Ayer me incorporé a un club literario virtual donde varios adictos a esto de escribir se reúnen cada dos semanas para compartir escritos e impresiones. En cada reunión se elige un tema o un estilo narrativo como base a la hora de escribir el relato correspondiente. El de ayer era LA SOLEDAD. Aquí va lo que me salió a mí.
La SOLEDAD es mala compañera.
Hasta mi madre me lo dijo, pero qué quiere que le diga a usted, yo nunca fui de
hacer caso a los demás, ni siquiera a mi madre, que era una santa.
En el colegio ya me decían que
era un raro porque no me juntaba con nadie; no era de hacer amigos, esa es la
verdad. Tan solo el Pecas se acercaba a mí, pero es que era bizco, sabe usted,
y yo era el único que no le insultaba ni me burlaba, más por no hablar que por
no ofenderle, no se vaya a usted a creer, y él se venía conmigo para estar
tranquilo.
Sí, siempre he sido raro. Hasta
me llevaron al médico cuando era chaval, y me dieron unas pastillas, pero como
me atontaban mucho dejé de tomarlas. Pero eso no tiene nada que ver, la culpa
de todo ha sido de la SOLEDAD, ya lo vengo diciendo desde hace tiempo. Se lo
dije a los dos musculitos que llegaron a mi casa, que, por cierto, vaya manera
de aporrear la puerta, que no eran horas para andar haciendo tanto ruido, las
dos de la mañana y unas voces… ¡Policía Nacional! gritaban. Un escándalo. Con
llamar al timbre hubiera sido suficiente, pero ellos no, venga a gritar y todos
los vecinos al loro, claro, como para no salir a la escalera a ver qué pasaba.
Yo hubiera hecho lo mismo, pero bastante tenía con ponerme el chándal encima
porque estaba en pelotas, sabe usted, por eso tardé tanto en abrir, bueno por
eso y por culpa de la SOLEDAD, que es la responsable de todo este malentendido,
fíjese lo que le digo.
Después de que me esposaran, de
muy malos modos, las cosas como son, y en el coche patrulla, les insistí a los
polis que todo era culpa de la SOLEDAD, pero ellos ni caso, oiga. Que si era
mejor que estuviera calladito y no sé qué de que si conocía a un abogado, me
decían. Pero qué abogado ni qué abogada, no me conozco a mis vecinos, que son
todos una panda de ignorantes, voy a conocer a un abogado. Desde luego, es que
tiene unas cosas la policía.
En la comisaría también les dije
a los compañeros de los dos energúmenos que me llevaron de mi casa que toda la
culpa era de la SOLEDAD, pero igualmente pasaron de mí. Me hicieron fotos; que
estaba yo para fotografiarme, todo despeinado y sucio, con barba de una semana
y salpicaduras de sangre por toda la cara. No me dejaron ir al baño para
acicalarme un poco y salgo con unas pintas… parezco un delincuente.
No le quiero dar demasiados
detalles por no aburrirla que la veo cara de enfado. ¡Ah! Que sí quiere
detalles, que para eso está usted aquí. Pues nada, lo que usted diga, que se ve
que aquí es la que manda, porque en cuanto usted apareció vaya manera de
ponerse tiesos los dos maromos que me vigilaban, eh, que solo les faltó hacerle
una reverencia, y menuda coba que se gastaron. Que si su señoría por aquí, que
si su señoría por allá. Se ve que es usted gente de calidad, lo noté enseguida;
yo tengo muy buen ojo para medir a las personas, aunque no soy muy viajado, tan
solo salí del barrio para ir al pueblo de mi madre cuando se murió que quería
la pobre que la enterraran allí y no sé por qué, que ella se marchó de esa
aldea miserable porque se moría de hambre y de asco y… Que me ciña a lo que
pasó anoche. Sí, perdone, iré al grano, es que hacía tiempo que no tenía a
nadie con quien hablar, o más bien, hacía tiempo que no encontraba a nadie que
me escuchara con atención, como lo está haciendo usted ahora mismo. Y mucho
menos que se apunte y escriba lo que digo.
Bueno, pues como le estaba
diciendo, yo no he viajado nada y es que… No, no, no se me impaciente, que lo
de no viajar viene al caso, espere un poco, ya verá. Pues eso, que si yo no he
viajado ha sido por culpa de la SOLEDAD, ¿no ve como sí tiene relación? Porque
todo es por culpa de ella.
Bueno, por ella y por los del
Billy. No, el Billy no es un amigo, que yo no tengo amigos, señora señoría. El
Billy es el bar de debajo de mi casa donde voy a desayunar un café con churros
antes de ir al parque a sentarme y pasar la mañana, todo por no estar en el
piso, que no soporto a la SOLEDAD, en el parque al menos veo a gente y…
Sí, es verdad, me voy por las ramas.
Pues eso, que los del Billy, los
del bar, llevaban una temporada venga a decirme que la SOLEDAD era mala compañera,
que debía buscarme una mujer como dios manda, que no sé yo qué me querían decir
con eso, pero que no podía seguir así, con esas pintas que llevaba, que tenía
mala cara y que los moretones de los ojos no se podían tolerar y yo que no, que
no eran morados que eran ojeras, de no dormir, pero ellos venga a machacar, que
si la SOLEDAD por aquí, que si la SOLEDAD por allá. Tumba y dale. Eran muy
pesados, sabe usted. El caso es que todas las mañanas me calentaban mucho, y me
dejaban la cabeza como un bombo.
Total, que, entre unos y otros,
pues me harté. Ya llevaba unos días muy cansado, como a punto de mandarlo todo
a paseo, sabe usted. Y anoche… pues que no estaba yo para tonterías. Que uno
puede ser un vago, desapasionado lo llamo yo, que no es lo mismo, pero lo que
no soy es un… un… ¿Cómo me llamaba ella? Un comemierda. Cada vez que me decía
eso me daba mucha rabia, primero porque no sé qué quiere decir, yo no he comido
mierda en mi vida, y eso que he pasado hambre muchas veces, pero es que,
además, me daba mucho asco. ¿De dónde se sacaría esa palabra tan rara? De los
culebrones que veía a todas horas, seguro. Que yo seré un vago, pero ella no
movía su culo gordo del sofá. Enganchada a la tele estaba, mire usted.
En fin, que ayer por la noche,
cuando llegué de darme una vuelta por el barrio, la SOLEDAD me recibió a voces.
Que mira qué horas son, que no sé por qué te consiento lo que te consiento, que
si eres un tal, que si eres un cual. Parecía un disco rayado, fíjese lo que le
digo. Que no son horas, SOLEDAD, que es muy tarde y la vamos a liar. Y ella a
chillar más y a seguir insultándome, porque no soporta que le lleven la
contraria, sabe usted. Y entre una lindeza y otra va y me suelta lo de comemierda.
Bueno, ya está bien, Manolo, me dije, hasta aquí hemos llegado, así que me dio
un pronto y le solté que no la aguantaba más y que me largaba de casa. Entonces
va ella y se echa a reír. Largarte tú, me dijo, que a dónde me iba a ir yo, y
venga a reírse. Y ahí ya, no sé qué me pasó. Se me nubló todo, notaba las cosas
como medio borradas, tan solo veía bien un cuchillo grande, el que usamos para
cortar el queso. Ahí estaba, encima de la mesa de la cocina. Si le digo que me
habló no me creería, ¿verdad? Debió de ser una lucinación o algo así,
pero yo oí que el cuchillo me decía que lo usara. Y lo usé, vaya que si lo usé.
De un viaje le rajé la garganta a la SOLEDAD. Oiga, y fue efectivo, se calló
enseguida, tan solo hizo un ruido como de burbujas mientras se llevaba las
manos al cuello. Aunque, antes de despatarrarse en el suelo, creo que me llamó cabrón.
No sé, no estoy seguro. Eso lo tengo algo confuso, pero comemierda no me lo
llamó, mire usted. Sí, fue buena idea lo del cuchillo. Aunque se puso todo de
sangre…, un asco.
Violencia de género. ¿Eso qué es?
¿Y lo de prisión preventiva? ¿Qué dice de mis facultades mentales? Perturbado.
¿Yo? ¿Homicidio con qué? Alevosía. No le entiendo nada, señora señoría, habla
usted muy raro.
¿Culpable? Que no, que yo no soy
culpable de nada, que lo único que hice fue quitarme de encima a esa mala
pécora porque vivir con ella no era bueno para mí. Si ya me lo dijeron todos:
la SOLEDAD es mala compañera.
Muy buen relato ❤
ResponderEliminarMuchas gracias!!
EliminarEs buenísimo, Paloma. Ese doble sentido de la palabra Soledad, cómo va contando sus antecedentes y su falta de sociabilidad y de empatía, cómo nos vamos dando cuenta de que es un perturbado y hasta puede que un psicópata... y todo ello adornado con el humos que siempre te caracteriza. me ha parecido muy bueno, me ha enganchado totalmente y me he divertido mucho leyéndolo, aunque tiene tela...
ResponderEliminarUn beso y felicidades.
Mantener el doble sentido de SOLEDAD me dio un buen quebradero de cabeza porque el concepto va en minúscula, pero el nombre propio para una persona, no. Lo solucioné poniéndolo todo en mayúscula, no se me ocurrió otra manera.
EliminarMe propuse a mí misma describir a un perturbado (el tío es un psicópata de manual) a través de sus propias palabras, creo, a tenor de tus palabras, que lo he conseguido, pero me costó un poco, la verdad. En cualquier caso es lo que tienen los retos, que te obligan a esforzarte y sacar más de ti.
Me alegra saber que te divertiste con este personaje solitario y mentalmente inestable (por decirlo suavemente).
Un besote.
Uy, me parece a mí que por desgracia hay por ahí más Manolos de lo que parece. Muy bien contado. Me ha gustado mucho, mucho.
ResponderEliminarSí, Manolos perturbados y autocomplacientes que le echan la culpa de lo que hacen a los demás, hay muchos. Que lleguen a los extremos de este Manolo puede que ya no tanto, o eso espero.
EliminarEncantada de que te haya gustado.
Un abrazo.
Hola, Paloma. Se produce una sorpresa al darnos cuenta de que la SOLEDAD era una mujer. Muy bien logrado el efecto. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Mirna. Me alegra saber que te gustó.
EliminarUn abrazo.
Hola Paloma: Desde la primera frase, he imaginado que ibas a jugar con la doble acepción de "SOLEDAD",( una servidora que es muy espabilada) y me he dicho: veremos por donde sale esta. Lo has resuelto maravillosamente, aunque eso si, has tenido que dejar un cadáver por el camino. Me ha encantando. Un beso.
ResponderEliminarHola, Pura.
EliminarSe nota que ya me vas conociendo y me pillas antes, ja, ja, ja.
El tal Manolo es un perturbado de manual, y aunque la Soledad tenía lo suyo, él está para que lo encierren, lo malo es que ha tenido que cargarse a alguien para conseguirlo.
Un besote.
Pues para Manolo la Soledad era insoportable. ¡Es de traca! muy bien contado, me he reído a lo grande. La pena es que me atasco y me da la tos cuando me rio y lo paso mal. estupendo, como todo lo que escribes. Un abrazo.
ResponderEliminarJobar, Mamen, ten cuidado. O quizás la que debería tener cuidado soy yo y no poner cosas que te hagan reír, no vayamos a tener un disgusto.
EliminarUn besote.
Es que hay más de una clase de soledad y esta, la de tu personaje, es quizá la peor, pues no dejaba de corroerle. La soledad buena, o menos mala, es discreta y silenciosa. Esta otra altera al más paciente. Y si todos le acuciaban para que acabase con ellla, ¿qué iba a hacer el pobre hombre?
ResponderEliminarEse doble sentido de la palabra te ha dado para un buen relato y para un buen intento de confusión, je,je. Al principio piqué, hasta que la SOLEDAD ha empezado a cobrar mucho protagonismo, ja,ja,ja.
Un beso.
Esa era la idea, intentar mantener la ambigüedad el mayor tiempo posible y solo podía disimular poniendo Soledad todo en mayúscula, porque evidentemente la soledad como concepto y el nombre propio de Soledad no se escriben igual y no quería delatarme tan pronto ;)
EliminarYo también creo que hay muchos tipos de soledad, pero la de Manolo era de armas tomar y como el tío era un psicópata... así acabó la pobre.
Un besote.