Subimos empinadas cuestas entre lavandas, tomillos y matojos varios, y
por tanto sin apenas sombra porque en la zona hay cuatro árboles mal contados. La
verdad es que yo de la flora me enteré más bien poco ya que estaba demasiado
ocupada atendiendo a la fauna, que consiste principalmente en unos monos con
mucha mala leche y con un afán desmedido en atacar al turista español.
Esquivando macacos barriobajeros llegamos al Puente de Windsor, un
puente colgante suspendido sobre un barranco de más de cincuenta metros. Al
final del mismo, y según nos dijo el guía, se podía observar África y una de
las columnas de Hércules. En cuanto oí ese nombre me acordé de mi extraño acompañante
en el Caminito del Rey y una sonrisa afloró a mi rostro (Crónicas hercúleas I).
Una vez atravesado el inestable y bamboleante puente me dispuse a
fotografiar la columna esa.
―Según la mitología, Hércules, al finalizar su décimo trabajo que
consistió en robar el ganado del monstruo Gerión ―explicó nuestro guía―, vino a
este lugar y levantó dos columnas, una en el continente africano, en el monte
Abyla, y la otra donde ahora nos encontramos, en el Peñón.
―Y ¿dónde están las columnas ahora? ―pregunté al no ver ni siquiera unas
ruinas.
―Señora ―me contestó muy serio el guía―, las columnas de Hércules son un
mito asociado a un personaje irreal como todos los de la mitología ―añadió
mirándome como si fuera idiota―. Las columnas nunca existieron.
Avergonzada por mi metedura de pata, me puse a fotografiar el monte del
lado africano utilizando a tope el teleobjetivo de la cámara por si podía verse
algún resto, aunque fuera mínimo, de una columna y darle en los morros al
sabiondo ese.
―No te esfuerces, no las vas a encontrar ―dijo una voz familiar detrás
de mí.
Me giré y allí estaba mi gigantón favorito: Hércules.
―¿Pusiste o no pusiste unas columnas? ―le pregunté como si fuera una
madre preguntando a su hijo si es verdad que hizo una trastada en el colegio.
―Pues claro que las puse ―me contestó todo digno―. Pero se las llevaron,
como eran de oro y mármol… ―añadió encogiéndose de hombros.
―¡Se las llevaron! ¿Quiénes?
―No lo sé, pero yo creo que fueron los monos, son unos ladrones
compulsivos.
―Sí, te creo. Yo he estado a punto de quedarme sin mochila cuando uno de
ellos se la quiso llevar, y encima casi me da un zarpazo. Menudos energúmenos.
―Están muy cabreados últimamente ―añadió Hércules dándome la razón―.
Imagínate, pasar de tener oro a tener un bocata de chorizo que es lo que soléis
llevar los que por aquí paseáis.
―Bueno, el chorizo se puede comer, el oro no. Yo creo que la comida es
más útil para un mono.
―Para un mono cualquiera, puede. Para uno inglés, no. A los británicos
todo lo que huela a dinero los pone frenéticos, y si el dinero o el oro
pertenece a otros, mucho más.
―Para ser griego, estás muy al tanto de los usos de otros pueblos ―le
dije mirándole con simpatía.
―Bueno, he viajado mucho y he conocido gente de todo pelaje ―respondió
inflando el pecho lo que hizo que sus pectorales casi me aplastaran la nariz.
Aunque me gustaba cada vez más hablar con aquel hombre, no quería
perderme el paisaje que se desplegaba ante mí: en un lado, el Mediterráneo, al
frente la costa africana, y en el otro lado, el océano. Las imágenes eran
preciosas, y la bruma del mar que hacía desvanecerse los límites de la costa,
añadía cierto halo mágico que se acrecentaba con la voz cavernosa de mi
acompañante.
―Disculpa, pero quiero mirar bien esto, si no te importa ―le dije a
Hércules.
―Bonito, ¿eh? ―me dijo él con una sonrisa de suficiencia.
―Pues sí, la verdad.
―Esto también lo hice yo.
―Te refieres a lo de las columnas, ¿no?
―Las columnas las puse después. Me refiero a que todo esto ―hizo un
gesto con los brazos abarcando el mar y el estrecho― es obra mía.
―¿Te peleaste con alguien aquí? ―le pregunté al recordar cómo se había
formado el desfiladero de los Gaitanes según él.
―No, esto lo hice porque sí.
―¿Y qué hiciste exactamente?
―Pegué una patada entre esos dos montes ―señaló el monte Abyla que
estaba en África y el Peñón― y entonces el océano pasó hacia allí ―añadió
señalando el mar Mediterráneo.
―¿Separaste África y Europa con una simple patada? ―le pregunté atónita.
―¡Bah! Fue un arrebato de los míos ―me respondió como un niño pequeño
pillado en falta.
―¡Venga ya! ¿Me estás tomando el pelo?
Me eché a reír y Hércules no se lo tomó muy bien porque frunció el ceño
y cruzó los brazos mosqueado por mi burla.
―A mí me enseñaron en el colegio que los dos continentes se separaron
por el movimiento de las placas tectónicas ―dije con el tono más docto posible
y recordando las clases de geología.
―Las placas… ¿qué?
―Las placas tectónicas ―continué yo en plan repipi― son porciones de
litosfera que se encuentran debajo de la corteza terrestre y que al moverse
pueden arrastrar con ellas lo que sea que se encuentre por encima, separando,
por ejemplo, continentes.
―Ya. Y ¿qué las hace moverse?
No sabía qué responderle porque yo en geología saqué un cinco pelado y
no recordaba muy bien el tema.
―El sustrato de más abajo es como líquido ―improvisé sin estar segura de
lo que estaba diciendo―, y eso hace que floten en el… magma… y que se muevan
―rematé esperando que nadie de mis acompañantes me hubiera oído y que no
hubiera geólogos entre los presentes.
―O sea, que, según tú, hay unas piedras grandes como continentes que pueden
flotar, que se mueven y que al hacerlo rompen las montañas o lo que les pille
por encima.
―Esto… sí, más o menos.
Esta vez fue Hércules quien se echó a reír. Sus carcajadas fueron tan
potentes que el sonido recordó al de un trueno.
―Parece que va a llover ―dijo uno de los excursionistas más próximo a mí
y mirando al cielo―. El caso es que no hay nubes. ¡Qué raro!
Finalmente, Hércules dejó de reírse, se enjugó unas lágrimas gordas como
huevos de pato, y recuperando la compostura, me miró con compasión.
―¿En serio? ¿Tú te crees eso? Vamos a ver, ahora eres tú la que me está
tomando el pelo.
―No sé, eso es lo que dicen los científicos.
―¿Qué son los científicos?
―Pues unos señores que investigan y que adquieren conocimientos a través
de la experimentación.
―Ya. Y para decir esa tontería de las placas tectónicas ¿qué experimentos
hicieron?
―Pues no sé, es que ese no es mi campo. Yo…
―Mira, Kirke ―me interrumpió―, dedícate a tus hierbas y tus pócimas, y
no te fíes de lo que te cuentan esos científicos, me da que son unos cuentistas.
Quise replicarle, porque Hércules me estaba cayendo muy bien, pero que
se metiera con mis colegas, por mucho que fueran geólogos, no me pareció de
recibo. Sin embargo, un macaco enorme se interpuso en la senda por la que íbamos
caminando y enseñó los colmillos mientras gruñía a la vez. Pegué un grito,
entonces el británico mono saltó en mi dirección, pero, cuando iba a aterrizar sobre
mi cabeza, desapareció de repente. Creí que había sido abducido o algo así,
pero no. Lo que ocurrió es que mi amigo Hércules le dio una toba con el dedo
corazón y lo mandó al otro lado del estrecho.
Aplaudí entusiasmada y con el alivio de saberme a salvo se me olvidó su invectiva
hacia los científicos.
Aún hablamos un poco más hasta que descendimos del todo el Peñón, y el
paseo fue muy agradable, no por el paisaje que estábamos recorriendo pues ya en
las zonas menos elevadas las vistas desaparecieron y la flora no era nada
espectacular, sino porque desde el lanzamiento del mono agresor, sus otros
colegas se cuidaron muy mucho de acercarse a nosotros y yo no tuve que temer
más ataques simiescos.
Cuando llegamos a la ciudad de Gibraltar, Hércules se despidió de mí.
―Voy a darme un paseíto al otro lado ―dijo mirando a la costa africana.
―Sí, aprovecha, que ahora está la marea baja.
―Es verdad, no me apetece mojarme la tripa que la tengo algo suelta ―añadió
con un gesto muy poco glamuroso para venir de un ser mitológico―. Si hay
bajamar solo me mojaré los pies.
―Ten cuidado de no pisar ninguna embarcación.
―¿Por qué? ¿Qué problema hay? Los que por aquí pasan son todos
contrabandistas. Estamos en Gibraltar, Kirke, ¿lo habías olvidado?
―Pues tienes toda la razón. Entonces cruza chapoteando ―le pedí con una
sonrisa pícara.
―Vale ―me respondió sonriendo también con picardía.
Hércules se giró y se dirigió hacia la costa dando brincos como si fuera
un niño pequeño a la salida de clase. Yo le dije adiós con la mano, aunque él
ya no me vio, al mismo tiempo que me dije «Hoy, la guardia costera va a tener
menos trabajo con el narcotráfico marítimo».
Menos mal que hércules te salvo del mono, si no que hubiera sido de ti, madre mía, pero que facilidad tiene para enfadarse jeje.
ResponderEliminarUna vez más el humor que le has añadido al relato esta genial.
Y cuando hablas del paisaje que hay alrededor, tiene que ser una preciosidad.
Un besote
Un besote.
Que te salven de esos monos del demonio tiene mucho valor porque pasear por el parque de Gibraltar es un incordio precisamente por culpa de ellos. No te dejan disfrutar del camino, salen a tu encuentro y te dan un susto, además algunos tienen un tamaño importante.
EliminarEso sí, el paisaje del estrecho y la costa africana, es espectacular.
Un besote grande, Tere.
Desde luego, para un ser venido de la antigüedad y del mismo Olimpo, la teoría de la Tectónica de placas tiene que ser tan inverosímil como para un Geólogo lo de los trabajos de Hércules. Veo que cada vez se te da mejor alternar y sociabilizar con los mitos. Además lo haces con mucha gracia y sentido del humor. Espero la próxima entrega que ya me has adelantado que será Antequera. Llegué tarde al torcal. Casi anochecía, pero aun así tuve tiempo de maravillarme con el paisaje.
ResponderEliminarUn beso.
Lo de las placas tectónicas es difícil de entender para un ser venido de la antigüedad y también para algunos que vivimos en la edad moderna si te soy sincera. Pero habrá que confiar en lo que nos dicen los geólogos.
EliminarEfectivamente, la tercera y última vez que me topé con Hércules fue en Antequera, por allí también anduvo haciendo de las suyas, se ve que cuando se acercó a Cádiz a realizar su décimo trabajito se dedicó a merodear por los alrededores. Ya te contaré lo que me encontré yo por el torcal.
Un besote.
Con Hércules tan amigo tuyo, no lo vamos a pasar de miedo con tus visitas por estos lugares maravillosos. ¡Con mucho humor!Que falta me hace. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Mamen, me alegro de que te diviertas con estas caminatas tan especiales y con estos lugares.
EliminarUn besote.
¡Hola, Paloma! Estupenda entrega. La reacción de Hércules a la explicación de la tectónica de placas me trajo dos citas clásicas. Una de Einstein que decía que una ciencia lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. La otra de Arthur C. Clarke La magia es solo ciencia que no conocemos. Lo que está claro es que para llegar a la ciencia, antes el ser humano tuvo que entrenar su razón con los mitos. Mitos que siempre nos inspiraran, como lo han hecho en ti con esta serie hercúlea que nos trae a un Hércules renovado y adorable. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarCuando he puesto juntas las dos versiones de cómo se separaron África y Europa quería resaltar eso que tú mismo comentas: la ciencia, a veces, se mezcla con la magia pues algunas explicaciones por muy científicas que sean no dejan de sorprender y de alucinar.
EliminarEs cierto que antes de la ciencia, la magia era la única manera de explicar ciertos fenómenos, y ahí, la humanidad dio muestras de gran imaginación.
A mí también me parece adorable Hércules, es un poco engreído y está pagado de sí mismo, pero es como un niño grande, travieso y con un punto gamberro que a mí me tiene fascinada.
Bueno, la próxima entrega será la última de estas crónicas pues solo me encontré con él tres veces.
Un abrazo.
Me has hecho pasar un rato muy agradable, haciéndome reir con tus ocurrencias, por muy mitológicas que sean.
ResponderEliminarTengo entendido que hay (supuestamente) columnas de Hércules por medio mundo. El tío debió trabajar muy duro, ja,ja,ja.
A ver si de ahora en adelante tienes más encuentros con este personaje. Me ha encantado leer esta divertida historia.
Un beso.
Yo solo he oído hablar de estas del estrecho, pero no me extrañaría que hubiera puesto más por ahí dada la querencia del héroe por dejar constancia de su paso. A otros engreídos con su posición les daba por inaugurar pantanos, a este le daba por poner columnas, Cada loco con su tema.
EliminarMe encontré con Hércules tres veces, estas dos que ya he contado y una última que contaré en la próxima entrega. De momento no he vuelto a verlo, pero ya que sus doce trabajos lo hicieron viajar por muchos sitios no descarto encontrármelo más adelante en algún otro lugar. Si es así, puedes dar por sentado que lo contaré.
Un besote, Josep Mª.
¡Hola!
ResponderEliminarUna historia mitológica muy divertida! a mí Hércules siempre me pareció un fanfarrón pero has conseguido que me ponga en su lugar y no entienda eso de las placas tectónicas que nos enseñaron en el colegio.
¡Oh! Sueño con una explicación de como se formaron los Pirineos!
Un placer compartir mi admiración por la mitología.
Estoy de acuerdo contigo en que Hércules es un fanfarrón, pero cuando le conoces en persona tiene su puntito entrañable y te acaba cayendo bien.
EliminarEjem... así que quieres saber cómo se formaron los Pirineos, ¿eh? Jo, pues me acabas de "reventar" la sorpresa porque si bien en este viaje que hice en diciembre pasado anduve por Andalucía y me encontré tres veces con Hércules (me falta por publicar cuando estuve en Antequera), resulta que este verano estuve haciendo senderismo por los Pirineos y..., chica lista, tú ya sabes que Hércules también anduvo enredando por la zona. Me has descubierto!!!
Pero para contar "aquello" habrá que esperar algo más, tengo otras cosas en el tintero.
Es genial tener por aquí a una admiradora (y entendida) de la mitología, a mí me gusta también mucho y me encanta comparar las explicaciones que los mitos nos dan con la que nos da la ciencia, a veces son tan increíbles unas como otras.
Un abrazo grande, Charo.
Pues otra entrega que te ha quedado la mar de mona. Esto está bien traído por el mediterráneo y los simios ladrones hijos de la gran... bretaña.
ResponderEliminarLa verdad es que hércules es un personaje de lo más polifacético que gracias a sus 12 trabajos recorrió parte de nuestro territorio. Y ya puestos a pedir, podías hacer alguna entrega donde aparezca ese lugar todavía existente donde tu amigo y protector luchó y mató el gigante Gerión, levantándose a posteriori ese faro que lleva el nombre del semi-dios de tus entretelas de fuertes pectorales.
Besos
A mí Hércules no me contó nada de cómo se cargó a Gerión, solo que le robó el rebaño porque se lo habían mandado. Además anduve por tierras andaluzas y creo que el faro al que aludes es el de La Coruña, a lo mejor por eso no me dijo nada. Estará esperando a que vaya a visitar a mi familia gallega para encontrarse conmigo?
EliminarNo obstante, y aunque iba a ser una sorpresa, te avanzo que este verano estuve por Pirineos y allí también anduvo este héroe haciendo de las suyas donde Gerión igualmente enredó lo suyo. Pero para contar eso aún falta, de momento solo contaré mis encuentros hercúleos en el sur de la península.
Un beso.
Pues en este relato lo que mas me preocupa es que si hay Magma y esta es liquida significaria que la tierra no es plana. Ahora bien se dice que una de las columnas fue encontrada en un pais remoto llamado Aragca, no se como llego una sola de ellas hasta tal lugar es inexplicable. Peo est alli desde hace milenios.
ResponderEliminarHe tenido que ir a mirar por dónde cae Aragca porque, si te soy sincera, no me sonaba de nada; me temo que mis conocimientos geográficos son tan malos como los de geología. Por lo visto, ese territorio anda por Brasil, así que me pilla un poco lejos para ir a buscar la columna, pero me hubiera encantado hacerle una foto y mandárselas al guía sabihondo.
EliminarTampoco me explico yo cómo pudo llegar una columna hasta allí, la próxima vez que me encentre a Hércules intentaré acordarme para preguntárselo.
Lo de que la tierra no es plana yo acabé creyéndomelo cuando vi las fotos satélite ;)
Un saludo, Hugo.