En el pazo de
La Sagreira vive Álvaro Castro, el señor, y también Ermitas, su antigua nodriza
que ha devenido en ama de llaves. Allí vive también Marcela, la hija de la
Matuxa que renegó de ella nada más nacer abandonándola; en el pazo además están
Herminia, y Rosalía y Dolores, y muchos
más, todos son criados al servicio del amo. Enrique y Lucía son los tíos de
Álvaro y viven, en otra mansión cercana, con sus siete hijos. Los señores de
los pazos y sus sirvientes conviven y comparten experiencias a pesar de las
desigualdades de todo tipo que se dan entre ellos.
De la mano de Elena
Quiroga, nos introducimos en la Galicia rural del siglo pasado, una Galicia llena de tonos
verdes, de agua, de sol, de muchos matices que esta excelente escritora sabe
plasmar de maravilla. Los personajes,
cada uno en su papel, están bien perfilados y son complejos, con muchas facetas
que los hacen creíbles y muy humanos.
“Ser humano era aceptar, en su humanidad,
las complejas humanidades de los otros.”
Entre estos personajes se encuentra también el paisaje gallego que interactúa con el resto.
Además, en esta novela se hace un análisis muy interesante del papel de la mujer, tanto por su condición ‘fisiológica’ como por los condicionamientos sociales y culturales.
“El íntimo contacto con la Naturaleza fecunda en el alma la armonía de las palabras.”
Además, en esta novela se hace un análisis muy interesante del papel de la mujer, tanto por su condición ‘fisiológica’ como por los condicionamientos sociales y culturales.
“Sirviéndole, toda la vida sirviéndole, ¿de qué valían los nombres? ¿Criada? ¿Mujer? ¿Qué diferencia había?”
Con una riqueza lingüística admirable, Quiroga escribe una historia de las de antes, cuando los señoritos se enamoraban de las criadas, cuando las desigualdades sociales y culturales abrían brechas imposibles de salvar, cuando lo sobrenatural y la magia (o la superstición) lo impregnaba todo. Porque para mí, esta novela, es una historia romántico-costumbrista de las que tanto se estilaban en el siglo XIX.
La novela fue
galardonada con el Nadal en 1950, en una época donde los premios se los llevaban
novelas de calidad, porque si esta novela tiene algo es calidad, y mucha.
La narrativa es
una maravilla. Una prosa poética que nos sumerge en el paisaje gallego y que
nos permite “oler” el bosque, “escuchar” el susurro de las hojas en los árboles,
“sentir” el azote del viento que anuncia la tormenta y “mojarnos” con la bruma de la
ría. Pero no solo hay poesía en su forma de escribir, el uso (que no abuso) de
algunas palabras en gallego y las expresiones coloquiales de esa tierra
maravillosa consiguió que “oyera” a los personajes, que el acento y la cadencia
en el hablar de sus gentes sonaran en mi cabeza sintiéndome una espectadora
privilegiada.
“—Brincábale la tapia, pensándose que nos
emboucaba. Buenos galanes tuviera, que dejábanla llegar con los pies llenos de
sangre y arrebuñadas las pantorrillas por los tojos.”
“—¡Que no escarmentará! —se lamentaba
Ermitas—. Porque fuerte es, y trabajadora; puede sola con más sacas a la cabeza
que dos homes por junto.”
De estos
vocablos, “oír” tumbaloureiro (una
clase de viento y cuya traducción literal sería tumba laureles) me erizó la
piel pues mi abuela solía citarlo siempre que había tormenta y al leer esa
expresión, tan emotiva para mí, visualicé a la madre de mi madre arrebujándose
en el chal de lana que solía llevar mientras cerraba bien todas las ventanas de
su casa. Es fascinante cómo algunas palabras nos pueden trasladar a épocas y
lugares ya desaparecidos.
Tengo una vinculación
especial con Galicia pero también con la escritora y quizás mi opinión no sea
nada objetiva. Por eso, esta reseña se va a alejar de lo común y se va a
convertir en no sé muy bien qué.
Mi madre nació
en una localidad de La Coruña y, por dramáticos avatares tuvo que abandonar su acomodada vida. Al quedarse huérfana de padre y desaparecer los ingresos con los que
mi abuelo mantenía a mi abuela y sus diez hijos, mi madre pasó de señorita con
servicio a formar parte del servicio de otras señoritas. Cosas del destino y de
la neumonía que se llevó a mi abuelo con cuarenta años recién cumplidos. El
caso es que siendo una adolescente mi madre se puso a trabajar para Elena Quiroga,
cuando la escritora residía en Nigrán (Pontevedra). Por cierto, mi madre se
llamaba Herminia y ese es el nombre de uno de los personajes de la novela. Cuando
Quiroga se vino a vivir a Madrid se trajo a mi madre, y esto es algo que yo
siempre le agradeceré porque gracias a ese traslado, mi madre conoció a mi
padre y de resultas una servidora anda por este mundo.
Aunque mi madre al casarse dejó de trabajar para ella, siguieron en contacto. Por mi nacimiento me regaló una medalla de oro
con la Virgen de la Paloma y mi nombre grabado en el reverso. Cuando yo era una
niña, mi madre y yo la visitábamos en su domicilio de la calle del León. Elena estaba casada con el Secretario de la Real Academia de Historia y vivía en la sede de esta institución, un palacio del siglo XVIII que a mí me daba un poco de
repelús pues los suelos de vetusta madera crujían a cada paso y los rostros de
señores cariacontecidos que se veían en los cuadros de las paredes me daban
miedo.
De aquellas
visitas recuerdo el interés de la escritora por mi formación como estudiante,
siempre me preguntaba por mis notas escolares (una carta de recomendación suya
y mi buen expediente académico permitieron que ingresara en el entonces prestigioso
instituto Beatriz Galindo al que yo no podía acceder, en principio, por no
residir en el barrio de Salamanca donde está ubicado). Elena Quiroga siempre se mostró una
mujer involucrada en los problemas de acceso de las mujeres a determinadas
áreas y creía firmemente, con toda la razón, que una buena educación era la
base para superar esas trabas. Además, estaba especialmente interesada en que
me aficionara a la lectura (algo que consiguió sin problemas) poniendo a mi
disposición su extensísima biblioteca (un salón más grande que mi casa con
estanterías en las cuatro paredes y que llegaban hasta el alto techo). Me pregunto qué pensaría si supiera que ahora
también me da por escribir.
Además de la biblioteca tenía libros por todas partes. Uno de los múltiples pasillos que en esa casa había, tenía una de las paredes forrada con el diccionario enciclopédico Espasa compuesto por un montón de volúmenes con sus correspondientes apéndices. Por cierto, el Espasa que hay en casa de mis padres (una edición de cuatro tomos) fue un regalo de la Quiroga.
Además de la biblioteca tenía libros por todas partes. Uno de los múltiples pasillos que en esa casa había, tenía una de las paredes forrada con el diccionario enciclopédico Espasa compuesto por un montón de volúmenes con sus correspondientes apéndices. Por cierto, el Espasa que hay en casa de mis padres (una edición de cuatro tomos) fue un regalo de la Quiroga.
También
recuerdo que era una monárquica convencida (provenía de familia aristocrática).
En ocasiones discutía mucho con su asistente personal, una portuguesa que se
declaraba republicana, y las peloteras que tenían las dos (sin llegar nunca la
sangre al río) eran antológicas. Mi madre hacía de moderadora mientras yo
asistía fascinada a esas conversaciones.
Pero de mi
relación con la escritora lo que más recuerdo es a su marido. Era historiador y
se llamaba Dalmiro de la Válgoma. El nombre ya era llamativo, pero su figura y
su intelecto lo eran mucho más. Cuando yo lo conocí tenía el pelo completamente
blanco, un elegante bigote y unas gafas de montura metálica dorada. Era un señor sumamente cortés y muy galante, con unos modales exquisitos.
Todo un caballero. Con la manera de percibir las cosas de mis doce-trece años,
a ese hombre solo le faltaba una chistera, un bastón y una capa para convertirse
en un personaje de una novela romántica del siglo XIX.
Aunque lo que
más recuerdo de él son las anécdotas sobre personajes y hechos históricos que
me solía contar. La manera tan amena de relatar la Historia hizo cambiar mi
concepto de ella. Con este académico aprendí que nuestra historia no solo consiste
en fechas y lugares, es el pasado que explica el presente. Creo que él es el
responsable de que, a pesar de haberme dedicado profesionalmente a las
ciencias, sienta fascinación por todo lo histórico.
Pero me he ido
por los cerros de Úbeda, o por los montes gallegos sería más adecuado decir. Ya
avisé que esto no iba a ser una reseña corriente.
Volviendo a la
novela, y para terminar esta reseña fuera de lo común, Viento del Norte es una
historia de amor y desamor a la tierra, a las costumbres y entre los seres
humanos. Una novela con tintes folletinescos que no restan valor ni calidad, al
contrario, pues manifiesta un argumento trabajado donde el drama es un elemento
más de la historia, como lo es de la vida.
Leí "Viento del norte" en 2002, pero te puedo asegurar que no recordaba nada. A medida que leía tu reseña, iba teniendo alguna imagen borrosa.
ResponderEliminarEsa historia de tu madre y Elena Quiroga es preciosa. Y el nombre del marido es digno de Wenceslao Fernández Flórez, por seguir en Galicia. El nombre de Herminia se lo inspiró tu madre, seguro. Deberías escribir algo con esa historia dándolo formato de ficción, aunque sea real.
Preciosa entrada.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarComo no suelo poner apenas nada de los argumentos en las reseñas, me temo que poco te he podido recordar el libro, ja, ja, ja. Lo de Herminia yo también creo que está pensado en mi madre, es una de las doncellas del pazo más jovencitas y mi madre se puso a trabajar con Elena Quiroga con dieciséis añitos, así que es muy posible.
Tengo muchos más recuerdos de mis visitas a la casa de ese matrimonio tan peculiar, pero no sé yo si tanto como para un relato. Me lo pensaré.
Un besote.
P.D. Has cambiado de avatar. ¡Que gracioso!
Hola Paloma, que bonita historia personal y que buena manera de narrarla. Me gusta lo que has hecho, es decir, abrir y cerrar la reseña hablando de Viento del Norte (precioso título), y evocar en la parte central tus recuerdos, tus vivencias y el comienzo de tu pasión por la lectura que sin duda han dado a luz a una estupenda escritora. Sería estupendo como dice Rosa que te animaras con un relato en esa Galicia rural donde poder oler, escuchar, sentir y mojarnos como has citado en un fragmento de tu precioso texto. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHola, Miguel.
EliminarIntenté hacer una reseña normal pero me fue imposible. Según escribía mis impresiones sobre el libro me venían recuerdos de la Galicia que yo viví en los veranos de mi niñez junto a los recuerdos de mi esporádica convivencia con la escritora. Así que renuncié a la objetividad y... me salió esto.
Es posible que escriba algo ambientado en Galicia, sería una mezcla de vivencias y sensaciones propias junto a simples invenciones. Hice una pequeña incursión teniendo como escenario esa zona tan peculiar con un relato del curso de escritura, se llamaba "Genoveva" y en parte estaba basado en mi propia abuela. De todas formas, sí me gustaría escribir más, Galicia y sus gentes son muy especiales para mí.
Gracias por tu confianza en mi escritura.
Un beso grande.
Hola Paloma,
ResponderEliminarNo he leído la novela ni me suena haber leído nada de la escritora pero lo haré porque esa parte tan personal que has comentado me ha descubierto a una persona que me ha parecido de lo más interesante. Desde luego inculcarte el amor por los libros y las letras lo consiguieron, qué bonito.
Estoy con Rosa que algún relato inspirado en estas anécdotas seguro que sería muy apetecible y te puede quedar genial.
Besotes guapetona
Hola, Conxita.
EliminarComo le comento a Miguel, me fue imposible desligar mi vinculación con la escritora y el lugar donde se desarrolla la novela. Elena Quiroga fue un personaje interesante, aunque no era dada a efusiones (era un pelín estirada) sí demostraba afecto. Su interés por mi educación y la manera de implicarse en ella asegurándose de que iba a un buen instituto fue una buena muestra de ello.
Algún día (no muy lejano) me pondré a escribir algo al respecto. Aunque soy algo torpe y me cuesta mezclar realidad y ficción, no sé por qué pero si inserto cosas inventadas entre cosas que me pasaron de verdad, siento que estoy engañando, aunque sea un relato. Creo que es mi lado científico que se impone sobre el creativo. Me lo tengo que hacer mirar, aggg.
Un beso muy grande, guapa.
Elena Quiroga es una voz literaria interesante en el páramo cultural del franquismo. El premio Nadal descubrió valores jóvenes empezando por Carmen Laforet en 1942; Elena Quiroga se relaciona con toda una serie de mujeres 'modernae' o 'sin sombrero' entre las que se contaba Elena Fortún.
ResponderEliminarTú reseña me la ha recordado y veo por lo que dices que su lectura ha despertado en ti muchas cosas.
Un beso
Hola, Juan Carlos.
EliminarMis recuerdos de Elena Quiroga son los de una señora muy elegante y afectuosa, aunque siempre muy seria. Y también muy protectora con mi madre, creo que la veía como a una hermana pequeña dentro de los límites de jefa y empleada.
Con toda esa vinculación nunca leí nada de ella hasta bien mayor, fíjate qué cosas. Un ejemplar de Viento del Norte dedicado a mi madre anduvo por casa de mis padres durante años hasta que en una mudanza se extravió, algo que yo ahora lamento mucho.
Hace bien poco me enteré de que había pertenecido a las sin sombrero.
Un besote.
hola! que reseña tan bonita y tan vivida, ya con el primer parrafo me has enamorado, mujer!! ya quiero sentir el frio, la lluvia, ese ambiente rural, ahhh! que delicia, y con el amado Espasa me has robado el corazon y unas lagrimillas de rebote, gracias!! abrazosbuhos.
ResponderEliminarHola, Búhos.
EliminarPues si queréis sentir la lluvia y el sol de Galicia y oír a sus habitantes no tenéis más que leer Viento del Norte. Tendréis todas esas sensaciones.
Un besote.
Me ha encantado, Paloma. Vaya historia, toda una novela en sí. Estaría muy bien que pusieras en orden esos recuerdos y escribieras algo más extenso (acabo de leer antes de validar el comentario que no soy el único que lo piensa, jaja). En aquella época el Nadal era sinónimo de calidad, sin duda.
ResponderEliminarFeliz domingo.
Hola, Gerardo.
EliminarEstá claro que, por petición popular, tengo que escribir algo al respecto. Ya no puedo eludirlo, de ninguna de las maneras.
Sí me gustaría escribir algo sobre Galicia, pero como le comento a Conxita, me cuesta mezclar realidad y ficción. No me siento cómoda y no sé por qué. O lo invento todo o lo cuento tal cual pasó lo que sea que recuerdo. Tengo que trabajar ese aspecto.
De todas formas, hace unos meses escribí un relato titulado "Genoveva", se desarrolla en Galicia y está basado en mi abuela. Ahí probé a mezclar imaginación con realidad, de hecho mi abuela se llamaba Balbina y la profesión de mi abuelo no es la que aparece en el texto, pero la mayoría sí era cierto.
Un abrazo.
ResponderEliminar¡Vaya lujo de entrada! Hola, Paloma (ya nos conocemos de “vista”).
Me encanta Elena Quiroga y la llevé al blog con esta fascinante novela… además encontrármela de la manera que tú la muestras, casi nada :)
Que alguien, como es tu caso, nos cuente de primera mano sus vivencias personales junto a esta grandísima escritora, Elena Quiroga, es un privilegio para quienes se acerquen a leerte… ya le gustaría a más de un escritor de nuevo cuño poner algo así en su biografía, me he quedado impresionado.
Máxime tratándose de una escritora que admiro, Viento del Norte es un libro de los que no se olvidan, al menos yo.
Dentro de ese personaje, Marcela, simple en su apariencia aldeana, subyace un ser complejo hecho de silencios más reveladores que mil palabras, complementado a la perfección con el personaje de su esposo, don Álvaro, un eterno desencuentro entre los cónyuges narrado con un talento impecable.
Un libro que merece ser rescatado del olvido, como tan bien has hecho a través de tu excelente comentario.
Gracias por el detalle que has tenido al relatar estas vivencias, todo un regalo.
Tumbaloureiro, orbayo, qué hermosas palabras...
Un abrazo.
Hola, Paco.
EliminarSoy yo la que tengo que darte las gracias a ti pues fue un comentario tuyo en una publicación de nuestra común amiga, Rosa Berros, el que me hizo recordar a esta escritora que tú citabas en aquel momento.
A la escritora y a su obra la tenía relegada y casi en el olvido, tu mención me la trajo de vuelta y me decidí a releer esta gran novela. Además, con los años (la primera vez la leí hace dos décadas) he podido captar matices que creo me pasaron desapercibidos en la primera ocasión.
Marcela es un personaje fascinante. Cuando en la reseña señalo la maestría de la Quiroga a la hora de perfilar personajes, Marcela es el máximo exponente. Es un ser retraído, que no encaja en ningún lugar y que actúa movido por sus propias motivaciones pero también obligada por las circunstancias; el entorno le influye y le hacer ser como es. En el lado opuesto está Álvaro, una 'rara avis' que tampoco se deja amilanar por las convenciones sociales. Contar una historia con un argumento sólido y mostrar unos personajes tan llenos de matices solo lo pueden hacer unos pocos escritores, y Elena Quiroga es una de ellos.
Gracias por tu visita y tus palabras y me voy a leer esa reseña tuya.
Un abrazo fuerte.
¡Hola!
ResponderEliminarMe ha fascinado la historia de tu madre con Elena Quiroga, opino como Rosa, deberías escribir algo.
He disfrutado muchísimo con la historia.
Muy feliz noche.
Hola, Gemma.
EliminarCreo que a petición popular deberé escribir algo al respecto, ja, ja, ja.
Un besote.
¡Increíble! Solo lo que has contado sobre los avatares de la vida de tu madre y tu experiencia en Madrid con Elena Quiroga y su marido, ya daría para una novela costumbrista, jeje. Desde luego, es una historia (la tuya) que merece ser contada y leída.
ResponderEliminarEntiendo que tu crítica literaria para con Viento del Norte pudiera no ser del todo objetiva, dejándote llevar por tus sentimientos hacia su autora. No obstante, la historia que en ella se cuenta me parece realmente atractiva, pues a mí también me gustan las novelas con un cierto aire romántico-costumbrista que ilustran la vida rural y las vivencias de unos personajes de otra época y de otra mentalidad.
Tras leer esta "apasionada" reseña, me he dejado llevar por tu entusiasmo y acabo de adquirir la novela en Amazon. Tu opinión, su moderada longitud y su económico precio me han acabado de convencer, jeje. Y es que, ya sabes, la lista de lecturas crece y crece y crece y...
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarYo creo que la novela te va a gustar, tiene cierto tono dramático al final y algo de folletín, pero que a mí (que huyo de las historias romanticonas como de la peste) no me disgustó porque creo que le viene como anillo al dedo a la historia. Ya me contarás si tú opinas lo mismo.
Lo que te va a gustar sí o sí, es la forma de escribir de esta señora, es muy buena y eso ya no es cuestión de gustos, sino de saber apreciar la calidad.
Está claro que voy a tener que escribir ciertos recuerdos de mi niñez en forma novelada ;)
Un beso grande.
Jo, escuchando tu relación con esta escritora he tenido una sensación parecida a cuando vi !Qué bello es vivir! No por que haya ángeles de por medio, sino por esas relaciones personales que nos conectan a unos con otros y en cómo una sola vida influye en la de los demás. La historia es preciosa y te imagino la cara cuando siendo niña fueras de visita a la sede de la Real Academia. Junto al marido de Elena, bien pareciera que viajabas en el tiempo.
ResponderEliminarUna historia deliciosa que nos acerca a esta escritora a todos aquellos que te leemos. Un fuerte abrazo.
Hola, David.
EliminarIr a ese edificio de la Academia de la Historia es, como tú bien comentas, viajar en el tiempo. Si encima te encuentras con que el morador de esa vivienda es un personaje del siglo XIX la sensación es completa. Cuando digo que Dalmiro era un personaje decimonónico no solo era por sus modales y su forma de hablar, es que también vestía de una manera que a mí me chocaba mucho: llevaba traje de tres piezas, con el chaleco que era lo que más me llamaba la atención y pocas veces llevaba corbata sino una especie de lazo (no era exactamente una pajarita), pero lo que ya remataba su estampa era el reloj de bolsillo, esa cadena saliendo del bolsillo de su chaleco me tenía fascinada.
Me alegro de que te haya gustado esta reseña tan particular.
Un abrazo.
Espero que no te parezca mal pero me ha fascinado la historia personal,... ya que en realidad la reseña del libro ha sido la excusa perfecta para contar una bella historia,... que sin duda debería ser novelada,... ¿no te parece?
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarNo me parece mal, todo lo contrario, creo que es lo lógico porque esta reseña se me fue de madre, ja, ja, ja.
Te prometo que intenté hacer la reseña desde un punto objetivo pero no pude, la tentación de contar los recuerdos propios que se me despertaron al leer el libro fue muy fuerte y sucumbí a ella.
Sí, algún día escribiré algo al respecto en forma de novela (corta porque una novela como dios manda se me antoja dificilísimo).
Un abrazo.
Guapa!! Que entrada más bonita que nos has regalado. Claro que para ti esta novela es personal, lleva una historia propia.
ResponderEliminarCoincido con los comentarios anteriores en que deberías escribirlo, puede salir algo muy bonito y especial!! :))
No he leído la novela pero la tengo pendiente.
Un besote guapa, entrada de 10!!
Hola, María.
EliminarLa novela, independientemente de mi opinión completamente subjetiva, es muy buena, te aconsejo que la leas.
Tengo muchas anécdotas de mi trato personal con la escritora, y puede que sí que acabe escribiendo algo al respecto algún día.
Un besito.
Esta tarde de relax por lo que leo en este paso por vuestros blogs esta mereciendo mucho la pena la verdad. Ya he leído varias blogs que me han emocionado y el tuyo ya el remate, me ha encantado Paloma. Como has sabido hablar de libro junto a un experiencia personal con la escritora y su marido, jo que chulo.
ResponderEliminarCreo que como dicen yo también voto porque escribas algo, estoy segura que te va a quedar muy bien, no una novela larga por supuesto pero si un relato, como el que hiciste con el de Navidad, pues igual, te va a quedar muy bien.
Y la Edición del Espasa Calpe, te diré que mi madre lo tiene y de pura casualidad porque su abuela lo iba a vender y de puro milagro la pillo antes de que pudiera hacerlo y al final su abuela se lo acabo regalando a mi madre, y allí esta en su casa. Alguna cosa que otra he consultado yo, eso si siempre con la advertencia de mis padres de que había que tratarlo con muchísimo cuidado.
Besotes.
Hola, Tere.
EliminarEl Espasa Calpe en los años setenta yo creo que era el sucedáneo del buscador Google, ahí podías encontrar mucha información.
Creo que voy a tener que escribir una historia basada en mi relación personal con Elena Quiroga y por petición popular.
Un beso muy grande.
¡Por fin estoy aquí, compañera! ¿Qué quieres que te diga? Que más que con la novela, yo me quedo con lo que has contado sobre tu relación con la autora. Me resulta muuucho más interesante, dónde vas a parar.
ResponderEliminarComo anécdotas debes tener un montón, coincido en que deberías relatarlas todas, te quedaría "de película".
Y por cierto, por fin doy con la clave de tu afición a leer, bendita afición que tanto Rosa (cuya "raíz" también conozco) como tú me habéis "pegado" ;-)
Bueno, como tenemos algo entre manos, pronto nos volvemos a escribir.
Un besazo, Paloma
Hola, Chelo.
EliminarSí que tengo un montón de anécdotas de mi relación personal con Elena Quiroga, y no sé si dan para una novela, pero para un relato algo largo yo creo que sí. Algún día me pondré con ello.
Dicen que todo se pega menos la hermosura, y estar rodeada de gente que lee es un buen medio para aficionarse a la lectura. Además de Quiroga, mi padre también estimuló en mí la pasión por la lectura y el ejemplo es la mejor manera de predicar.
Un besote grande.
P.D. Para lo que tenemos entre manos estoy a tu disposición ;)
Ay... Qué historia tan bien contada. Lo leí hace años y nûnca me lo pude arrancar del alma. Marcela no conseguía perder el respeto de amo a Álvaro, hasta que se le abren los ojos, el alma y el corazón en la casa de las primas y va corriendo a reunirse con su marido, que estaría frente a la chimenea, en casa, ya sin tiempo. Abrir los ojos y ya no tener tiempo. Desagarro.
ResponderEliminarHola, Teresa.
EliminarSí que es una historia desgarradora y además muy bien contada. El final a mí también me tocó la fibra sensible y comprobé qué bien sabe perfilar y encajar los personajes Elena Quiroga, cada uno actúa como es adecuado a su manera de pensar. Una gran obra, sin duda.
Un saludo y gracias por tu visita.