Pestañas

11 de julio de 2022

Sana, sana, colita de rana (Segunda Parte)


 Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur Nomen Tuum. Adveniat regnum tuum, fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.

Mientras Álvar posaba las manos sobre la cabeza del indígena que yacía en un catre, el resto de los habitantes del pequeño poblado guardaba un silencio reverencial tan solo roto por la voz del barbudo curandero rezando en latín.

Tras terminar la oración, Álvar se incorporó y se dirigió a la compañera del enfermo.

Hierbe en agua las hojas de esta planta dos veces al día y dale de beber la infusión, verás cómo irá mejorando. Yo vendré a rezar mañana. No temas, mujer.

Gracias, sanador, desde que estás aquí el ritmo del corazón se ha apaciguado. Que los dioses te acompañen siempre respondió ella bajando la cabeza y besando las manos de Álvar.

—Son la Virgen y Nuestro Señor quienes lo consiguen replicó él haciendo la señal de la cruz sobre la indígena—. Yo solo soy su humilde instrumento.

Tras dejar a la mujer al cuidado del enfermo, el jefe de la tribu se acercó a Álvar.

—No sé qué mal hemos hecho, pero hay varios enfermos en el poblado. Gracias por recalar en nuestro pobre hogar para sanarnos. Pídeme lo que quieras y te lo daré si está en mi poder.

—Un mapa cristiano no estaría mal como pago —respondió en español Estebanico que, junto a Alonso y Andrés, había asistido a la escena final.

—Calla de una vez —le reconvino también en español Álvar—. Gracias a las atenciones de esta buena gente estamos vivos, no seas quejica. Acércate a la choza de la izquierda y rézales una avemaría, luego iré yo y prepararé una tisana para la tos de la anciana que desde aquí la oigo toser.

—Sabes que los rezos no hacen nada, ¿verdad? —intervino Alonso—. Si no fuera por tus conocimientos de las plantas que por aquí crecen, esta gente estaba más que muerta de sus achaques.

—Claro que lo sé, Alonsillo. Pero debemos hacernos valer; que crean que nuestros rezos tienen poderes curativos nos procura una calidad especial sobre los demás curanderos. Parece mentira que después de tantos años no te hayas dado cuenta. Jefe Nitchuá, no te preocupes por nosotros —se dirigió al indígena volviendo a la lengua náhualt[1]—, con que nos proporciones un lugar tranquilo para reponer fuerzas es suficiente.

—Y algo de oro —replicó Estebanico otra vez en español.

Tras acomodarse en una de las mejores chozas que la tribu tenía, los cuatro expedicionarios comieron fruta que los nativos les habían servido en unos cuencos.

—Está buena esta… cosa —dijo Andrés mientras daba cuenta de un fruto oleaginoso con un gran hueso en su interior.

—Se llama ahuacatl[2] —respondió Alonso—. Sí que está bueno, sí. Deberíamos cultivarlo.

—¿Antes o después de irnos de aquí? —rezongó malhumorado Estebanico—. Lo que deberíamos es pensar en regresar con los nuestros. Ya estoy harto de vivir entre salvajes.

—Pues yo no echo en falta nada —contestó Alonso—. Desde que este —señaló a Álvar— curó de esa herida tan fea a aquel guerrero pima [3]nos reciben a cuerpo de rey por donde vamos: tenemos comida, alojamiento, mujeres… y todo por rezar en latín, igual que si fuéramos curas.

Las sonoras carcajadas de Alonso sacaron de su ensoñación a Álvar que estaba rememorando el momento al que aludía su compañero. La punta de flecha que tenía clavada aquel pima estaba alojada muy cerca del corazón, extraerla sin matar al herido casi fue un milagro, puede que los rezos algo tuvieran que ver porque ni él mismo creía que su pericia fuera tan buena. La noticia corrió como la pólvora y su fama de curandero era conocida en miles de millas a la redonda.

 Antes de aquello, tuvieron que vivir momentos muy duros. El río por el que ascendieron resultó ser un lugar peligroso lleno de corrientes profundas y fuertes, con remolinos que succionaban todo lo que se ponía a su alcance. Realmente era un río muy bravo. Afortunadamente consiguieron escapar de una muerte segura cuando se desviaron en uno de sus afluentes, los nativos lo llamaban Sinaloa, donde la corriente era menor, aunque tampoco nada desdeñable.

 Ocho años llevaban recorriendo aquel vasto territorio que no tenía fin. Álvar nunca pudo imaginar que vería lugares y gentes tan asombrosos: indígenas ataviados de las formas más llamativas que uno pudiera pensar, con costumbres y ritos variopintos que él iba anotando en un cuaderno de viaje[4]; praderas infinitas donde los pastos llegaban hasta donde la vista alcanzaba, sin una sola montaña alrededor, y donde pacían unos animales imponentes y majestuosos parecidos a los toros, pero con una joroba en el lomo[5].

Realmente Álvar había descubierto muchos pueblos y lugares, su afán de conocer había sido más que saciado, pero añoraba su tierra, estar rodeado de gente afín, no solo de Alonso, Andrés y Estebanico. Sí, ya era hora de pensar en volver.

—Puede que tengas razón, Estebanico. Es hora de regresar a casa.

—Pero, hasta ahora no hemos encontrado una ruta que nos lleve a Nueva España, y mira que lo hemos intentado —replicó Alonso al que la idea de volver no le hacía demasiada gracia porque su mirada azul y su largo pelo rubio hacían estragos entre las nativas que le dedicaban mejores y más intensos favores que al resto de sus compañeros.

—Tendremos que prestar más atención a lo que nos dicen los pobladores de esta zona. ¿Os habéis fijado que hace unas semanas, en aquel poblado a la orilla del río Sinaloa, sus gentes no se extrañaron al vernos? Normalmente se asustan cuando ven nuestras barbas y los ojos claros de Alonso, pero allí no. Eso demuestra que han visto a alguien parecido a nosotros. Deberíamos tirar por ahí.

—Eso en realidad no demuestra nada —insistió Alonso mientras daba una calada a su pipa.

—A ti lo que te pasa es que te has aficionado a fumar, el humo no te deja pensar con claridad. Esa planta no puede ser buena —dijo Estebanico al que las objeciones de Alonso ya le estaban empezando a fastidiar.

—¿Esto? —respondió el aludido señalando su pipa—. Esto no es malo. Al contrario, esto quita todos los males —aspiró el humo cerrando los ojos.

—No lo parece cuando toses por las mañanas —recalcó Andrés al que, al igual que a Estebanico, le parecía que Alonso estaba demasiado pendiente de su pipa, de hecho, cuando se le terminaba el tabaco se ponía de muy mal humor.

—Descansemos esta noche y mañana emprendemos camino al poblado del río —zanjó la discusión Álvar.

Al día siguiente y después de rezar el avemaría prometido al nativo con problemas cardiacos y tras asegurarse que las tisanas de moyotli[6] le estaban haciendo efecto, se despidieron del jefe Nitchuá y embarcaron río arriba.

Cerca del poblado al que había hecho referencia Álvar, encontraron un indígena que llevaba puesto un morrión.

—¡Por las barbas de mi abuelo! —dijo Estebanico saltando de alegría—. ¿Dónde has conseguido eso? —añadió en náhualt.

El indio les indicó un lugar cercano, al otro lado del río. Según sus explicaciones por ahí estaban acampados más barbudos como ellos.

—No nos hagamos ilusiones, lo mismo son más almas perdidas como nosotros… —añadió sin mucha convicción Alonso que ya empezaba a añorar la buena vida que tenía y que, probablemente, no mantendría cuando estuviera rodeado de compatriotas.

En el lugar que el nativo les indicó encontraron un campamento de expedicionarios españoles procedentes del asentamiento de Culiacán[7]. Tras ser recibidos como los náufragos perdidos que eran, y con el asombro debido por tantos años de vagar por tierras desconocidas, los cuatro compañeros se volvieron a vestir con las ropas que ya les parecía pertenecían a otra vida.

El capitán de la expedición acogió en su tienda a Núñez Cabeza de Vaca.

—Vive Dios que vuestra odisea es digna de ser registrada en los libros de historia.

—Bien creí que nunca nadie sabría de mis vivencias pues más de una vez pensé que entregaría mi alma rodeado de extraños y sin dar fe de lo vivido a alguien que pudiera contarlo a mis iguales —respondió Álvar saboreando la copa de vino tinto que el capitán le había ofrecido.

—Seguro que el rey, nuestro señor, os dará prebendas y buenos dineros para que descanséis en vuestro Jerez natal, porque ya se os habrán quitado las ganas de explorar —rio el capitán brindando con su invitado.

—No sé si daros la razón, señor. La verdad es que vi tan grandes cosas y tan singulares que… puede que mi Jerez natal me resulte demasiado pequeño. Ahora que ya he visitado el norte tengo curiosidad por saber qué hay al sur.

—¿Estáis seguro de querer seguir pasando penalidades? Hay muchos peligros en estas tierras dejadas de la mano de Dios.

—Bueno, si vienen mal dadas… siempre puedo dedicarme a ser curandero. Y a rezar.


FIN



Recorrido de Núñez Cabeza de Vaca en su primer viaje a América.

 


NOTA: Álvar Núñez Cabeza de Vaca regresó a España y fue nombrado adelantado. Tres años después se volvió a América; su segundo viaje le llevó al sur del continente.

 

 




[1] Lengua del noroeste de México.

[2] Aguacate en náhualt.

[3] Grupo indígena de Sonora (México).

[4] Álvar Núñez Cabeza de Vaca recogió las primeras observaciones etnográficas sobre las poblaciones indígenas del golfo de México, escribiendo una narración titulada Naufragios, considerada la primera narración histórica sobre los territorios que hoy corresponden a Estados Unidos.

[5] Bisontes o búfalos americanos.

[6] Planta con propiedades cardiotónicas.

[7] Noroeste de México.

9 comentarios:

  1. Eran conquistadores muy valientes, porque si bien descubrieron el tabaco, seguro que lo pasaron muy mal con las enfermedades e insectos de esa zona.

    Muy imaginativo, pero cercano, sin duda a algunas aventuras que se dieron en tan extenso viaje. Un abrazzo

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    1. El itinerario de este hombre es para alucinar, y la manera de sobrevivir también. Cuando vienen mal dadas hay que echarle ingenio para salir adelante y a esta gente eso no le faltaba.
      Desde luego el tabaco no era lo más peligroso a lo que se tuvieron que enfrentar, aunque a largo plazo también les hizo daño.
      Un abrazo.

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  2. Sé tan poco de esta parte de la Historia, que más allá de nombres que me suenan, poco recuerdo de las andanzas de estas gentes que estudié en el colegio. Es por eso que tus Crónicas del Descubrimiento me están resultando tan interesantes. Imagino que, aparte de que sabes mucho más que yo, te estarás teniendo que documentar a fondo.
    Por cierto, ¿se terminó Sana sana... u olvidaste poner continuara...?
    Un beso.

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    1. A mí me sonaban cosas, pero al documentarme más detenidamente he flipado en colores. Yo también estoy aprendiendo con estas crónicas porque indago más en la vida de estos hombres que, con sus abusos y sus glorias, tuvieron experiencias de lo más llamativas.
      El tema de Cabeza de Vaca ya se ha acabado, no se me olvidó poner 'continuará', lo que se me olvidó fue poner 'fin' (ya está subsanado). Es cierto que este hombre hizo otro viaje y anduvo de exploración por el sur de América, pero comparado con lo que pasó en el norte no tiene demasiado interés o, al menos, no es tan llamativo.
      Después del verano (a ver si pasan estos calores que me tienen medio catatónica) seguiré con otros conquistadores porque hay mogollón y todos con historias interesantes.
      Un beso.

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    2. Bueno, si sigues con otros conquistadores, te perdono que dejes a Cabeza de Vaca, ja, ja.

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  3. Me ha encantado esta segunda parte que, aunque desprovista del tono humorístico que has venido empleando, refleja e ilustra perfectamente las penalidades y andanzas de aquellos intrépidos conquistadores. También nos muetras cómo el empleo de rezos fueron un acicate en el ejercicio del curanderismo y cómo algunos acabaron estimando aquellas tierras tan fértiles y los asombrosos descubrimientos que hicieron sin pretenderlo.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      A esta gente hay que reconocerle que tenían ingenio porque, de lo contrario, se los comían vivos (algunos, literalmente). Abusos aparte, le echaron valor y lo que pasaron fue casi de traca. Quién le iba a decir a Cabeza de Vaca cuando salió de España que iba a ser curandero once años, ni loco se lo hubiera imaginado.
      El tono humorístico y el esperpento lo reservo para una publicación donde haré referencia a cómo se ponían nombres a los sitios (aunque ya he ido dejando alguna miguita), ya verás, ya.
      Un besote.

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  4. Hola Paloma, me ha gustado este escrito y el anterior( que acabo de leer). Un beso y feliz verano.

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    1. Pues alegría que me das. Cuando escribo lo hago porque me divierto, pero lo comparto para que me lean; saber que gusta siempre es un acicate importante. Muchas gracias, Pura.
      Un besote grande y pasa también un buen verano.

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