Asisto fascinada y espantada a partes iguales a las erupciones volcánicas en La Palma. Una isla que adoro y que he visitado en muchas ocasiones.
He paseado por sus senderos, me he internado en sus bosques y en sus cráteres. He recorrido la llamada Ruta de los Volcanes, un camino que discurre muy cerca de la grieta que se ha abierto el pasado domingo. Todas las fotos que aquí aparecen son de esa isla bonita y muchas están tomadas cerca de donde ahora la lava arrasa todo a su paso.
Sufro por las pérdidas y la devastación que están soportando los palmeros. Toda mi solidaridad con los vecinos, gente dura, afable, fuerte, acostumbrada a soportar penalidades y que, una vez más son víctimas de la naturaleza.
Recupero un texto que escribí hace años durante una de mis estancias en La Palma, asomada al balcón de la casa donde me alojé en aquella ocasión. Con este relato pretendí mostrar la orografía y el carácter de los habitantes de una isla especial y muy querida por mí. Con este recuerdo intento paliar la angustia que me generan las imágenes que me llegan de la isla que me robó el corazón desde el primer día que estuve allí.
DESDE MI BALCÓN
Desde mi balcón observo montañas milenarias que nacieron cuando la
Tierra vomitó sus entrañas de fuego, cenizas y lava. Cicatrices del nacimiento
de una era, cuando la vida no existía. Heridas aún no cerradas, que siguen sangrando debajo de la tierra y que escupen a la superficie, cada cierto tiempo, sangre en forma de lava incandescente.
Desde mi balcón observo las nubes que sobrevuelan el océano y que
al llegar a las cumbres solitarias se demoran en sus cimas regalando el agua
que propicia la vida creando bosques de laurisilva, reliquias vivientes de
vegetación extinguida en el resto del planeta.
Desde mi balcón observo las estrellas en una noche oscura donde sólo la luz de astros celestes muy lejanos se deja ver. Luces que nos recuerdan cuán insignificantes resultamos, qué poco somos en la inmensidad de ese cielo cuajado de cuerpos luminosos. Desde mi balcón el cielo estrellado se muestra más limpio y en todo su esplendor.
Desde mi balcón observo el mar que vive un desencuentro perpetuo
con las rocas. Se acerca a ellas para luego alejarse enfadado, violento, en
continua agitación. Aguas revueltas que, quizás contagiadas del paisaje abrupto
de la costa, se muestran amenazadoras.
Desde mi balcón observo una costa negra, como el corazón de la Tierra, que vierte arena oscura en sus playas. Un constante recuerdo de épocas tenebrosas cuando todo se estaba originando y todo estaba por aparecer.
Desde mi balcón observo los pobladores de esta tierra
ingrata que los agota y maltrata, que les exige hasta la última gota de sudor
para recolectar sus frutos. Habitantes duros, pero dulces en el hablar y en el
sentir. Desde mi balcón oigo un acento suave, amoroso, que recuerda al que se
oye al otro lado del mar. Oigo palabras con una cadencia que arrulla, que acoge
al forastero haciéndole sentirse en casa.
Desde mi balcón observo el océano que despidió a las tres
carabelas de Colón en su última parada en tierra conocida antes de llegar a un
mundo nuevo. El mismo océano que durante siglos ha despedido a los habitantes
de estas tierras en busca de una nueva vida en ese otro mundo.
Desde mi balcón respiro el aire cargado de agua, lluvia horizontal que vuelve la realidad irreal. Desde mi balcón contemplo paisajes únicos de un sitio especial; un lugar privilegiado al que me asomo todos los veranos y cuando regreso a mi rutina, a mi vida diaria, solo deseo asomarme un año más y observar todo otra vez desde mi balcón.
GALERÍA FOTOGRÁFICA
Desde mi Morada te leo y trato de imaginar y sentir todo lo que nos cuentas .
ResponderEliminarQue maravilla de relato. Y que imagenes.
Gracias, saludosbuhos!!
Gracias, Búho.
EliminarUn abrazo.
Maravillosa tierra canaria que se ve ahora azotada por la ira de la madre naturaleza. Yo también quiero expresar mi solidaridad y cariño hacia todas sus gentes que ahora se ven sumidas en esta gran desgracia.
ResponderEliminarEl relato es precioso, Kirke. Un bonito homenaje
Un abrazo grande
Qué pena y qué impotencia siento cuando veo lo que está pasando en esa preciosa isla. Pero los habitantes ya saben perfectamente que lo que está ocurriendo puede pasar, y ha pasado. Tremendo el poder y la fuerza de la Naturaleza.
EliminarUn abrazo, Rita.
Un bonito homenaje a los palmeros que hoy en día están sufriendo mucho. Es una isla que quiero visitar ya que me contaron que era una isla preciosa. Un abrazo.
ResponderEliminarMe temo que vas a tener que esperar bastante para visitarla en condiciones, al menos no te la vas a encontrar como la conocí yo. La parte occidental de la isla, donde está la erupción, es la más rica y más fértil en cuanto a cultivos (sobre todo de vid) porque es la que más sol recibe, así que ver esa zona toda cubierta de lava, o sea, pura, purita roca.
EliminarUn abrazo.
Hola Paloma. Sin comentarios
ResponderEliminarGracias, Pura.
EliminarResulta un texto bellísimo y muy poético, por no decir que es poesía, pues expresa con gran sensibilidad los sentimientos más profundos y sinceros ante la observación de la naturaleza en estado puro. Comprendo que lo que está viviendo la isla de La Palma te haya hecho recordar este escrito que le dedicaste hace años.
ResponderEliminarUn beso.
Me duele ver cómo se están destrozando las vidas de muchos palmeros, las ilusiones y el esfuerzo de tanto trabajo, sin embargo, ellos son conscientes del riesgo que corren, aunque creo que siempre queda la esperanza de que se puedan librar, pero está claro que la naturaleza no perdona y sigue su curso.
EliminarMe da mucha pena por ellos, por los habitantes, pero esa isla orográficamente es tan bonita gracias a la actividad volcánica.
Un besote, Josep Mª.
Un escrito precioso que se hace más emotivo por lo que está sucediendo en la isla. Es algo esperable. Es una isla volcánica que existe gracias a la lava que la forma, el suelo que pisan sus habitantes y los visitantes lo formaron otras erupciones. El volcán da y el volcán quita. Es triste y siento desolación al ver esas casas y esos barrios que van a ser devorados por la lava, y al pensar en los que hasta hace poco los habitaban y ahora lo pierden todo. Espero que pronto encuentren acomodo en una isla que será la misma, pero será distinta. Y así hasta que de nuevo...
ResponderEliminarUn beso.
Los canarios están acostumbrados a lo largo de generaciones a abandonar sus domicilios cuando el volcán pertinente les echa de allí. Lanzarote se quedó casi despoblado cuando del Timanfaya se puso a escupir lava, algunos se acomodaron en las islas aledañas y otros se fueron a América. En la propia La Palma, cuando la erupción de los años cuarenta, me dijeron que hubo una emigración importante de palmeros a Venezuela, así que esto no les pilla de sorpresa, aunque es igualmente duro.
EliminarUn besote, Rosa.
Qué bonitas palabras y las fotografías... La Caldera de Taburiente es uno de los parques nacionales que me gustaría visitar, de hecho estoy esperando a que mis hijos crezcan un poquito para lanzarnos a la aventura. Vivir en el paraíso tiene un peaje, me temo, aunque lo peor es cómo se está haciendo de esta desgracia un espectáculo que llena telediarios, periódicos, etc. Se ha dejado de lado la parte didáctica (comprender los volcanes, dar a conocer la idiosincrasia de la isla, etc.), que era lo interesante y se ha puesto el foco en el morbo. Una pena. Espero que la gente de La Palma pueda rehacerse pronto, con la ayuda de todos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es vergonzoso el tratamiento mediático que se está haciendo, la carnaza que vende desgracias y llantos. Estoy más que indignada, y de los turistas que están yendo allí... ya ni te cuento. Confieso que me encantaría presenciar in situ esa erupción, con la tranquilidad de que mi hogar y mi vida no está en riesgo porque vivo muy lejos de allí, pero nunca se me ocurriría ir allí a molestar a los servicios de emergencias, a incomodar a los vecinos que lo están perdiendo todo. Los que acuden allí a hacerse fotos, me parece de una insensibilidad supina, y de un egoísmo mayúsculo, pero ya sabemos que ahora impera el mirarse el ombligo.
EliminarNo sé qué edad tienen tus hijos, pero si están acostumbrados a hacer senderismo van a disfrutar muchísimo. Mi hija fue por primera vez a La Palma con ocho años y ya hizo alguna excursión (una que iba por unos túneles excavados en la roca, la ruta de Marcos y Cordero, que creo ya no se hace) y se lo pasó bomba. Con nueve o diez años (no recuerdo bien) ya se hizo la Caldera de Taburiente y la Ruta de los Volcanes, esta última en condiciones muy duras porque hizo bastante calor, aun así se portó muy bien y disfrutó mucho. También hay rutas muy fáciles y más cómodas como el bosque de los Tilos o pasear por el Roque de los Muchachos... En fin, no te doy más el rollo, porque si me pongo a hablar de recorridos palmeros me vengo arriba y no termino.
Un abrazo, Gerardo.
¡Hola, Paloma! Maravilloso texto, con mayor valor si cabe al ser escrito antes de la erupción del volcán. La Naturaleza muestra su doble cara, por un lado, ese paraíso se forjó por las mismas llamas que hoy lo están destrozando. El ciclo de vida-muerte, creación-destrucción del que se sirve la Naturaleza para mostrar que la vida nunca es algo estático, para mal, pero también para bien. Coincido con tu comentario anterior, la prensa es vergonzosa, de hecho internet mató el periodismo de calidad en pro del burdo sensacionalismo y más ahora que el coronavirus parece que no les ofrece suficiente chicha. Un abrazo! Ah! Tu foto allí arriba es impresionante.
ResponderEliminarHola, David.
EliminarLa espectacularidad de los paisajes palmeros es el fruto de la actividad volcánica. Para bien o para mal, como tú mismo comentas.
En uno de nuestros viajes a esa maravillosa isla, mi marido y yo fantaseamos con comprarnos una casa allí y, medio en broma medio en serio, comentamos que saldría muy caro el seguro porque eso de vivir debajo de un volcán era muy arriesgado; y es que toda la isla es un volcán, y está activo y puede surgir y explotar en cualquier momento como lo lleva haciendo desde el domingo pasado.
De los medios de comunicación y de los turistas oportunistas prefiero no comentar más porque me enciendo y me cabreo mucho.
La foto que te ha impresionado está tomada en las inmediaciones del Roque de los Muchachos, situado al norte de la isla y desde donde se puede verla entera. Es un lugar mágico y espectacular.
Un abrazo.
Y ahora desde el balcón de los televisores vemos explotar el "cumbre vieja" que no deja de ser todo un espectáculo, a la par que tragedia para los que sufren actualmente las consecuencias en sus propias carnes.
ResponderEliminarLa vida ha de continuar; lo hicieron también los pompeyanos sobrevivientes.
Besos.
En la erupción de los años cuarenta hubo una salida importante de palmeros hacia Venezuela porque se quedaron sin nada. Esto que está pasando no es nuevo, aunque algunos parece que les haya pillado a contrapié. Es cierto que la erupción de los años setenta, cuando se formó el volcán Teneguía, fue en la zona más al sur de la isla, donde no había apenas población y no tuvo demasiada repercusión, pero ahora ha salido un volcán nuevo en una zona poblada y llena de cultivos así que la devastación es mayor, además de que este nuevo volcán es mucho más potente que el último que se formó.
EliminarCumbre vieja es la montaña, en ella hay ya varios volcanes, como el San Juan que es el que se formó en los años cuarenta y este nuevo del domingo que aún no tiene nombre y que se supone se lo pondrán los palmeros (yo les propondría llamarlo "filiputi" por la que está liando).
Un besote.