Pestañas

19 de mayo de 2024

Se necesita monarca, absténganse las mujeres

 

Llevan muchos años viviendo en el mismo lugar, el que llaman Paseo de las Estatuas del parque de El Retiro; las dos están rodeadas de varones que no las dirigen la palabra por su condición de mujeres. Cabría esperar que esa situación las incitara a hermanarse, pero cada una está sumida en su propia historia y nunca se han comunicado entre sí. Sin embargo, una nueva compañera ha recalado cerca y las saca de su ensimismamiento; la recién llegada es habladora y dicharachera.

No está mal este sitio —comenta la nueva mirando a su alrededor—, hay mucha animación, nada que ver con el encierro forzoso en el que estuve hasta mi muerte; menudo rollo de convento. Dijeron que estaba loca. ¿Loca? La locura me vino de estar sola todo el santo día. Yo quería mucho a mi Felipe, esa es la verdad, y llevé muy mal su muerte; el muy imbécil le llevó la contraria a mi padre y este se lo cargó, contaron que fue por beber un vaso de agua fría después de jugar a la pelota. ¡Ja! En fin, que me quedé hecha polvo sin mi hermoso marido, pero de ahí a enloquecer… ¡Ay! ¡Perdón! No me he presentado. Me llamo Juana, ¿y vosotras?  

Las dos aludidas, aún aturdidas por la verborrea de su nueva vecina, se miran entre sí dudando si seguir la corriente a la recién llegada o permanecer en el mutismo en el que se encuentran desde hace casi dos siglos. Una de ellas, decide contestar.

Me llamo Berenguela, y ella —mira a su compañera— es Urraca. Encantada.

Un placer —responde alegre Juana.

No dicen nada más esperando que la nueva se contente con esa escueta presentación. Quieren marcar distancia, la tal Juana no deja de ser una advenediza, al fin y al cabo, pero su silencio no ejerce el efecto deseado porque ésta quiere saber más.

—Supongo que vosotras también sois reinas, de lo contrario no estaríais en este paseo entre estatuas de reyes, claro. Disculpad mi ignorancia, pero no os reconozco. ¿Dónde y cuándo reinasteis?

Una vez más es Berenguela quien decide hablar.

—Bueno, en realidad yo solo fui reina unas semanas.

—¡Anda! ¿Y eso? —insiste Juana que no se da por vencida ante respuestas tan breves.

—Fui heredera del reino de Castilla hasta que nació mi hermano Fernando, pero se murió antes que mi padre. Otro hermano mío más pequeño, Enrique, a pesar de tener solo diez años, heredó el trono cuando mi padre falleció. Cuando también murió y sin dejar descendencia porque tenía trece años, entonces ya me tocó a mí: no había ningún varón más para sentarse en el trono. No tuvieron más remedio —Berenguela comprueba que hablar le sienta bien y decide proseguir—. Cuando murió yo ceñí la corona, mas mi hijo Fernando ya era mayor y resolví cederle el gobierno. Es agotador tener que aguantar a tanto aristócrata poniendo en duda todo lo que yo decidía por ser mujer. Estaba hasta el último zafiro de la corona de aguantarlos. Así que solo fui reina durante un mes escaso.

Ante la mirada interrogante de Juana y hasta de Urraca que también se interesa en su historia de la que es completamente desconocedora a pesar de llevar tantos años juntas, Berenguela sigue hablando.

—En realidad, reiné mucho más, porque mi hermano Enrique, tan pequeño, no estaba para reinar nada y fui yo la regente.

—Yo fui reina 51 años —añade Juana—. Pero no reiné nada de nada, en realidad quienes mandaban fueron mi padre primero y mi hijo después. Dijeron que no estaba capacitada para gobernar y hasta que no me encerraron no pararon de conjurar contra mí.

—¡Hombres! ¡Mal rayo los parta! —exclama Urraca rompiendo su mutismo con un fuerte acento gallego—. Son una maldición para el gobierno, solo les interesan sus dominios y el poder, que las cosas se hagan bien les da lo mismo. Yo fui la mayor de los hijos de mi padre, el rey Alfonso VI de León, pero mi hermano Sancho, doce años menor que yo, fue el heredero, vinieron más hermanos después y siguieron siendo los candidatos a suceder a mi padre cuando Sancho murió con 15 años. Pero resultó que al fallecer mi padre todos mis hermanos habían muerto ya, solo quedaba yo y me tuvieron que reconocer como reina. Tienes razón, Berenguela, no tuvieron más remedio.

—Está claro que no son más fuertes, por mucho que presuman, su salud es pero que la nuestra, salta a la vista —tercia Berenguela—. Además, la afición por batallar añade más riesgo para morirse. Aunque nosotras tenemos las cuestión del parto, cuestión nada baladí.

—Siempre han de salirse con la suya —vuelve a intervenir Urraca, desatada después de tantos años callando—. Una vez convertida en reina, como ya era viuda y con dos hijos, quisieron que me casara de nuevo para que mi esposo reinara en mi lugar. ¡Qué desfachatez! Me casaron a la fuerza con otro rey, Alfonso de Aragón, un garrulo, un animal y un imbécil.

—El mío también era idiota, pero tan, tan guapo… —tercia Juana rememorando los pocos años que convivió con el hermoso de su marido.

—Menos mal que se anuló el matrimonio y me desembaracé de él —prosigue Urraca haciendo caso omiso de la intervención de Juana.

—¿Te repudió? ¡Qué desgraciado! —interviene Berenguela alucinada con la verborrea de su compañera de los dos últimos siglos.

—El matrimonio fue anulado por el papa porque dijo que éramos primos.

—No lo entiendo, por esa regla de tres no serían reyes la mitad de los que están aquí —añade Berenguela mirando a los compañeros que comparten con ellas el Paseo de las Estatuas.

—De todas formas, mi ex siguió tocándome las narices intentando anexionarse todos los territorios de mi corona —prosigue Urraca que parece haber tomado impulso con lo de hablar—. ¡Gañán! Pero no consiguió nada. ¡Desafiarme! ¡A mí! ¡Yo fui la primera reina de Europa! He batallado contra musulmanes y cristianos para defender hasta el último rincón del reino. Y el imbécil de mi ex que si me quiere quitar un condado, que si le corresponde una villa... me estuvo puteando durante años, y cuando mi hijo creció también me fastidió, esta vez por un obispo toca narices.

Ante la mirada interrogante de sus compañeras por la inclusión de un obispo en las cuitas del reino de León, Urraca prosigue:

—Por si no tuviera suficiente con el bestia de mi ex, el obispo de Santiago de Compostela también cuestionó mi reinado poniendo a mi propio hijo contra mí. Ese imbécil de Gelmírez, otro machirulo meapilas zampahostias…

—Vaya, veo que tuviste un reinado muy complicado —tercia Juana a la que, después de tantos años viviendo en un convento, le rechinan los exabruptos que está oyendo, más si salen de la boca de una mujer, por mucha razón que tenga ésta para insultar.

—Urraca, la Temeraria, me llamaron mis enemigos. Hazte una idea —contesta ufana la reina peleona—. Diecisiete años disputando con todo el mundo y simplemente porque era mujer. A muchos les molestó que en lugar de buscar el apoyo de un marido tomara como amantes a quienes, con sus mesnadas, podían defender mis posesiones. Hice de León un reino fuerte.

—Gracias a mí se unieron después Castilla y León —tercia Berenguela—. Dejé a mi hijo Fernando un reino igualmente fuerte y también grande.

—El que heredó mi madre Isabel para pasármelo a mí —añade Juana—. Ni siquiera mi padre, que la sobrevivió, pudo reinar en él, supuestamente claro porque me ninguneó de mala manera. Debí ser más fuerte, como vosotras, y pelear. Por desgracia no tuve coraje. En cambio, mi madre, esa sí que tenía muy claro lo de reinar, y redaños: lo suyo era suyo y lo de mi padre de él, por mucho que estuvieran casados cada uno era dueño de lo que aportaban al matrimonio.

—Separación de bienes lo llaman ahora —interviene Berenguela—. Se lo oí decir a unas chicas el otro día cuando paseaban por aquí.

—Pues hizo muy bien tu madre —añade Urraca—. Nosotras parimos nosotras decidimos.

—¿A qué viene eso? —pregunta Juana.

—Lo oigo cuando se manifiestan mujeres por aquí cerca. Me mola —Urraca contagiada con el habla de la ciudad pierde a veces el acento gallego.

—Ahora ya están cambiando las cosas —concilia Berenguela.

—¿Tú crees? —recela Urraca.

—He oído que la heredera al trono es una chica, Leonor creo que se llama.

—Pero porque no tiene hermanos —añade Juana—. Han pasado siglos y seguimos igual: las mujeres reinan cuando no hay hombres en la línea sucesoria.

—Debería ser por votación, sería lo justo ¿no creéis? —exclama Berenguela.

—¡Qué dices! Eso no es monarquía eso es… ¡República! ¡Quita, quita, mentecata! —la regaña Urraca—. Que reine el vástago mayor, sea del sexo que sea, esa debería ser la regla.

—Y con el respaldo de la representación popular en forma de comunidades que puedan rechazar los dictados del monarca si estos afectan negativamente al reino —añade Juana—. Eso es lo que pedían mis queridos comuneros y a los que yo no apoyé como debería. Cuánto hubiera cambiado la historia si hubieran triunfado y cuánta culpa tengo yo.

—No le des más vueltas, Juana. A lo hecho, pecho —la reprende Urraca pragmática—. Habrá que seguir esperando para que las cosas cambien a mejor.

—Pues me da que esto va para largo —añade Berenguela—. Tú reinaste en el siglo XI, yo en el XIII y Juana en el XVI, y las tres con el recelo de los hombres. Estamos en el siglo XXI y la sucesión sigue igual, prevalece el varón sobre la mujer. Ya ves, mucho «me too», mucho empoderamiento femenino y… «ná de ná». Esto es un asco.

—Paciencia, querida Berenguela —la tranquiliza Urraca—. Todo se andará. A nosotras lo que nos sobra es tiempo. ¡Somos estatuas!

—Y, además, —añade Juana— esperar aquí es muy entretenido.

 

 


 


 NOTA: Para la construcción del Palacio Real se elaboraron las estatuas de todos los reyes que gobernaron en la península ibérica, posteriormente se descartaron y se almacenaron por varios años. A mediados del siglo XIX se decidió reubicarlas en algunos lugares de Madrid la mayoría y también en Aranjuez, Burgos y Toledo. Las colocadas en Madrid fueron a parar a los jardines de Sabatini, a la Plaza de Oriente y al Retiro, en este parque se hallan en el llamado Paseo de las Estatuas. La correspondiente a Juana I de Castilla es la más reciente, no forma parte de ese primigenio grupo escultórico del Palacio Real, se colocó en el año 2022 como homenaje a una reina injustamente maltratada por la Historia y por sus más cercanos parientes, su padre el rey Fernando el Católico y su hijo el emperador Carlos V.


14 comentarios:

  1. Ay, Paloma, eres insuperable. Tan pronto te metes en las personas de los conquistadores, como en la de estatuas que representan reinas y lo haces desde el siglo XXI para darles la oportunidad de mezclar su historia con la actualidad viendo así el presente con la perspectiva del pasado. Y sí, nada se ha adelantado desde la reina Urraca hasta la heredera Leonor. Quiero pensar que si hubiera nacido un niño después de ella, la Constitución se habría cambiado para corregir ese desatino y que hubiera reinado el mayor de los hijos independientemente de su género. Al no tener hermanos no es necesario, pero no deja de ser dejar u asunto pendiente. esperemos que si Leonor tiene una hija lo primero, no haya ya problemas para que reine... aunque referiría que ni Leonor ni su descendencia reinasen. Y sí soy republicana, ja, ja.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Yo también me siento republicana, creo que por sentido común más que por ideología. No es lógico que en pleno siglo XXI la jefatura del estado recaiga en el hijo del anterior jefe, sin más mérito que ser el descendiente.
      Si a esto, encima, le añadimos que las mujeres reinan solo cuando no hay varones en la sucesión la cuestión ya es casi troglodita.
      Sabes que me encanta el Retiro, suelo pasear a menudo precisamente por el lugar donde se encuentran estas reinas y me llama la atención lo "solas" que están, hay mogollón de estatuas y todas, salvo Berenguela y Urraca (la de Juana es de ahora), son hombres. Es cierto que hemos tenido dos reinas más (las dos Isabel, la Católica y la segunda). La Católica tiene estatua pero está en uno de los jardines del Palacio Real, no hace compañía a las demás.
      En cualquier caso, siguen siendo muy pocas comparadas con el resto de los monarcas.
      Me alegro de que te haya gustado esta reivindicación monárquica.
      Un beso.

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  2. Pues como era de esperar, sin duda. El Rey era una figura masculina, sin mas.

    Un buen post, muy interesante. Un abrazo

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    1. Gracias, Albada, por la lectura y el comentario.
      Un abrazo.

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  3. Unas conversacones muy elocuentes y entretenidas. Las pobres necesitaban desahogarse y bien que lo han hecho. Lástima que lo/as paseantes no puedan oirlas. La historia de esas tres reinas ha quedado en el olvido, como otras muchas cosas acaecidas hace siglos, por importantes de fueran. Y sí, muchas cosas habrán cambiado desde entonces, pero la base de la monarquía sigue siendo la misma. Lo curioso es que todavía siga existiendo en una sociedad moderna y democrática como la nuestra.
    Te has vuelto a lucir, con este relato tan interesante como divertido.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      A mí también me parece la monarquía algo desfasado y muy rancio. El problema en este país es que se asocia república con la guerra, aún quedan muchas heridas sin cicatrizar y algunos se aferran a la monarquía, no por afinidad, sino en la creencia de que es un sistema de gobierno más estable. Es lo que hay.
      No creo que ni tú ni yo veamos un sistema republicano en España, pero tus nietas y mi hija... puede que sí.
      Como le comento a Rosa, paseo a menudo delante de las estatuas de esas reinas y me da cosita verlas tan solas rodeadas de tantos hombres. Desde hace tiempo tenía en mente escribirlas algo, ja, ja, ja.
      Un beso grande.

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  4. Hola, Paloma.
    Es que mira que se te da bien el humor unido a la historia, de verdad que me muero de la risa.
    Personajes totalmente visuales, con una personalidad tan bien definida, que hasta he hecho voces. Claro que sí, por Berenguela, de tanto en tanto sienta bien hablar, soltar todo lo enquistado. Y Juana, erre que erre con su hermoso Felipe, ja, ja, ja
    Me ha encantado la hermandad que has creado entre los personajes.
    Espero que todo cambie, que el resto solo somos mortales, :)
    Un beso.

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    1. Hola, Irene.
      Era de esperar que tener tanto rey alrededor y siendo ellas las excepciones al sistema de sucesión, se hicieran amigas, tarde o temprano.
      Gracias a este relato me he enterado de cuántas cosas hicieron estas mujeres y qué poco se las tiene en cuenta. De hecho, a esta Urraca del parque yo la confundía con otra que nunca llegó a ser reina (y que también era la primogénita) lo que me llevaba a confusión porque no entendía qué hacía en ese paseo de reyes. Al documentarme salí de mi error.
      Me alegro de que hayas disfrutado con este relato cien por cien inventado y cien por cien real, ja, ja, ja.
      Un beso.

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  5. ¡Hola, Paloma! Serías única como profesora de Historia. Tu manera de narrarla, sirviéndote de la ficción para hacerla amena es impagable. Yo, de joven, era más republicano que ahora. Viendo el percal político y el enorme coste que nos supone cada convocatoria electoral casi mejor la monarquía, así nos ahorramos tiempo, dinero y las gilipolleces que se soltarían en la campaña. Y total, para lo que sirve un rey o un presidente de la República... pues eso. Un abrazo!!

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    1. Hola, David.
      Como le comento a Rosa, yo me siento republicana no por ideología sino por coherencia. No es natural que la jefatura del estado recaiga en el descendiente del anterior jefe sin más mérito que la suerte de ser hijo de.
      Tienes razón que elegir en las urnas no es garantía de nada, a la vista está el resultado con los gobiernos que nos caen encima, pero al menos si salen ranas se les puede quitar (más o menos) y poner a otro (probablemente igual de torpe y/o sinvergüenza).
      De todas formas, en España se asocia república con guerra e inestabilidad y no veo factible ese sistema de gobierno a medio plazo, aunque sigo pensando que sería lo más coherente.
      La Historia me empezó a gustar cuando dejé de estudiar y leí novelas históricas dándome cuenta de que la historia se podía contar de manera amena y no como me la enseñaron en el colegio (una retahíla de fechas, datos y nombres). De haberlo sabido antes, quién sabe, lo mismo no me había decantado por ciencias y había dirigido mis intereses a esta rama del saber.
      Un abrazo, David.

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  6. En busca de entretenimiento siempre es bueno encontrar un relato sobre historia con el buen humor de una buena amiga, la verdad, leerte me he reido y también he recordado cosas y he aprendido historia, y es que aprender algo con sentido del humo rno es incompatible con ello, gracias Paloma por este relato tan chulo.
    Y ese lugar de las veces que he ido a Madrid no lo he visitado, de modo que tomo nota, che tengo que seguir descubriendo Madrid.
    Un beso grande, y aquí seguimos aguantando mientras ella aguanta fuerte, ha vuelto a superar un covid, que yo creia que se la llevaba por delante, pero ahí esta, aguantando, fuerte y con ánimo con su bastón para salir a la calle, admirable, es increible.

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    1. Hola, Tere.
      Como no vengas pronto a Madrid, la lista de lugares pendientes de enseñarte se va a convertir en un cuaderno de muchas hojas, ja, ja, ja.
      Me apunto el paseo de las estatuas del Retiro como lugar donde llevarte cuando vengas.
      Un beso y mucho ánimo.

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  7. Paloma contigo siempre aprendo algo de historia y con ese humor con que lo cuentas, ni te cuanto cuanto me he reido. Eres increible. Un abrazo.

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    1. Gracias, Mamen. Sabes que, aunque utilice el humor, lo que cuento es rigurosamente cierto; bueno, lo de que las estatuas hablen no, pero lo que les ocurrió en vida, sí.
      Un beso.

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