Camino por el
túnel. No tengo sensación de ahogo, el aire es puro y la oscuridad no me
incomoda. Palpo las paredes rugosas de la cueva y me guío por ellas. Me siento
tranquilo y apenas tropiezo.
De repente, al
fondo, un punto de luz se hace ver. Mi corazón comienza a latir frenéticamente.
Allí está la salida, allí la salvación. Me pongo muy nervioso. Mi nerviosismo
crece según me acerco a ese punto de luz que se agranda cuando avanzo hacia él.
Estoy llegando
y ahora las paredes de la cueva se juntan, el túnel se está haciendo más
estrecho. Me agacho, erguido no puedo caminar, no hay espacio. Ya solo faltan
unos pocos metros para llegar a la luz, a la salida, a la salvación, pero la
cueva se estrecha mucho más, se encoge sobre sí misma, me tengo que tumbar cuan
largo soy. Entro en pánico, sentir las paredes rozando mi cuerpo me agobia
hasta el punto de marearme. Estoy sudando profusamente, el corazón brinca en mi
pecho como loco. El sudor me empapa, estoy tiritando. El temblor de las manos, de
las piernas, de todo el cuerpo, me incapacita por completo. No consigo avanzar
más.
Tengo que arrastrarme
para salir, pero no puedo, ese último tramo es imposible de recorrer. Los
últimos metros, donde espera la luz, son una distancia insalvable. Me quedo
dentro. Incapaz de moverme, incapaz de arrastrarme a la liberación, me quedo
esperando. Pero ¿qué puedo esperar? Nadie sabe dónde estoy, ni siquiera yo.
Esperaré a que el hambre o el frío o la desesperación, acaben conmigo. Mientras,
no puedo dejar de mirar hacia la luz, esa luz que me indica la salida y que es
el anuncio de mi perdición.
Abrí los ojos,
no sé en qué momento me dormí, busqué la luz, esa luz brillante, cercana pero
inasible, imposible de alcanzar. Pero no estaba. En cambio había una iluminación
tenue que perfilaba levemente el lugar en el que me encontraba. Distinguí una
mesa de escritorio, una estantería con libros y un armario. Estaba tumbado boca
arriba y en algo mullido. Era una cama. Extendí los brazos y comprobé que no
tocaba ninguna pared, había sitio, había espacio.
¿Dónde estaba
la cueva?
Aturdido busqué
insistentemente la luz punzante. Entonces, algo empezó a vibrar y a emitir un
zumbido. Era un despertador. Poco a poco la luz se hizo en mi cabeza, en mi
entendimiento. El despertador me avisaba
del inicio de una nueva jornada. Enfoqué mejor la vista y a los pies de la
cama, de mi cama, estaba mi uniforme de trabajo: un mono azul, un chaleco
reflectante, un casco amarillo y unas botas de goma.
Me levanté y me
dispuse a iniciar mi jornada laboral, una nueva jornada extenuante como pocero en el alcantarillado.
NOTA: Este
relato corresponde a un ejercicio donde había que contar una pesadilla y la
posterior sensación al despertar. El uso de diferentes tiempos verbales según
se cuenta el sueño y la vigilia era el quid de la cuestión.
Mi actividad
profesional nada tiene que ver con la pocería, pero la pesadilla que cuento es
real, suelo tenerla a menudo, así que para describir ese sueño recurrente no
necesité la inventiva.
¿De verdad tienes esta pesadilla? ¿Te has visto en alguna situación que pueda desencadenarlo? Ufff... es muy agónico, la verdad es que al leerte iba perdiendo el aire.
ResponderEliminarPodría ser que el protagonista de tu relato tuviera una premonición, y por eso el sueño recurrente, aunque los espacios cerrados y sin salida producen claustrofobia, ha de ser una sensación y momento terrible hasta la liberación.
Muy buen ejercicio, Paloma.
Besos, y feliz día.
Hola, Irene.
EliminarNo sé por qué el protagonista tiene esa pesadilla, aunque dada su profesión algo se puede intuir. En mi caso, un amigo psicólogo me explicó que ese tipo de pesadillas (ir por un túnel y no poder salir) suelen ser habituales en personas que tuvieron problemas al nacer. El caso es que yo nací por cesárea en una época donde solo se practicaba esa técnica si era realmente grave y necesario. Según me contó mi madre, ella se tiró muchas horas de parto.
A mí me cuesta creer que algo que me ocurrió cuando yo no tenía sentido de la razón me haya marcado hasta el punto de que lo sueñe en forma de pesadilla, pero habrá que hacer caso a los psicólogos que para eso saben más sobre estos temas.
Un besote grande.
¡Uff! Sentía esa sensación mientra iba leyendo. A veces los sueños parecen que se viven. Y cuando se despierta una es una sensación de alivio. Lo has contado estupendamente, el ejercicio es de diez. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarCuando los sueños no son placenteros el despertarse es todo un alivio, y menos mal.
Gracias por ese diez.
Un besote.
Qué angustia, Paloma. Yo tengo claustrofobia y esa situación para mí sería insoportable. Vamos, yo sueño eso y fenezco.
ResponderEliminarCuando era muy joven, teníamos unos amigos espeleólogos y un día fuimos de cuevas. Todo fue bien (relativamente, pues solo saber que estaba en una cueva, me ponía un tanto nerviosa) hasta que hubo que arrastrarse para salvar un pequeño hueco que unía dos galerías. Ahí terminó para siempre mi aventura espeleóloga. Ya solo visito cuevas iluminadas, amplias, con caminos señalizados y, a poder ser, con pinturas rupestres.
Tu relato está muy logrado y el uso de los dos tiempos verbales, perfecto.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarA mí caminar por una cueva no me pone nerviosa, con mucha o con poca luz me da igual. Lo que me agobia es cuando hay que pasar por algún tramo demasiado estrecho. He visitado varias cuevas y nunca me he sentido mal, pero cuando visité las catacumbas de Roma en un pasillo sumamente angosto donde había que pasar de uno en uno y donde las paredes tocaban los hombros... ahí empecé a sentirme mal y la cosa no fue a mayores porque ese trozo solo fue de un par de metros.
De todas formas la espeleología no me atrae nada de nada.
Un besote, guapa.
Hola Paloma, un relato perfectamente escrito, angustiante y claustrofóbico que nos transmite con fuerza las sensaciones del protagonista. Además me gusta -y esto es muy complejo-, como has relacionado lo que es una pesadilla con la profesión de tu personaje, justificando así tu relato. Con ello, otorgas un sentido certero, y sin recurrir al mundo onírico o al solo ha sido un sueño, en el que a veces cae algún autor sin justificarlo de ninguna manera. Respecto a las pesadillas en sí mismas, son realmente jodidas claro está, pero que grandes misterios entrañan o que molestas son cuando se repiten por alguna causa que desconocemos. Un gran abrazo, enhorabuena por tu ejercicio y buena semana.
ResponderEliminarHola, Miguel.
EliminarDicen que todos los sueños tienen un porqué y un sentido. Freud y sus colegas explican que tras un sueño hay algo que lo provoca, desde una situación cotidiana hasta un trauma pasado. En mi caso, y según un amigo psicólogo, que sueñe esto es por nacer tras un parto difícil, algo que me cuesta entender porque yo, evidentemente, no me acuerdo de eso pero algo debe de haber.
En este relato no solo quise trasmitir una pesadilla sino darle cierto sentido, cierta explicación, y lo hice con la profesión del protagonista. Me alegra mucho que hayas valorado ese final.
Un beso y buen martes.
Jo, la verdad es que no recuerdo haber tenido pesadillas. Algo que me vendría muy bien como idea para escribir. Me ha gustado el planteamiento. De inicio parece que es una historia de alguien muriendo que ve la luz al final del túnel; después nos llevas a una pesadilla y, con el despertar, nos muestras que esa pesadilla no es de ningún modo metafórica, sino muy real. Un abrazo!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarYo no suelo tener demasiadas pesadillas, y salvo esta y otra más que lo mismo me sirve para otro relato, las demás son muy de andar por casa. Sueño, por ejemplo, que no he terminado aún la carrera y que me falta una asignatura para aprobar, o que he perdido las llaves de casa y me tengo que quedar a vivir en la escalera de mi edificio (mira, esto también podría ser el tema de otro relato absurdo de los míos)... cosas así. El caso es que la mayoría de las veces no recuerdo lo que sueño, ni las pesadillas ni los sueños placenteros.
Como dicen que todos los sueños tienen un origen yo le di el suyo a mi protagonista con su profesión.
Un abrazo.
Menudo agobio he sentido, sobre todo con el final del relato, pero al final solo era un mal sueño, una pesadilla, madre mía, pero esta muy bien escrito.
ResponderEliminarYo no suelo enterarme de lo que sueño, y antes era algo que me agobiaba y me preocupaba, ahora lo tengo asumido ya hace mucho tiempo, que no sueño y no me acuerdo de nada, y envidio a la gente que es capaz de acordarse de los sueños, eso si, me da pena cuando ya no es un sueño como en este caso si no una pesadilla, que mal se debe de pasar, uf y entiendo que así debió ser con la tuya, madre mía que mal.
Un besote y buena semana.
TERESA.
Hola, Tere.
EliminarQue no recuerdes lo que sueñas si es una pesadilla es una ventaja. De hecho, yo suelo recordar (y no siempre) las pesadillas pero no los sueños bonitos, de estos últimos solo me quedo con la idea de que me lo he pasado bien pero no sé explicar con qué exactamente, me queda solo la sensación, pero olvido los detalles.
Esta pesadilla que cuento me la sé porque se repite, no demasiado pero sí de vez en cuando. Lo bueno de las pesadillas es que se terminan cuando te despiertas y ya está.
Un beso grande, buena semana también para ti.
Con este estilo narrativo, con frases muy breves, logras contagiar la angustia del protagonista. A medida que avanzaba en la lectura del relato pensaba (y deseaba) que se trataria de una pesadilla, como suele ocurrir en esas escenas cinematográficas en las que el/la protagonista experimenta o presencia algo horrible para luego despertar con un grito al que le sigue la relajación al saber que todo era un sueño. Pero has añadido el origen de esa pesadilla, la de quien tiene que bregar en la oscuridad y en un medio claustrofóbico. Parece que el pobre hombre no se ha acabado acostumbrando.
ResponderEliminarHas resuelto muy bien el reto.
Yo no he sufrido jamás una pesadilla semejante, pero sí experimenté, cuando de niño fui Boy Scout, esa sensación de ahogo y de miedo en el interior de una cueva que al final se convirtió en una "gatera", para luego quedarme a solas y sin linterna en medio de la oscuridad, guiándome por las voces de mis compañeros y finalmente por la luz de la salida. A pesar de lo mal que lo pasé, curiosamente jamás soñé con ello, y eso que de niño tenía muchas pesadillas, pero siempre eran mosntruos los que venían a visiarme, jeje.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarPues pasar una experiencia traumática como la que cuentas y no soñar con ella demuestra que tu subconsciente es muy fuerte. En cambio, yo nunca he soñado con monstruos, o al menos no lo recuerdo.
Esta pesadilla que cuento en el relato tiene una versión más urbanita y es que en lugar de una cueva o túnel el lugar es el metro y en un momento dado tengo que arrastrarme para hacer tansbordo y eso me impide coger el convoy. Qué cosas tiene la mente.
Gracias por tu valoración.
Un beso grande.
Angustioso relato que has superado con creces, porque has hecho un buen ejercicio y has sacado la pesadilla a la luz.
ResponderEliminarYo sí que veo relación entre tu traumático nacimiento y la pesadilla, pero solo es mi opinión y no soy psicóloga. De todas formas mira si actualmente hay algo que te da miedo y te paraliza, pese a que sabes que es lo que has de hacer. Esa luz puede tener muchas connotaciones.
Ánimo, "caminante no hay camino..."
Te mando un abrazo
Hola, Ana.
EliminarNunca me he parado a pensar mucho sobre mis pesadillas porque tampoco tengo muchas (menos mal). De hecho el averiguar el supuesto origen de esta fue casi por casualidad: un amigo de la pandilla cursaba el último año de psicología y un día nos propuso, a modo de ejercicio práctico para él, que le contáramos nuestros sueños más inquietantes. Fue entonces cuando me dijo lo del parto difícil.
En principio no tengo ninguna fobia, de hecho, como le comento a Rosa, no me inquieta caminar por cuevas mal iluminadas. Es decir, físicamente no tengo miedo a nada hasta el punto de paralizarme, pero seguro que si me psicoanaliza un profesional me encuentra algo, ja, ja, ja.
Muchas gracias por tu apoyo, maja.
Un beso muy grande.
Hola Paloma,
ResponderEliminarHas conseguido angustiarme y es que las pesadillas pueden ser muy reales y la suerte es cuando despiertas y ves que solo era eso una mal sueño, vaya alivio. Hay muchas opiniones con el tema sueños, Freud ayudó mucho a enredar en algunos casos.
Creo que el reto lo superaste muy bien porque es complicado esa combinación de tiempos verbales y está muy bien solucionada.
Únicamente me ha rechinado un poco que en la frase inicial del relato el protagonista camina tranquilo por el túnel y en cambio en el fragmento siguiente se ha puesto muy nervioso al ver la luz. O antes no caminaba tan tranquilo o ahora no se ha puesto tan nervioso con tan poco, no sé si me explico. Por un lado no sé si has querido hacernos entender que está tranquilo porque es su profesión y en cambio después ¿le ha entrado la claustrofobia? Igual debería estar asociado a algo que despierta sus miedos porque cada día se enfrenta a esa situación. En fin no sé si es rizar el rizo pero me ha hecho pensar, creo que puede ser deformación profesional jajaja así que no me hagas mucho caso. El relato es de lo más agobiante y eso quiere decir que lo has transmitido perfectamente.
Besos guapa
Hola, Conxita.
EliminarEfectivamente, el protagonista está tranquilo mientras está en el túnel y tiene espacio, solo se pone nervioso cuando ve la luz y las paredes se acercan estrechando la cavidad, cuando sabe que la única manera de pasar es arrastrándose. Camina tranquilo porque está seguro de poder salir, cuando es consciente de que no puede hacerlo porque hay muy poco sitio es cuando se agobia.
Puede parecer incongruente pero en mi pesadilla es así. Cuando sueño esto yo no me encuentro nerviosa mientras estoy en el túnel (o la cueva, o el metro, pues tengo varias versiones), en el momento en que me doy cuenta de que el lugar para salir es muy estrecho (pero no tanto como para no poder pasar) y que eso conlleva quedarme dentro, es cuando aflora el miedo y la angustia.
Si te soy sincera no sé muy bien por qué el pocero sueña eso, si tiene miedo de quedarse algún día encerrado o qué. Lo que sí sé perfectamente es lo mal que lo pasa cuando sueña así porque yo lo he vivido.
Bueno, por un lado me alegro de haber transmitido esa angustia pero por otro no me gusta hacer sufrir. Pido disculpas.
Un besote grande.
Desde luego has sido capaz de transmitirme la angustia del recurrente sueño.
ResponderEliminarEn un principio pensé que se trataba de un difunto caminando por ese tunel de luz que parece describen todos los que volvieron de esa "cuasi" muerte.
estupendo.
Besos.
Hola, Javier.
EliminarYo lo del túnel ese de los muertos nunca lo he soñado, al menos en mi sueño ese túnel que aparece no me parece la muerte, pero vete tú a saber.
En el caso del pocero del relato está claro que no le gusta mucho su trabajo, o simplemente no las tiene todas consigo en cuanto a seguridad.
Un besote.
Me has metido en el túnel, he ido con ese hombre que se arrastra buscando la salusa, ¡qué angustia! Y me he quedado sorprendido, gratamente sorprendido con el giro final. Uff, menos mal, era una pesadilla.
ResponderEliminarUn beso
Hola, Juan Carlos.
EliminarLo bueno de las pesadillas es que tarde o temprano uno se despierta y se acaban.
Me alegra saber que sentiste angustia, no porque me guste angustiar a la gente, sino porque eso quiere decir que lo describí bien.
¡Gracias!
Un beso.
El relato es genial, admito que he leído muy deprisa para salir yo misma del túnel en el que tu lectura me ha trasladado. Cuando he leído en un comentario que es tu propia pesadilla me da un no sé qué comentar porque es algo muy privativo tuyo pero yo que siempre escribo en mi blog de forma metafórica, lo que veo es que tu protagonista tiene ansiedad vital, quiere avanzar en la vida pero el entorno se lo pone difícil, siempre dificultades para poder simplemente vivir. Pero ya me callo porque realmente quien sabe qué es lo que encierra tu texto eres tú. Me ha encantado. Un saludo.
ResponderEliminarHola, Manuela.
EliminarEn su día, cuando le comenté este sueño a un amigo que cursaba el último año de Psicología, me explicó que ese tipo de situaciones eran típicas de personas que tuvieron problemas para nacer (se supone que el túnel es el canal del parto). Lo cierto es que a mi madre le tuvieron que hacer una cesárea tras estar dos días de parto y no conseguir que yo naciera.
Lo que tú explicas también puede ser verdad. Vivir no es fácil, y siempre uno encuentra impedimentos de distinta índole para avanzar.
Gracias por tu colaboración y tu comentario.
Un abrazo fuerte y bienvenida al blog.
Jajaja,.. creo que en este caso se puede decir,... "soñamos los que somos". Estupendo relato! Buen fin de semana!
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarCuando los psicoanalistas dicen que todos los sueños tienen fundamento no se equivocan.
Buen inicio de semana.
Es que con ese uniforme a los pies de la cama es de lo mas normal que tenga esos sueños.
ResponderEliminarMuy bueno el relato, con frases cortas y manteniendo al lector en tensión hasta el final.
Un abrazo
Puri
Hola, Puri.
EliminarMe alegra saber que el relato te mantuvo la tensión.
Gracias por la visita.
Un besote.