CRÓNICAS ASTURES IV
Después del
agradable encuentro con el druida Brigo (Ultraje) y siguiendo sus instrucciones,
me encaminé al día siguiente al río Güeña.
Ese río es bastante largo y no sabía muy bien por dónde empezar, pero me
decidí por la parte más cercana a donde Furaco tuvo su desafortunado encuentro
con Favila (Legítima defensa). Pensé que, a lo mejor, las xanas tenían
problemas para recorrer grandes distancias y eso haría que no pudieran
desplazarse muy lejos de sus lugares originales. Aunque por otra parte, teniendo
en cuenta que la xana que yo buscaba vagaba desde hacía siglos, por muy despacio
que se moviera ya podía estar en cualquier otro sitio de la península ibérica o
incluso de otros países siguiendo las rutas fluviales y acuáticas. Enseguida
aparté estos pensamientos que me alejaban, nunca mejor dicho, de mi objetivo
porque bastante difícil tenía la cosa como para ampliar el radio de acción de
mi búsqueda.
Al contrario
que en mi incursión en el Sella, esta vez elegí la primera hora de la mañana y
no el anochecer. Se trataba de una medida preventiva para evitar encontrarme
con viudas plañideras que me acongojaran (El beso).
Un tímido sol
matinal intentaba hacerse ver entre las espesas nubes que cubrían el cielo. Los
débiles rayos que se filtraban procuraban una luz tenue que daba una pátina de
frescura al paisaje donde el rocío de la madrugada perlaba los prados
circundantes y la ribera del Güeña aparecía desierta de paseantes.
Inicié mi caminar
por la orilla pedregosa fijándome especialmente en los lugares donde los
árboles más audaces se aproximaban al cauce y acariciaban con sus ramas bajas
el discurrir del río. El silencio del alba se rompía solo por el ruido quedo de
la corriente del agua y por los esporádicos trinos de unos mirlos acuáticos. El
Güeña acudía presto al encuentro del Sella para fundir sus aguas en una sola cuenca
e ir juntos hasta el Cantábrico, allá en Ribadesella.
Como la ribera del
río estaba llena de vegetación donde una xana podría esconderse fácilmente, y
ante la eventualidad de que podía pasar cerca de ella y no verla, decidí
utilizar un recurso simple pero muy eficaz: llamarla a gritos por su
nombre. De todos es sabido que cuando uno va por el monte buscando a alguien se
suele utilizar ese procedimiento, así que por qué no iba yo a hacer lo mismo.
—¡Ayalga!
¡Ayalga!
Tras unos
minutos dando voces y sin obtener resultado, me di cuenta de que, una vez más,
estaba comportándome como una tarada. Justo cuando decidí renunciar a mi
promesa y dejarme de buscar xanas maldecidoras vi en el agua un burbujeo. No le
di mayor importancia, pero cuando esas burbujas se acercaron a donde yo estaba y
se detuvieron, me fijé algo más y entonces distinguí dos ojos que me miraban persistentemente.
Al principio creí que era una ilusión óptica y que esos ojos en realidad eran
dos trozos de plástico o cualquier guarrería por el estilo que algunos
estúpidos suelen tirar a los ríos.
Pero el gorgoteo
se incrementó produciendo burbujas cada vez más grandes. Me incliné sobre el
agua para fijarme más y sí, eran dos ojos que me estaban mirando. Dos ojos
grandes, redondos, de un bonito color dorado. La turbidez del agua no me permitía
ver qué había detrás de esos ojos, pero la intensidad de su mirada me llamó la
atención.
Supuse que
sería un pez, pero la insistencia en mirarme y el largo tiempo que mantuvo
fijos sus ojos en mí, sugería que su propietario era alguien más inteligente
que un animal acuático —tengo entendido que los ictiólogos no presuponen
demasiada inteligencia a este tipo de animales, salvo el caso de los delfines,
pero estos son seres marinos—. ¿Sería la xana? Como ya estaba bien servida de chascos en cuanto a
encontrarla, no quería hacerme ilusiones y esa posibilidad no fue la que más
peso tuvo a la hora de especular quién era el propietario de esos ojos y de esa
mirada.
No obstante, me
dirigí a 'aquello' y dado que fue él quien se acercó a mí le dije:
—Hola, ¿puedo
ayudarte?
En cuanto
hablé, el agua se removió y los ojos desaparecieron. Después de todo sí que
debía de ser un pez y mi ligera esperanza de que fuera la xana se desvaneció en
la bruma matinal del río. Sin embargo, en seguida los ojos volvieron a
acercarse a mí, acompañados del burbujeo en el agua. Entonces volví a hablar y
otra vez la reacción de lo que quiera que fuera que tenía esos ojos fue
alejarse en la profundidad del río. Me callé y el gorgoteo volvió a acercarse.
El jueguecito ya me estaba cansando así que di media vuelta y cuando estaba
alejándome el burbujeo se acercó a la orilla hasta casi tocar las piedras de la
ribera, ahí el agua era poco profunda, regresé y entonces pude ver completamente la figura
del poseedor de los ojos: era un pez. A pesar de que mis conocimientos de
zoología son escasos, y los de ictiología más aún, supe que se trataba de un
salmón.
En cualquier
caso era un salmón raro porque parecía que quería algo de mí, aunque no sabía
qué. O es posible que fuera el espíritu de un salmón condenado, como Furaco
pero con escamas. Después de toparme con el fantasma de un oso, el de una viuda
y el de un druida, ya estaba curada de tanta cosa extraña así que decidí
hablarle otra vez.
—¿Necesitas
algo?
Por toda
respuesta el salmón se dedicó a gorgotear más intensamente. Daba la impresión
de que ese bicho no sabía hablar y que su única manera de comunicarse era con burbujeos
en el agua. Estamos listos, pensé, porque si no tengo mucha idea de peces menos
de su lenguaje de burbujas. Aun así, insistí.
—Lo siento,
pero no te entiendo. ¿Hablas mi idioma?
¿Le acababa de
decir una frase típica de las películas americanas a un salmón? ¡Por dios, sí
que estaba trastornada! Tanta charla con espíritus de osos regicidas, reinas
viudas y sacerdotes celtas me había vuelto majareta. Cuando ya estaba pensando
en pedir cita con un psiquiatra para cuando volviera a mi casa, el salmón,
gorgoteando más fuerte aún, me contestó de forma perfectamente comprensible.
—Quiero ver tus
manos.
—Perdona, ¿cómo
dices?
—Quiero ver tus
manos.
Dado que hacía
bastante fresco a esa hora temprana de la mañana, tenía las manos metidas en
los bolsillos de mi forro polar. Que un salmón me hable es raro, pero que
quiera verme las manos roza lo esperpéntico. Aun así se las enseñé.
—Vale, no
llevas ningún anzuelo, ni veo cerca de ti una caña de pescar —dijo el salmón
cuando vio mis manos vacías—. Disculpa mi mutismo de antes pero quería
asegurarme de que no eras ningún pescador. Los pescadores no me caen bien.
Que tuviera
ojeriza a los pescadores me suministró información. Si tenía miedo a ser
pescado es que no estaba muerto y no se trataba de ningún espíritu. Era un
salmón de carne y hueso, o mejor dicho, de carne y espina. Menos mal, por fin
un ser vivo. Ya era hora de encontrarme con alguien normal —todo lo normal que
puede ser un salmón que habla, claro—.
—Entiendo. No,
no he venido a pescar. ¿Por qué te has acercado a mí?
—Te he oído
decir Ayalga, ¿te llamas así?
—No, yo me llamo
Paloma.
—¿Paloma?
Claro, y yo me llamo Gato —contestó añadiendo un sonido diferente al gorgoteo
que a mí me sonó a una especie de carcajada—. En serio, ¿cómo te llamas?
—Ya te lo he
dicho, Paloma. No es broma. ¿Y tú? —pregunté por cortesía.
—Yo soy Saltín —contestó
haciendo una pirueta por encima del agua y mostrándose por completo— ¿De verdad
te llamas Paloma? ¿Por qué tienes el nombre de un pájaro? —prosiguió una vez en
el agua de nuevo.
—Es una
historia muy larga —respondí y volví al tema que me interesaba—. Cuando me
oíste decir Ayalga te acercaste ¿por qué?
—Primero, porque
creí que te llamabas así. A algunos humanos les gusta grabar en los árboles su
nombre y pensé que tú preferías gritarlo. Sois tan raros. Además, Ayalga es un nombre muy extraño, yo solo conozco a un ser con ese nombre, es una xana.
—¿La conoces?
¿La has visto? ¿Está por aquí? ¿Dónde? ¡Dime dónde está! —exclamé alzando la
voz y mirando a mi alrededor creyendo que la xana deseada andaba cerca.
El salmón al
verme gritar se alejó de la orilla con un suave ondular de la cola. Además, me
pareció ver que sus bonitos ojos dorados se hacían más grandes en un gesto de
asombro o posiblemente de miedo. Mi reacción creo que le asustó.
—Perdóname.
Aunque no lo parezca no soy peligrosa. Solo quiero encontrar a Ayalga —le dije
para tranquilizarlo.
—He visto todo
tipo de visitantes por estas orillas, pero tú eres la más rara. Querer
encontrar a Ayalga lo demuestra —contestó Saltín cuando regresó a donde estaba
yo.
—Sí, ya me han
dicho que está un poco loca, pero necesito contactar con ella. Es importante.
—¿Un poco loca?
¡Está como una regadera, rapacina!
Por lo que se
veía Ayalga era muy popular entre ciertos ambientes y por motivos poco
alentadores. Estaba comprobando que su mala salud mental era conocida por
muchos. Lo mismo yo me estaba poniendo en riesgo por empeñarme en contactar con una psicópata.
—Pero la
conoces ¿no?
—Sí, aunque solo la vi dos veces. En la primera ocasión yo era un esguín recién salido del huevo —contestó él y yo sonreí al imaginarme a Saltín cuando era un bebé pez—. Ayalga estaba cantando bajo aquel abedul que hay allí delante, donde la roca cubierta de musgo ¿lo ves? —ante mi gesto de asentimiento Saltín prosiguió—. Recuerdo que me impresionó mucho porque mi madre me contó que las xanas eran seres bellos y mágicos. Pero aquella era fea y desafinaba como un grajo. Mis hermanos se reían de ella y le hacían burla. Me dio un poco de pena.
—¿Y la segunda
ocasión en que la viste? ¿Cuándo fue?
En ese momento una
hoja de un árbol cercano se cayó al agua y Saltín en cuanto lo oyó se alejó de
la orilla, una vez más, y desapareció en la profundidad del río. Cuando el agua
volvió a su discurrir normal, el salmón reapareció.
—¡Qué susto!
Creí que era un anzuelo —dijo nada más regresar y mirando atemorizado a un lado
y a otro.
Le vi tan
angustiado que sentí lástima por él y por un momento me olvidé de Ayalga y su
localización.
—Sí que tienes
miedo a los pescadores, sí. Pero tengo entendido que la pesca del salmón en
estos ríos es sin muerte, aunque te capturen te deben soltar porque perteneces
a una especie protegida —argumenté muy docta yo recordando un documental de la
2.
—Oh, sí, claro.
Me capturan y luego me sueltan y ya está todo resuelto, ¿no? —contestó el
salmón abriendo aún más si cabe sus enormes ojos— ¿Tú sabes lo que duele un
anzuelo clavado en la boca? Nooo, tú eso no lo sabes porque no eres un pez.
—Vale, te doy
la razón. Esos ganchos tienen pinta de hacer daño…
—Por no hablar
de lo mal que se pasa cuando te sacan del agua y no puedes respirar —me
interrumpió Saltín.
—Sí, claro,
pero así al menos no os matan.
—No te creas.
Muchos de mis compañeros después del susto de verse capturados y de las heridas
del anzuelo no superan el estrés postraumático y acaban flotando panza arriba.
Yo me salvé en un par de ocasiones, pero he perdido a muchos y queridos amigos
por esa práctica deportiva —esto último lo dijo con retintín—. ¿Deporte?
¿Desde cuándo es un deporte estar horas esperando a clavarle un arpón a un ser
vivo? ¡Por favor!
Nada más decir
esto las campanas de una iglesia cercana comenzaron a repicar y Saltín
huyó despavorido.
—Y ahora ¿qué
pasa? ¿Por qué te asustas? No me digas que tú también le tienes fobia a las
iglesias —le dije al salmón escondido y recordando a mi druida ultrajado.
—Después de los
pescadores lo que más detesto son las campanas —contestó tras regresar de nuevo
y una vez que el campanario se calló—. ¡Instrumentos del diablo! Su sonido es
de mal agüero.
Ante mi cara de
extrañeza Saltín continuó.
—Mi madre me
contó que en los tiempos de su abuela las iglesias tenían la mala costumbre de
tañer las campanas anunciando la llegada de mis congéneres al río para que todo
el mundo se enterara de que ya estábamos aquí, así los malditos pescadores sabían que podían venir a capturarnos.
—Pero eso ya no
se hace ¿no? Porque estáis protegidos y os tienen que soltar —insistí yo
recordando aquel documental.
—No, ahora solo
tocan cuando capturan al primero de la temporada y eso es peor.
—¿Por qué?
—Porque al
primero del año, a ese, no lo sueltan. Ese se lo quedan y se lo zampan —respondió
mi pez favorito con un tono triste y de pánico también.
—¡El campanu! —exclamé
recordando algo que oí en un restaurante a cuenta del único salmón asturiano
que se puede degustar cada año y que tiene precios prohibitivos, por cierto.
—Campanu les
daba yo en toda la cabeza a los que siguen esa maldita tradición. He pensado
seriamente quedarme en el océano y dejar de venir aquí a veranear —contestó
Saltín girando sobre sí mismo en una bonita voltereta—. Además, ni te imaginas lo que fatiga remontar un río. Nadar a contracorriente es muy cansado. Pero siempre que decido no volver, recuerdo el ambiente tan animado que se da en el fondo del río en primavera y regreso. No puedo ceder a la tentación de volver a ver unas
escamas relucientes, unas aletas moteadas y un cuerpo en posición arqueada con
su aleta anal hundida en el limo… es para volverse loco de deseo ¡Qué le voy a
hacer! ¡Soy un romántico! —añadió el salmón.
Esto último me
dejó algo descolocada. Por desgracia no veo tanto como debería los documentales
de la 2 y no sabía de qué estaba hablando mi interlocutor pero pensé que se
estaría refiriendo a los ritos de apareamiento.
—Qué
maravillosa sensación la de sentir mi vientre pegado al légamo junto al de mi
pareja —continuó evocando Saltín— nuestros cuerpos arqueados y vibrantes,
nuestras mandíbulas abiertas en pleno éxtasis y mi esperma liberándose…
—¡Eh! ¡Para!
¡Por favor! —qué manía tenían por estos lares los varones, de cualquier
especie, en detallar sus prácticas sexuales pues también el druida había
querido entrar en pormenores cuando me contó lo que hacía en la fiesta de
Beltane—. Mejor volvamos a Ayalga, ¿vale? ¿Cuándo la viste por última vez?
Necesito encontrarla.
—Es verdad,
Ayalga. Antes la estabas llamando —me contestó dando dos graciosos saltos sobre
la superficie, se notaba que evocar sus prácticas de reproducción le había
puesto contento—. Creo que la segunda y última vez que la vi fue hace dos
veranos. Iba diciendo cosas muy raras, no sé qué de panes y peces. Precisamente
por hablar de peces me acerqué más a ella y pude comprobar horrorizado que
llevaba una caña de pesca, la muy traidora. Se supone que las xanas aman a los
habitantes del río, pero Ayalga pretendía pescar. Ya no te puedes fiar ni de
las xanas.
—Sé que no es
muy popular en determinados sectores y que no está haciendo muchos amigos pero
he de hablar con ella. Exactamente ¿dónde la viste?
—Aquí mismo,
cerca del abedul de la primera vez. Después de un rato de esperar a ver si
picaba alguno de mis colegas y al no tener éxito, afortunadamente, se marchó
tierra adentro. Eso es todo lo que te puedo decir.
Así que la xana
había estado por el lugar hacía, como mucho, dos años. Y se había marchado
“tierra adentro”. Eso y nada era lo mismo. Volvía a estar como al principio. Al
menos sabía que aún permanecía por la zona, pero mi estancia en Asturias tocaba
a su fin y ya no disponía de más tiempo para buscar. A pesar de la buena
disposición de Saltín yo no había obtenido nada.
El sol había
conseguido imponerse sobre las nubes y anunciaba un día espléndido. La
temperatura comenzó a subir y ya se podían ver algunos caminantes por la vereda
del río. Debía terminar mi plática con Saltín antes de que algún paseante se
fijara y me viera hablar con un pez. Pero Saltín se me adelantó.
—Bueno, Paloma,
tengo que dejarte. Me he enterado de que hay una fiesta río arriba, cerca de la
cueva del Buxu. A ver si tengo suerte y puedo arquear mi aleta caudal. Hay que
perpetuar la especie —me dijo tras cerrar uno de sus ojos, supongo que en un intento de hacerme un
guiño—. Suerte con tu búsqueda —añadió alegremente.
Nada más decir
esto Saltín, haciendo honor a su nombre, dio una voltereta en el aire y dando
saltos llenos de gracilidad remontó el río. Tras cinco o seis impulsos por
encima de la superficie del agua lo perdí de vista.
Cuando vi a
Saltín nadando contra la corriente, alegre y feliz a pesar del miedo a ser
capturado, a pesar del daño de los anzuelos o de la posibilidad de convertirse
en el campanu, pensé que a mí me gustaría ser como él. Sí, envidié a ese salmón entusiasta, asustado pero contento, deseando volver al lugar donde es feliz a pesar de los riesgos, a pesar de todo y de todos. Y siempre nadando incansable a contracorriente.
Por desgracia
yo no tenía la constitución, ni física ni moral, de un salmón y nadar a contracorriente se me estaba haciendo muy difícil. Mi búsqueda era estéril y ya
estaba muy cansada por lo que decidí abandonar. Muy a mi pesar iba a faltar a
la palabra dada a Furaco y no podría interceder por él. Bien que lo sentía,
pero me había embarcado en una tarea abocada al fracaso desde el inicio.
Con el ánimo
decaído me dispuse a volver al lugar donde me encontré con Furaco para comunicarle
mi abandono. Por lo menos ese oso desgraciado se merecía una explicación.
(Continuará…)
NOTA: La pesca
del salmón en Asturias está prohibida desde 2002 para preservar una especie que
está en riesgo de extinción. Se permite la llamada “pesca sin muerte”, el
salmón puede ser capturado pero ha de ser devuelto al río de inmediato. Esta
práctica es cuestionada por algunos ecologistas pues las heridas del anzuelo
suelen ser fatales y el pez acaba muriendo igualmente. Por todo esto, en
Asturias no puede degustarse salmón de sus ríos, salvo una excepción, el llamado
‘campanu’ que es el primer salmón de la temporada y que sí se puede pescar sin devolver al río. El día que se abre dicha temporada (a finales de abril) los pescadores acuden a
los ríos asturianos, el primer salmón en ser capturado se anuncia
mediante el repique de las campanas y luego es subastado públicamente; en la puja suelen participar los mejores restaurantes de Asturias interesados
en adquirir este ejemplar único. El del año 2018 fue capturado en el Sella y
alcanzó la cifra de 11.900 euros.
GALERÍA FOTOGRÁFICA
Río Güeña en la confluencia con el Sella |
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción en Cangas de Onís (su campanario pone muy nervioso a Saltín) |
Puente sobre el río Güeña |
GLOSARIO
Crónicas astures I: Legítima defensa
Crónicas astures II: El beso
Crónicas astures III: Ultraje
Crónicas astures IV: A contracorriente
Muy buena conversación con el salmón Saltín, nos has mostrado cómo se observa un pez dentro del río. Y en tu búsqueda de Ayalga nos cuentas otra nueva a ventura. Espero deseosa la siguiente entrega. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarLa vida de un salmón es sumamente complicada, por lo que a mí me contó de primera mano (o de primera aleta) Saltín, y quise trasladarlo aquí para que todos lo supierais ;)
Gracias por tu fidelidad con la serie.
Un besote.
Este salmón tiene bastante labia, cualquier le corta, jaja. Me ha parecido una manera original de mostrar algunas de las cosas que has aprendido en tu viaje, la verdad es que no sabía que quedaran salmones en nuestros ríos. Espero que los pescadores sigan la norma a rajatabla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarSí que quedan salmones en nuestros ríos, pero por lo que se ve cada vez son menos. Según me contaron esa pesca sin muerte no está siendo todo lo efectiva que se esperaba, aunque yo lo que creo es que más de uno se lleva un salmón a su casa. Vi demasiados pescadores por el Sella y no me creo que todos cumplan la normativa a rajatabla, pero seré yo que soy mal pensada.
Un abrazo.
Ay me encanta, he disfrutado mcuho.
ResponderEliminarEstos días estoy muy nostálgica de mi pueblo así que ver el Sella y el Güeña, donde mi madre y mi tío pasaron horas de su infancia y donde mi hermana y yo teníamos miedo a unas culebras que decían que eran Xanas, jejeje.
De la pesca sin muerte prefiero no opinar, jejeje.
Besos y está genial, de verdad.
Hola, Gemma.
EliminarNo sabía yo eso de que las culebras pueden ser xanas. Tenía que haber hablado contigo antes de ponerme a buscar a Ayalga, mi ignorancia sobre el tema me tuvo dando tumbos de un lado a otro, ja, ja, ja.
Me encanta que te encante, siendo tú de la zona. Espero reflejar bien el ambiente que por allí hay.
Un besote, guapa.
La escena de los ojos fijos, a primeras me ha dado un repelús y miedo infinito, :O
ResponderEliminarNo sabía lo de la pesca del salmón, ni tampoco lo de la prohibición; aunque de poco sirve si en parte se sigue tratando de la misma manera, que no te lo vayas a comer no significa que no hagas sufrir al animal, es quizás hasta peor, pobres.
Y vaya, vaya con las fiestecitas bajo el río, jajaja
Muy buena continuación, a ver que nos depara el siguiente capítulo. ¿Existirá el perdón? Espero que lleves algún amuleto por si acaso, ;)
Un besote enorme.
Hola, Irene.
EliminarLas fiestas en el fondo del río deben de ser antológicas porque el esfuerzo de remontar la corriente es grande, así que debe de compensar, ja, ja, ja.
Como le comento a Gerardo, yo vi demasiados pescadores por el río y eso me da idea de que muchos salmones, o bien porque no han sido devueltos al agua o porque no superan la captura, no sobreviven.
La próxima entrega será ya la última de estas crónicas y... bueno, ya lo verás si necesité un amuleto o no ;)
Un beso muy grande, guapa.
En León nunca ha habido salmones por razones obvias, pero cuando yo era niña, había muchos cangrejos. Tenía familiares que los pescaban y estaban muy buenos. Esos desaparecieron casi de un año para otro. Las truchas duraron más, pero ahora ya quedan pocas. Se pueden pescar, pero no se pueden comercializar de ninguna manera con lo que las que pescas te las comes o las tiras. Antes, los pescadores se las vendían a los restaurantes. Ahora los restaurantes tienen prohibido servirlas.
ResponderEliminarPero hablando de tu relato, qué frustración. Te has topado con toda clase de bicho raro, menos con Ayalga. En este caso, con un salmón saltarín que te ha servido para explicar algunas cosas de protección de especies que yo ignoraba. Creo que en Cantabria, solo en algún tramo de algún río se pesca sin muerte. En el resto de la comunidad van al plato.
Esperando quedo a conocer a Ayalga.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarPor lo que yo recuerdo cuando me hablaron del tema, en Cantabria también hay campanu, por lo que supongo no se puede comercializar nada más que el primer salmón de la temporada. Se supone, y siempre según lo que me contaron, que en Asturias y Cantabria todo el salmón que se consume no es de la zona (salvo el campanu, claro).
Ayalga se está haciendo de rogar pero ya solo queda una entrega, así que pronto tendréis noticias suyas.
Un besote.
Estoy pensando si con unos culines de sidra la cosa marcharía, digammos más suelta y la xana esa se une a la fiesta,... jajaja,... en fin me tienes asombrado (no se de donde sacas a estos personajes y a este ritmo se te acabará pronto el catálogo mitológico asturiano) y, sobre todo espectante,... no tengo ni idea por donde saldrás en la próxima entrega. Feliz domingo!
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarYa queda poquito para el desenlace, en la próxima entrega se acaba la serie, así que, efectivamente, ya no hay más personajes extraños. Volveré a donde empezó todo a terminar mi particular búsqueda. Se me acaba de ocurrir que podría haber titulado la serie "En busca de la xana perdida" :(
Gracias por tu fidelidad con la serie.
Un beso.
Un principio poético y perlado; un pez que habla y me recuerda al de un cuento mío “Chunchin” que ya te enseñaré y una xana que debió conocer a Jesús por aquello de los panes y los peces y que no adelanto quién me parece que es o debe ser, hacen de Cangas y Ribadesella un sito para reencarnese en salmón a pesar de las campanas.
ResponderEliminarEs raro que el salmón sobreviva dos veranos a su esfuerzo reproductor, pero entonces suenan las campanas de lo imposible y entonces Dios también existe pues me convertiré en la brisa de la mañana que besa a los abedules y acaricia a las xanas de tus escritos.
Besos.
Hola, Paco.
EliminarYo también creía que el salmón solo remontaba el río una vez en su vida para reproducirse y luego morir. Pero parece ser que el salmón macho del Atlántico, (el de los ríos asturianos y cántabros) es capaz de sobrevivir hasta en cuatro ocasiones una remontada a pesar del gran esfuerzo que supone esa proeza (me dijeron que recorren miles de kilómetros desde el océano hasta los lugares donde se aparean). De hecho, las hembras también pueden desovar más de una vez, lo que implica que remontan el río en más de una ocasión. Sin embargo, el salmón del Pacífico no es capaz de tanta remontada y solo lo hace una vez en la vida. Cuestión de resistencia y genética, supongo.
Gracias por tus palabras.
Un beso.
Hala, ahora es un salmón con quien te has encontrado.
ResponderEliminarMe parece súper original. Y además me estoy enterando de muchas cosas de las que no tenía ni idea, como eso de la pesca sin muerte.
Estupenda esta serie, de verdad.
Un beso.
Lucía
Hola, Lucía.
EliminarYa avisé que en mi viaje norteño me había encontrado con personajes muy raros, y creo que lo estáis comprobando.
En la próxima publicación ya verás con quién me encontré ;)
Un besote.
Desde luego la protagonista se ha convertido en una amiga de los animales jajaja, un lujo que le hablen y le cuenten sus miedos, bromas al margen me has hecho pensar en esa pesca sin muerte y en lo doloroso que puede ser ese anzuelo en la boca, pobres peces. Cuando he visto algún documental sobre salmones siempre me sorprende la determinación en ir río arriba, a pesar de todos los peligros con los que se encuentren, para aparearse y es que el instinto de la vida y la reproducción puede con todo. Me has hecho reír con esa escena de sexo de peces.
ResponderEliminarBesos
Hola, Conxita.
EliminarEntre que la protagonista habla con muertos y con animales... no sé yo quién la llamará antes para que colabore con ellos, el National Geographic o Íker Jiménez.
Lo de la pesca en general yo nunca lo he entendido, salvo para alimentarse por necesidad no veo yo qué entretenimiento hay en estar horas y horas esperando a que piquen. Si ni siquiera te vas a comer el pescado... entonces ya pierde todo el sentido.
Me alegra mucho que te esté gustando la serie, y también te agradezco el esfuerzo que has hecho para ponerte al día, eres un sol.
Un besote, guapa y que tengas una estupenda semana.
¡Qué capítulo tan simpático, Paloma! Con ese tono humorístico, hasta con tu propio nombre. Aunque las historias se pueden leer de manera independiente, me gusta mucho esas referencias y recordatorios que durante el relato nos llevan a anteriores entregas. Eso es saber manejar la información y dar una sensación de redondez a la serie. Como esa parte en la que el salmón se pone torete hablando de sus hazañas festivas, como el druida. Este tipo de recordatorios es muy importante para que la historia se compacte y tenga sentido. Añadir información constantemente, sin dar tregua al lector para asimilarla es de esas cosas que dificultan la lectura. Así que... ¡a disfrutar de la traca final! Deseando conocer a esa Xana de armas tomar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!!
Hola, David.
EliminarGracias por resaltar algo que a mí me resultó muy complicado, dar unidad a estas historias en principio independientes pero relacionadas entre sí. Como bien comentas es difícil no aturdir al lector (más si se hace por entregas separadas varios días entre sí) o dejarlo perdido y sin acordarse de algún personaje anterior. Como digo, es muy complicado.
También sé que una historia tan extensa es difícil llevarla en un blog. Este "experimento" me ha hecho reflexionar mucho sobre las virtudes y las limitaciones de este formato.
Gracias por tu constante apoyo, no te puedes ni imaginar lo que supone para mí.
A la xana ya la puedes conocer porque acabo de publicar la última entrega.
Un abrazo.
Me estás haciendo pasar unos ratos muy agradables con la lectura de tu relato por entregas. Y eso que no te gustan los relatos, jajaja.
ResponderEliminarMezclas estupendamente tu ya clásico estilo humorístico con descripciones que rozan lo poético.
Esta búsqueda de la Xana para cumplir con una palabra dada es muy encomiable, pero está resultando agotadora e infructuosa. A ver si en el próximo (y último, creo recordar) episodio vemos la luz al final del túnel (o del río, o del bosque) y podemos celebrar un final feliz para todos.
Un abrazo, Paloma.
Hola, Josep Mª.
EliminarMe alegra saber que estás disfrutando con esta serie y no te está cansando una historia tan larga.
En mi particular evolución "escritora" estoy probando registros nuevos, y me he dado cuenta de que algunas historias han de ser más extensas que otras, que deben tener un desarrollo más largo. En fin, etapas por las que voy pasando.
Muchas gracias por tu fidelidad con la serie. Si quieres ya puedes conocer el desenlace pues la última entrega ya está publicada.
Un besote.
No me está cansando para nada. Lo del agotamiento iba dirigido a la protagonista, tu alter ego, jeje.
EliminarEn cuanto pueda iré a leer la última entrega. Ahora te estoy escribiendo desde el móvil.
Un beso.
Tu comentario lo entendí, tranquilo. Creo que he sido yo la que no ha sabido expresarse bien.
EliminarSi digo lo de "cansarse" es porque sé que este tipo de relatos tan largos no suelen gustar en la blogosfera y eso es algo que me ha dejado preocupada pues como tú mismo has reseñado estoy empezando a escribir relatos que se puedan llamar así, relatos. Es decir, algo que supere las mil o mil doscientas palabras.
No te apures por leer la última entrega, sé que cuento contigo.
Un besazo.
hola! aparte que la caza o pesca me parece atroz, aprendi varios nombres ficticios o no que desconocia, y el relato nos engancha ! gracias, saludosbuhos, no estaremos por casualidad en tu bosque????
ResponderEliminarHola, búhas.
EliminarMe alegra saber que estáis enganchadas. De todas formas la historia ya está a punto de finalizar. Tan solo hay un capítulo más que ya está disponible.
Ojalá yo tuviera un bosque, pero de tenerlo me encantaría que lo habitaran los personajes de estas crónicas.
Un abrazo.
He estado algo desconectada de la vida bloguera y creo que llego bastante tarde a esta historia. Espero poder engañarme a la siguiente! Besos
ResponderEliminarHola, Erianod.
EliminarGracias por tu visita.
Un saludo.