo que se me había pedido no se me ocurría qué más podía
añadir.
Uno de los
méritos más importantes a la hora de capacitar a un profesor universitario es el número de publicaciones científicas. A este respecto una servidora está, hablando en
términos futboleros, en la Primera División pero de colista, casi a punto de
bajar a Segunda. Con solo once artículos publicados no gano la Liga ni de coña,
ni juego campeonatos de postín, pero me codeo con algunos grandes de vez en
cuando. El caso es que mientras añadía mis datos en la web del ministerio, un nuevo
artículo mío fue aceptado por una buena revista norteamericana. Incluir esa
publicación en el currículum supondría un puntazo en cuanto a méritos y me
haría subir algunos puestos, así que decidí esperar a que el artículo saliera a
la luz para añadirlo.
Desde que una
editorial acepta un artículo hasta que se ve editado definitivamente no suelen
pasar más de uno o dos meses. En este caso, y gracias a mi amigo Murphy, mi
artículo guay tardó casi medio año. El motivo no lo sé, cosas de los editores y
sus plazos de impresión. Mientras yo me mordía las uñas esperando la publicación
de mi artículo, ANECA y el currículum se vieron aparcados. Incluso llegué a
pensar que la revista se lo había pensado dos veces y había decidido no
publicarme finalmente. Por fortuna, no fue así.
Pero mientras
yo esperaba, Murphy no estuvo ocioso, porque en el ínterin el ministerio había cambiado
la aplicación donde había introducido mis datos y cuando fui a añadir ese
artículo a mi currículum, y debido a la actualización de la web, me dio error.
No podía acceder a mi expediente.
Fue aquí cuando
inicié un penoso y largo recorrido con una cadena de numerosos correos
electrónicos. Desde todas las instancias a las que recurrí los mensajes eran de
apoyo y tranquilidad. Que no me preocupara, que era una incidencia informática,
que a veces se dan errores, que patatín que patatán… Pero cada vez que yo
intentaba acceder a mi cuenta me salía el mismo mensaje:
Usuario no
registrado
Después de
mucho bregar y preguntar y volver a preguntar di con el problema. Con la nueva
actualización debía registrarme con un nivel superior de accesibilidad y eso
requería otra tanda de trámites entre los que se encontraban pedir una clave
digital. Para los que no habéis tenido que realizar algo parecido —dichosos
vosotros— os contaré que es un galimatías de la leche pues hay diferentes
opciones. Hay una clave pin que solo da acceso unas horas, hay una clave
permanente, hay certificado digital y también hay una firma en la nube; esta
última me gustó mucho, por lo poético y porque, en mi delirio burocrático, me
vi firmando rodeada de angelitos celestiales.
Tras devanarme
los sesos, pues no sabía qué modalidad elegir, me decanté por una clave
permanente después de utilizar el riguroso método de selección del Pinto Pinto
Gorgorito. Dicha clave tuve que solicitarla vía internet aunque el código de
autentificación me lo enviaban por correo normal —el del cartero y el buzón—.
Tras esperar varios días y cuando ya tuve entre mis manos el dichoso código
volví a intentarlo y conseguí acceder. ¡Bien!
Había cantado
victoria antes de tiempo, porque accedí pero no conseguía introducir más datos.
Pinché con el ratón en todas las pestañas que se me pusieron a tiro pero no
sirvió de nada.
Volví a recurrir
a las instancias del ministerio y estas me enviaron enlaces con instrucciones
que no me sirvieron de nada, básicamente porque no entendía un pimiento. Fue en
este paso donde me deprimí mucho: era incapaz de comprender el lenguaje
administrativo ministerial.
Para animarme
(infructuosamente) yo me decía a mí misma:
—Vamos a ver,
hija mía. Has realizado una Tesis Doctoral y has leído a Góngora, ¿no vas a ser
capaz de desentrañar las instrucciones de un manual para usuarios de la sede
electrónica del Estado?
Por lo visto,
resultó que no.
Desesperada acudí
a un departamento del ministerio donde me humillé y pedí ayuda por caridad. Ahí
se apiadaron de mí —los funcionarios también tienen su corazoncito— y me
enviaron un PDF con instrucciones más detalladas donde aparecían las imágenes
de las pantallas que debería ver en mi navegación por la sede y con flechas que
indicaban dónde picar con el ratón. Se trataba de un manual para torpes y que,
supongo, tienen reservado para casos extremos de ineptitud como el mío.
Una vez
recuperado mi expediente y cuando conseguí que se volcaran los datos
introducidos de la aplicación antigua a la nueva, Murphy volvió a aparecer en
forma de mensaje de error.
¡Atención, error!
El campo ‘apellido 2’ no coincide con los datos registrados en el DNI
Mi
segundo apellido, Rodríguez, en la aplicación antigua estaba sin tilde en la
“i”. Sé escribir mi nombre y dos apellidos sin faltas de ortografía pero la
antigua aplicación tenía una característica que consistía en que pusieras lo
que pusieras, al validar lo transformaba todo en mayúsculas y se merendaba los
acentos.
Ante esta
eventualidad no me preocupé pues me dije:
—No pasa
naaaada. Lo cambio y ya está.
A veces, a
pesar de lo vapuleada que estoy, puedo ser muy ingenua. De cambiar nada, las
casillas del nombre y los apellidos estaban bloqueadas y no se podían
modificar.
¡Pues qué bien!
Tras renegar en varios idiomas y tirarme de los pelos, decidí procrastinar. Me
salí de la web y lo dejé para otro día mientras pensaba a quién podría darle la
lata con este nuevo impedimento. Barajé la posibilidad de recurrir al Defensor
del Pueblo o llamar al teléfono de la Esperanza.
Al día
siguiente, y tras persignarme, me introduje en la sede electrónica y, no sé si
por intercesión de los duendes informáticos o porque rezar sirve para algo a
fin de cuentas, mi Rodríguez aparecía con el acento puesto y el error ya no
estaba. Cosas de la cibernética.
Cuando por fin completé
mi currículum añadiendo toda la información que se me pedía di por terminada la
primera fase de mi calvario burocrático particular.
Ya solo quedaba
enviar toda la documentación; el paso final. Y, cómo no, Murphy vino a verme —qué
pesado es este tío, de verdad—. La clave permanente que tenía para visitar la
sede electrónica no tenía el nivel de acreditación adecuado para entregar mis
datos. Debía acudir presencialmente a una oficina de la Seguridad Social a
enseñarles la jeta con mi DNI y así
saber que era yo quien decía ser yo. De nuevo, solicité vía online cita para que me atendieran y
acudí a una de las oficinas de atención al ciudadano con el DNI en la boca para
identificarme. Por si acaso, y en previsión de contratiempos, me llevé también
el libro de familia, el testamento de mi madre y un álbum con fotos familiares
en las que aparezco en diferentes fases de mi vida, desde mi bautizo hasta las
últimas vacaciones con unos primos míos en Galicia.
Una vez acreditada
mi identidad y con otro código de activación me fui a mi casa a ver si ya
terminaba de una puñetera vez con el trámite de marras.
Delante del
ordenador y con evidentes signos de ansiedad me dispuse a finiquitar el
papeleo virtual. Aún tuve que introducir diferentes números de seguridad que se me iban
enviando a mi móvil vía SMS y dependiendo de los pasos que iba realizando en la
web. Cada pantalla que conseguía pasar era un escollo superado que me acercaba
más a mi meta. Cuando llegué a la última pantalla donde aparecía un icono con la
palabra “Firmar”, y le di con el ratón juro que tenía una taquicardia
importante. Con el alma en vilo y conteniendo la respiración esperé la
respuesta del ministerio al envío de datos que había realizado. Aquellos segundos
en que la web me mantuvo en espera se me hicieron eternos. Al final, apareció
un mensaje en la pantalla de mi ordenador:
Solicitud
registrada con éxito
En ese momento
me levanté de la silla con los dos brazos en alto y empecé a dar botes por toda
la habitación. Mi marido que había asistido a estos últimos momentos del parto
burocrático como buen sufridor —ya se lo dijo el cura cuando nos casamos, para
lo bueno y para lo malo— también comenzó a vitorear y mi hija se unió a la
fiesta. Ni los goles del Madrid en la Champions han sido tan celebrados en mi
hogar. Si no salí al balcón a tocar la vuvuzela fue porque no tengo una.
Una vez pasada la prueba ando noqueada; todos
los contratiempos sufridos me están pasando factura en forma de suspicacia.
Además, tantas preguntas como tuve que contestar me han convertido en una
paranoica de la información personal y estoy registrando compulsivamente datos
de toda índole: el número de escalones que hay en mi edificio, el tiempo que
tarda el ascensor en llegar a mi planta, la frecuencia con que el jardinero riega el césped de la propiedad, cuántas veces me asomo a la ventana y muchas más
cosas. Ya llevo tres libretas, me las estoy guardando por si en un futuro la Administración
me requiere alguno de esos datos.
De todas
formas, voy a bucear en la red a ver dónde puede ser útil alguna de las cosas
que he anotado. Tengo ganas de contarle a alguien con qué frecuencia voy al
baño.
Madre mía, Kirke, ¡qué Odisea! Ni el bueno de Ulises las pasó tan canutas hasta llegar a Ítaca (con tilde en la "i", por si acaso el sistema no lo reconozca y me suspendan en Historia).
ResponderEliminarMe pregunto si la mitad de los altos cargos de la administración sabrían rellenar uno solo de los cuestionarios que ellos mismos exigen al ciudadano medio. Ya te digo yo que no. Para eso ya tienen a "subalternos", para que les hagan el trabajo sucio. Ni siquiera un ministro sabría seguir los pasos correctamente sin pedir ayuda a uno cualquiera de sus trescientos cincuenta asesores. O más.
Pero claro, tener poder tiene estas ventajas: que puedes exigir a los demás la leche en polvo, mientras que a ti te la sirven en bandeja de plata. Y con genuflexión incluida. Y no te besan la mano porque eso es privilegio de los curas y los jefes de la mafia, que si no... Uhm, curas y mafia. Extraña coincidencia.
En fin, bien está lo que bien acaba. ¿O no? Por cierto, yo también tengo un Murphy por ahí empeñado en "alegrarme el día", así en plan Harry el Sucio. Igual es primo hermano por parte de madre del tuyo.
Un abrazo, Kirke. : )
Hola, Pedro.
EliminarLos altos cargos de la Administración seguramente no sepan ni que existe la burocracia porque nunca han tenido que recurrir a ella, como son puestos de libre designación (el eufemismo para decir 'a dedo') no han necesitado presentar su expediente en ninguna instancia ni han tenido que realizar ningún trámite. Siempre ha habido gente con suerte.
Murphy no se me despega de la chepa ni con agua caliente, es muy pesado. Creo que tiene el don de la ubicuidad y así puede hacerle la puñeta a más de uno a la vez.
Gracias por tu empatía con mis desventuras burocráticas.
Un abrazo.
Jajajaja lo siento Paloma pero no he podido dejar de reírme con tu aventura para la acreditación.
ResponderEliminarEstoy contigo que es una carrera de obstáculos sin fin, que hay momentos que roza el ridículo y que uno se pregunta si lo están sometiendo a alguna prueba para ganarse el cielo (si existe). Es más estoy convencida que se busca que el usuario se canse y abandone aunque quiero ser positiva y pensar que hay cosas que están cambiando y mejorando y que llegará un día que no sea tan complicado hacer cualquier trámite.
De hecho creo que la incorporación de transparencia, los datos abiertos y unos ciudadanos que cada vez sabemos más lo qué queremos y cómo lo queremos, la administración deberá mejorar y mucho. Lo está haciendo pero aún muy lentamente aunque también es cierto que hay ámbitos en los que se va más lentamente y con la universidad has topado.
Besotes guapa
Hola, Conxita.
EliminarYo también creo que están cambiando muchas cosas en la Administración y, en general, para bien. El problema es que hay muchas secciones con subsecciones que a su vez tienen otras secciones, y ahí es donde se lía todo. Conciliar todos los departamentos para que muestren una información unificada supongo es complicado. Por ejemplo, a mí me despistaba mucho que empezara a rellenar algo en una web donde ponía que era del Ministerio de Ciencia y tras varios "intros" me saliera una de la Agencia Tributaria, lo primero que pensaba es que había metido la pata y me había cambiado de lugar sin darme cuenta.
También he de reseñar que todos los correos que envié me fueron respondidos cordialmente y si algunos no surtieron efecto puede que la responsabilidad fuera en parte mía porque soy algo torpe para entender el lenguaje administrativo.
En fin, supongo que con el tiempo todo encajará mejor.
Me alegro de que te hayas reído, esa era la intención. Además, yo también me reí pero cuando conseguí entregar la solicitud, antes me sentí muy angustiada, esa es la verdad.
Un besote grande.
¡Paloma, qué paciencia la tuya! pero con la gracia que nos lo cuentas no puedo dejar de reírme. La gracia y la perseverancia te llevan a ser una experta en informática. Solo te queda hacer una Tesis Doctoral y así te dan más oportunidades. Seguro que te pones a trabajar rápido. Un abrazo y paciencia.
ResponderEliminarHola, Mamen.
Eliminar¡¿Otra Tesis Doctoral?! ¡Ni de coña! No vuelvo yo a pasar por un trance así ni harta de vino.
Cuando hay que hacer trámites burocráticos lo mejor es armarse de paciencia y no mirar ni el calendario ni el reloj, porque la cosa va a su ritmo.
Un besote.
¡Ay, Paloma! Con el lunes que llevo tu entrada ha terminado por dejarme ko en el sofá. ¡Me ha dejado agotado leer todos los pasos que has debido dar para, al menos, registrar tu solicitud. Esto de los trámites por internet no sé yo si dan más trabajo que otra cosa. Y lo más gracioso es que al final seguro que te piden que les entregues un dossier físico con toda la información aportada.
ResponderEliminar¡Seguro que lo consigues! Un abrazo.
Hola, David.
EliminarEl cambio de aplicación en la web se supone que era para no tener que entregar físicamente ningún papel, para hacerlo todo vía internet y no tener que desplazar al ciudadano a ninguna sede administrativa.
Si después de pelearme con todo quisqui para acceder a esa nueva aplicación van y me piden que entregue al final algo en papel... me voy a ciscar en "tó".
Lo de que lo voy a conseguir no lo tengo yo muy claro. Aún es pronto porque entregué la solicitud el martes pasado y no habrán leído nada de lo que envié, pero estoy esperando que me envíen por correo alguna pega, y seguro que me falta algo.
Cruzaré los dedos.
Un abrazo.
Menudo periplo. Soy muy fan del riguroso método del Pinto, Pinto, Gorgorito, nunca falla, jejeje.
ResponderEliminarOdio la burocracia, llevo muchos meses con unos temas burocráticos que me han agotado así que imagino como te has sentido.
Muy muy feliz semana.
Hola, Gemma.
EliminarEs muy pesado lo de tramitar algo. Entiendo que por motivos de seguridad tengamos que hacer varios pasos, pero a mi modo de ver algunas cosas no las explican bien (insisto, seguro que es porque yo soy muy torpe) y a mí, tanta seguridad me hizo sentir muy insegura, durante todo el proceso tuve la sensación de que estaba haciendo todo mal.
Feliz martes, guapa.
Un besote.
Querida y sufrida Paloma: ¿Dos años han pasado ya? ¡Qué barbaridad!
ResponderEliminarSabía que si ecribías sobre tu Via Crucis particular en este procedimiento burocrático me produciría dos sensaciones: empatía y simpatía, o debería decir más bien solidaridad y diversión, esta última al imaginarte en plena acción y reacción, jeje. Pero como de todo lo malo se puede sacar provecho, quédate con la lección de que tú puedes con todo, hasta con el maldito Murphy, por pesado que sea. Costó lo suyo pero al fin lo lograste. ¡Hurra!
Creo, y cada vez con más motivos, que muchas aplicaciones informáticas que, en principio están para ayudar, simplificar y hacernos la vida más fácil, lo que logran es complicarlo todo innecesariamente. A veces pienso que hay trámites que serían mucho más fáciles y rápidos haciéndolos presencialmente. Incluso los trámites telefónicos se han convertido en un martirio chino cuando en lugar de contactar con un ser humano tienes que hacerlo con una grabación que solo te permite elegir entre un reducido abanico de opciones, entre las que no se encuentra la que deseas.
Sin llegar a ese extremo que cuentas, yo también tuve que lidiar, en mis últimos años de mi vida laboral, con trabas semejantes, pues muchos trámites y contactos con el Ministerio de Sanidad y la Agenca Española del Medicamento se tenían que hacer telemáticamente y yo, como representante técnico-legal del laboratorio tuve que acrediterme y disponer de un ceriticado digital que debía descargarme en mi ordenador. Lo malo es que para alguna de las gestiones personales que resultaron imprescindibles, tuve que desplazarme a Madrid; lo bueno es que los informáticos de la empresa pudieron echarme una mano en más de una ocasión.
Me alegro, pues, que hayas logrado culminar todo ese proceso y deseo ahora que la espera del resultado no sea demasiado larga.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarSi las aplicaciones informáticas nos complican la vida en lugar de facilitarla yo creo que es porque los programadores (y sé de lo que hablo porque estoy casada con uno) se rigen por procesos mentales muy distintos a los de la gente corriente, pero los trasladan a los programas que hacen y luego no hay quien los entienda. Lo que conté del apellido que me daba error y que se corrigió solo se lo comenté a mi cónyuge informático y me dijo que el sistema, al detectar ese error eligió tomar el dato de la base "correcta", la que le da la plataforma donde están los datos del DNI. A lo que yo le contesté, "pues si el sistema lo va a corregir ¿para qué me asustan diciendo que hay un error?". En fin, que hay que echarles de comer aparte.
Yo también prefiero ir personalmente a hacer algunos trámites si es posible, de hecho en la mayoría de los casos al ciudadano se le ofrecen las dos posibilidades, salvo algunas excepciones, como, por ejemplo, la mía. Todo lo relacionado con el profesorado universitario ha de hacerse obligatoriamente vía internet. Sí o sí.
Lo de llamar por teléfono y que te salga una máquina me pone de los nervios, se supone que si llamas para informarte no es para que te repitan lo que ya has visto en la web de turno. Si quieres más información es porque, o no te has enterado, o quieres alguna cosa que no se encuentra en la información general. En este caso yo tuve que llamar a cinco números de teléfono diferentes para conseguir hablar con una humana (muy simpática ella, las cosas como son).
Lo de que te hicieran desplazarte a Madrid para hacer una gestión me parece de juzgado de guardia. Hay cosas que no entiendo, la verdad.
Ahora me toca esperar, se supone que tienen seis meses para contestar aunque mis compañeros dicen que en dos, tres meses ya tendré noticias. Dado que Murphy tiene especial querencia conmigo, seguro que en mi caso tardan un año.
Un besote.
Madre mía, Paloma, lo que yo no entiendo es cómo alguien consigue acreditarse al fin. Espero que más adelante tu titánico esfuerzo se vea recompensado con un buen trabajo de profesora en la Universidad, ¡te lo tienes más que ganado!
ResponderEliminarTe diría que tu post me ha resultado muy divertido, pero la verdad es que he pasado mal rato: estoy sensible con ese tema jajajaja. Mi marido, mi hermana, y dos de mis sobrinas han tenido que acreditarse e introducir méritos recientemente para opositar y actualizar su posición en la bolsa de trabajo del SAS, aquí en Andalucía y en diferentes categorías laborales (proceso mil veces más sencillo que el tuyo) y han tenido los pobres tal cantidad de contratiempos y visicitudes, que me se me ponen los pelos tiesos de oir hablar del tema jajajaja.
Mi más sincera enhorabuena. Contigo se hace bueno el dicho "el que la sigue, la consigue" :))
¡Un beso enorme!
Hola, Julia.
EliminarEl trámite que he realizado es para solicitar que me acrediten. Todavía está por ver que me den esa acreditación. En el caso de que lo consiga, entonces me apuntaré a las plazas vacantes que se den en mi área de conocimiento y una vez que haya una plaza tendré que participar con otros colegas en un concurso de méritos.
Como ves esto es un camino muuuuy largo.
Lo que te pasa a ti con la burocracia y dados tus antecedentes familiares creo que se llama estrés postraumático colateral. Ver a tanta gente cerca de ti pasando esos sufrimientos tiene un precio. En mi casa, tanto mi marido como mi hija sueñan con webs que dan mensajes de error o con contraseñas que no funcionan y les impiden acceder a una página. Se despiertan dando alaridos, ja, ja, ja.
Un besote grande.
¡Dios, que odisea, ja,ja,ja!
ResponderEliminarPor momentos me has recordado al científico, astronauta, y ministro Pedro Duque cuando se topó con las nuevas tarjetas de Metro impuestas por la Comunidad de Madrid y declaro textualmente:
- tengo la tarjeta roja
- he metido dinero bastante
- intento entrar en el aeropuerto y la máquina me dice que ¿tengo que meter otra vez dinero para el suplemento? ¿No les gusta el otro dinero que metí? ¿Qué broma es esta?
Pues eso, por muchos años que pasen seguimos en el Spain is diferent y entre los informáticos, los funcionarios, y la burocracia creo que tienen una alianza illumati para complicarlo todo y mantener el sistema, ja,ja,ja.
En cualquier caso, mucha suerte Paloma para la culminación del proceso, y muchas felicidades por tu doctorado, y el enorme mérito de que tus publicaciones estén en las revistas de ciencia.
Un gran abrazo desde la admiración y enhorabuena también por tu sentido del humor.
Hola, Miguel.
EliminarNo conocía la anécdota del ministro (mi ministro pues es el de universidades y al que le he mandado la solicitud al fin y al cabo). En ese caso, el problema es que la tarjeta se carga con "viajes" más que con dinero, esa es la premisa que los informáticos han seguido, no sé si por imperativo de algún jerifalte que no ha cogido el transporte público en su vida, o de motu propio. Pero esa forma de entender una tarjeta prepago no es la que tiene la gente "normal" de ahí el desconcierto de muchos.
Gracias por tus buenos deseos y también por esa inmerecida admiración porque, como ya comento en la entrada, en cuanto a nivel de publicaciones estoy de colista en la Liga. Hago lo que puedo para subir en la clasificación pero me cuesta mucho.
Un abrazo.
¡¡Por dios, chica qué agobio!! Yo entro en pánico y me da un ataque de ansiedad. Con lo que odio las burocracias, el andar de una a otra oficina, etc, me hubiera puesto de los nervios.
ResponderEliminarCuando me topo con esas aplicaciones, termino pensando que antes del advenimiento de la informática todo era más fácil. La novia de mi hijo, ha tenido este curso un serio problema con su trabajo de interina de secundaria por complicaciones con la aplicación. Entre los complejas que son a veces y que se traban y van lentísimas, puede pasar de todo.
Esperemos que lo tuyo, terminado lo más difícil, supere otros escollos y termine en lo más fácil y agradecido: ponerte delante de los alumnos, sonreír y empezar a enseñar.
Tu crónica de los hechos, como siempre, divertida y maravillosamente escrita.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarYo creo que la informática nos facilita la vida y mejora en general estos procedimientos burocráticos, el problema es que muchas veces se acometen estas cosas sin tener ni la tecnología ni la infraestructura necesaria, es cuando aparecen los inconvenientes como que se quede bloqueada una página porque el servidor tiene poca potencia y no asimila una afluencia masiva de conexiones.
Ojalá que todos estos agobios míos sirvan para algo y acaben en éxito total. Entonces lo daré todo por bien empleado.
Un besote.
El Murphy ese empeñado en ponerte palos en los ejes de las ruedas, pero a cabezona no te gana nadie y menos ese individuo tan odioso.
ResponderEliminarAhora espero que todo ese maratón de desesperación tenga unos resultados positivos a tu favor.
Besos doctora.
Hola, Javier.
EliminarYo también espero que, a pesar del plasta de Murphy, todo acabe bien y me acrediten al final. Cruzaremos los dedos.
Un besote.
Jajajaa,... bienvenida al mundo virtual Paloma!, sabes?, en mi departamento entran, vía on line, más de 5,5 millones de líneas (cada línea con más de 70 items) cada año. Información que debemos procesar y ordenar, así que te entiendo. Tenemos permisos con diferentes niveles, la ley de portección de datos, rutinas para detectar errores,... así que créeme, se de lo que estás hablando y, a pesar de todos tus sufrimientos, sigo pensando ¡vale la pena!. Fíajate cuando comencé a dirigir ese departamento (uf, hace más de 10 años) se hacía todo en formularios de papel autocopiables,... miles de errores, miles de papales,... miles de cabreos,... y trabajar toda esa información a "pan de millo" (a mano en lenguaje coloquial). Ahora echando la vista atrás no se como pudimos recorrer ese camino. Desde aquellas bases de datos (dbase 4) que usaba para tratar mis datos de mi tesis doctoral hasta estas aplicaciones que ahora usamos para los teléfonos,... a pesar de todo te entiendo!!!
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarNo pongo en duda que el sistema electrónico es mejor que el sistema antiguo a base de papeles, por economía de espacio y por respeto al medio ambiente. Pero, como le comento a Rosa, yo creo que a veces se implementan estas nuevas aplicaciones sin tener los medios técnicos adecuados. Además, cuando no se interconectan diferentes departamentos de distintos organismos y no hay uniformidad ya se forma el lío padre. ¿Tú sabes el desconcierto que me supuso cuando, en cierta ocasión, empecé entrando en la sede electrónica del Ministerio de Ciencia y tras varios "clics" acabé en una página de la Agencia Tributaria?
Reconozco que soy bastante torpe, pero creo que algunas cosas no se explican bastante bien. Por ejemplo, aún no sé qué diferencia hay entre clave permamente, certificado electrónico y certificado en la nube. Es un auténtico follón, y me consta que no soy la única que se pierde con esa terminología.
En fin, yo de momento me quedo en que he conseguido entregar mi solicitud. Estoy tan, pero tan, contenta...
Un abrazo.