Pestañas

16 de noviembre de 2018

Flores para los vivos



Hace unos días di un paseo por el cementerio. Lo suelo hacer a menudo y no es porque sea una persona morbosa o con tendencias depresivas. Tengo varios motivos para ir a pasear allí.
 
Los cementerios me parecen lugares tranquilos; en ellos se respira serenidad y un aire muy puro pues prácticamente no pasan coches. Además, al lado de mi casa se encuentra uno, el de la Almudena (yo prefiero llamarlo cementerio del Este, su nombre primigenio) y encima es de los más grandes de Europa por lo que sitio para caminar tengo de sobra sin necesidad de pasar varias veces por el mismo lugar. Pero sobre todo voy porque allí se encuentran seres queridos –mis padrinos, mi suegro y mi madre así que me doy una vuelta y les hago una visita. En esta ocasión fui porque se cumplían siete años de la muerte de mi madre y ese día, al igual que hago cuando es la fecha de su cumpleaños, me gusta ir a saludarla (sé que ella en realidad no está allí pero es una manera simbólica de rendirle homenaje).

Para ir a visitar a mi madre entro por la puerta que llaman de las Trece Rosas. Este nombre es en recuerdo a trece mujeres republicanas que fueron fusiladas al lado de dicha puerta, en la tapia, nada más acabar la Guerra Civil (que el número no lleve a engaño porque en esa tapia fusilaron a muchas más personas). El columbario de mi madre está a poco más de un kilómetro de la puerta y el paseo para llegar allí es de lo más agradable.

Por una avenida de dos carriles de ida más otros dos de vuelta (que digo yo, que con el poco tráfico que hay para qué tanto carril) y con una gran mediana de césped, recorro el camino flanqueado por numerosas tumbas.


Siempre que deambulo por esa avenida me llaman la atención los diferentes tipos de sepulturas y fabulo sobre cómo fueron quienes allí reposan, o cómo sería la familia que mandó erigir esos monumentos. Por el camino se pueden ver tumbas muy sencillas con una simple cruz, a veces sin ni siquiera cruz, a estas yo las llamo minimalistas y suelen ser las que más me gustan. Pero, por el contrario, hay otras que tienen esculturas de ángeles más grandes que una persona, vírgenes dignas de estar en una catedral o niños arrodillados en actitud penitente (estos últimos a mí me dan mucho repelús). También hay algunas que tienen la escultura de un libro abierto con palabras grabadas en él, tipo ‘Vuestros seres queridos nunca os olvidaremos’ y cosas así. Pero las tumbas que más me llaman la atención son aquellas que tienen forma de libro cerrado, esas me alucinan. Cuando las veo pienso si sus ocupantes serían grandes lectores, o escritores, o bibliotecarios. No sé, me parece curioso, y un ataque a la estética también. A mí me gustan mucho los libros pero ver una tumba con esa forma me parece algo hortera, la verdad.

Poco a poco las tumbas dejan paso a los panteones, ahí también hay variedad en cuanto a arquitectura, aunque como están cerrados con una verja, las tumbas no se ven apenas y la diversidad tan solo se centra en qué tipo de cobertura tiene el panteón -si es un tejado a dos o a cuatro aguas, es una cúpula o es un techo plano- o de qué color es la piedra con la que están construidos.

Luego, cuando llego a mi destino, hay un poco de todo: tumbas, panteones, nichos y columbarios, y ahí me viene a la mente esa frase tan manida pero llena de verdad, ‘la muerte nos hace a todos iguales’: aunque la vivienda para pasar la eternidad no sea igual de grande, el barrio es el mismo.


Pero sobre lo que yo quiero reflexionar hoy no es sobre tipos de sepulturas sino sobre las flores que se ponen en ellas.

Yo nunca le he llevado flores a mi madre en el cementerio porque tampoco le regalé flores en vida. Ella prefería las plantas (de esas sí que le regalé muchas). Le gustaba verlas crecer en las macetas o en las jardineras y sentirlas vivas. A mi madre las flores la deprimían porque se marchitaban, y además, con el sentido pragmático que siempre la caracterizó, no le gustaban porque primero huelen muy bien pero cuando empiezan a ponerse mustias despiden un olor dulzón muy desagradable y hay que tirarlas.

Independientemente de los gustos particulares de mi madre, yo siempre me he preguntado por qué se llevan flores a los muertos. Cuando paseo por esa gran avenida del cementerio y veo los ramos de flores que hay en casi todas las tumbas (algunas tienen hasta enormes jarrones tipo dinastía Ming) me pregunto si los moradores de esas sepulturas recibieron alguna vez regalos de ese tipo cuando estaban vivos.

Desde luego, estéticamente es muy bonito, aunque a mí la presencia de flores en un lugar así me infunde tristeza, no sé muy bien por qué. Las flores y su colorido son –o deberían ser sinónimo de alegría, pero sobre una tumba las flores me entristecen.

Cuando mi paseos se dan pocos días después de fechas señaladas como el día del padre, o de la madre, o el de difuntos, el cementerio parece más el jardín botánico que un camposanto. Dado que el fallecimiento de mi madre ocurrió pocos días después del Día de Todos los Santos, día por antonomasia para visitar el cementerio, este paseo al que me refiero fue asombroso en cuanto a profusión de flores.

En algunas tumbas es tanta la abundancia de flores que tapan por completo la lápida, dando una sensación de agobio. Tanta ostentación me parece un exceso, igual que esos ángeles de más de dos metros de altura que dan la nota en medio de tumbas más sencillas. Cuando veo esas sepulturas repletas de flores no sé qué pensar, si es que tienen muchos familiares y todos acuden a la vez a poner ramilletes o es que están compitiendo en un particular concurso floral a ver quién lo tiene más grande (me refiero al ramo).

Pero de todas las tumbas hay una que se lleva la palma cuando voy a visitar a mi madre. No solo está completamente cubierta de flores en cualquier época del año, es que son de dos colores siempre; los colores varían mucho aunque el blanco suele ser siempre uno de ellos y el otro es rojo, o rosa o incluso azul. Pero además las flores están dispuestas de tal manera que representan figuras. El color y las representaciones cambian a menudo porque siempre que voy el diseño es distinto. Unas veces hay una cruz, otras un corazón, otras una paloma. Es alucinante. Un día, intrigada me acerqué a ver quién yacía allí y comprobé con consternación que era la tumba de un niño de siete años que falleció en los años setenta. No sé quién o quienes, después de tanto tiempo, aún se toman el enorme trabajo de confeccionar esas auténticas obras de arte tan efímeras.

Esta tumba tan peculiar además de llamar mi atención me sirve para avisarme de que he llegado a mi destino pues se encuentra a unos diez metros de donde reposan las cenizas de mi madre. La tranquilidad que hay en los cementerios es un buen complemento para pasear y reflexionar pero un problema si te pierdes ya que no hay a quien preguntar. Si, además, estás en un cementerio más grande que algunas capitales de provincia, perderte puede suponer dar vueltas durante horas sin salir de allí. Por eso siempre es bueno tener puntos de referencia, y esa tumba tan adornada lo es para mí.

Lo de contar con lugares concretos para orientarme es algo que tengo muy presente desde un día que me perdí, y además fueron las flores las responsables de que me perdiera. Desde la atalaya donde está el columbario de mi madre –se encuentra en una zona elevada con una panorámica espectacular del cementerio vi bastante lejos una tumba que me llamó la atención por el colorido de las flores depositadas en ella. Me decidí ir hasta allí a ver esas flores de cerca. Otro motivo más para interesarme fue que esa tumba se encontraba en la zona más antigua del camposanto donde los sepulcros tienen más de un siglo y donde no suele haber precisamente muchas flores porque los familiares de quienes allí yacen ya han fallecido también.

El caso es que me dirigí allí. Por el camino, y como era de esperar, fui comprobando que la antigüedad de las lápidas era cada vez mayor, y la presencia de flores menor. Entre lápida y lápida, entre ramo y ramo… me perdí. No llegué a la tumba deseada aunque sí di con las sepulturas de algunos personajes famosos de nuestro panorama cultural. Muy interesante el paseo pero me había perdido.

Como he reseñado, el problema de tanta tranquilidad en un cementerio radica en que no hay transeúntes a quienes dirigirte en caso de pérdida. Siempre cabe la posibilidad de recurrir a algún miembro del personal de mantenimiento, pero estos pululan por las zonas donde las sepulturas son más actuales –por lo visto los fallecidos en el siglo XIX no les dan demasiado trabajo. Durante una media hora deambulé hacia donde yo creía que estaba la salida y tras tres intentos infructuosos en los que me encontré con desniveles imposibles de salvar a no ser que tuviera la constitución de un atleta olímpico, conseguí salir de allí (he de puntualizar que cuando esto me ocurrió yo no tenía GPS en mi móvil, así que lo de darle al Google Maps para salir del paso no era una opción).


Pero me estoy desviando de mi objetivo: las flores para los muertos. Tengo mis dudas de que esos adornos tan bonitos los disfruten los destinatarios, pero desde luego es un regalo para la vista de quienes por allí pasamos asiduamente, aunque en mi caso me produzcan tristeza. Además, sobre una fría lápida o en un florerito pegado a un nicho me parecen una burla a la muerte. Quizás sea ese el objetivo, burlarse de la muerte poniendo algo vivo que a su vez morirá en breve pues esas flores también tienen los días contados. ¿Es acaso un simbolismo de lo efímera que es la vida? Puede.

Aunque la caducidad de las flores se puede combatir utilizando sucedáneos de tela o plástico, y entonces ya no hay simbolismo ni nada, ni siquiera belleza. En estos casos el remedio es peor que la enfermedad, porque cuando observo esas pseudo flores llenas de polvo y ennegrecidas por la intemperie me embarga una sensación de decadencia aún peor que la tristeza que siento cuando veo las de verdad.

De todas formas yo sigo en mis trece, las flores mejor para los vivos, para los que pueden verlas, olerlas, tocarlas. Es más, y esto quizás sea algo genético dados los antecedentes con mi madre, a mí me gustan las flores pero en un tiesto, para que no se pongan mustias tan pronto y para que no lleguen nunca a oler mal. Y si es posible, prefiero verlas en mi casa que sobre mi tumba. Como diría mi madre, quien a los suyos se parece, honra merece. O como digo yo: genio y figura hasta la sepultura.





NOTA: Este texto, evidentemente, no es ningún relato sino una de las  reflexiones que me vienen a la cabeza cuando me pongo cavilosa. Con él he pretendido recuperar otra sección del blog que tenía abandonada desde hace tiempo, 'Las cosas de Kirke'. 

29 comentarios:

  1. Tienes mucha razón cuando hay fechas como el día de Todos los Santos los cementerios lucen sus mejores galas. Pasa en los cementerios mas grandes como este que nombras como en los pequeños y de los pequeños pueblos. Dicen que hay visitas guiadas a algunos cementerios por las tumbas que hay bien por antigüedad, por arte o por curiosidad de quien están enterrados allí. Es un despilfarro el gato inútil de las flores para los muertos, mejor son empleadas en los vivos. He dejado de visitar el cementerio de Eibar porque allí en estos momentos no tengo nadie cercano enterrado. Pero cuando iba me llamaba la atención de las tumbas y sobre todo una que tiene una familia gitana que vive aquí. Piden para comer, y para sus niños, pero en esa tumba no le falta el mejor mármol y las mejores rosas rojas todo el año. Yo soy de la misma opinión me gusta más las flores en maceta que cortadas y recibirlas en vida. Un abrazo.

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    1. Hola, Mamen.
      En el cementerio de la Almudena/del Este también hay visitas guiadas pero algunas son de lo más cutre porque en lugar de acudir a las tumbas de escritores o personajes célebres de nuestra Historia el público se interesa más por la tumba de algunas folclóricas como la de Lola Flores. Para gustos, los colores.
      El dineral que se invierte en esas flores es mucho, pero yo eso lo doy por bueno porque las floristerías también tienen que vivir.
      Un besote.

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  2. Es una muy buena reflexión.
    Yo no soy muy asidua a visitar el cementerio, voy solo los cumpleaños y fechas muy señaladas, como San José porque así se llaman mi abuelo paterno y mi padre y en Todos los Santos por supuesto, bueno este año por circunstancias no he podido ir, y el otro día lo pensaba mi padre debe de sentirse mal porque este año no he ido y mi marido dice que no tiene importancia que el donde este no me lo tiene en cuenta y creo que así es pero aún así tengo que hacerle esa visita.
    La verdad, el cementerio es cierto que es un lugar tranquilo y que realmente hasta inclusive cuando paseas por él te encuentras verdaderas maravillas artísticas, de hecho en algunos cementerios, se que en Barcelona, en otros lugares lo desconozco organizan visitas guiadas al cementerio.
    Siempre pienso lo mismo cuando voy a visitar a mi padre al cementerio, y es que e curioso que cuando vivimos nos dedicamos a peleamos entre nosotros, a ponernos de vuelta y media, a discriminar por razón de sexo, religión o cuestiones de otra índole, hasta por la clase social y al final te pones a pensar que todo eso en el momento que te mueres y vas al mismo lugar donde todos hemos llegar , el cementerio, en ese mismo instante como digo yo se acaban las tonterías, de modo que muchos de nosotros deberíamos pensar mucho cuando discriminamos a alguien o nos enfadamos por cosas sin importancia que al final ¿de que sirve? De nada, todos somos iguales al final de esta vida.
    Besos

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    1. Hola, Tere.
      En este cementerio que cito también hay visitas guiadas. Al ser tan grande hay muchos personajes ilustres de diferentes ámbitos culturales y políticos, pero a este respecto las tumbas más "famosas" se encuentran en el llamado Cementerio Civil, es el que se encuentra al lado del "cristiano" y en él se enterraban a quienes lo pedían por su ausencia de creencias o a lo que pertenecen a otra religión no cristiana, y también a los suicidas.
      Ir a visitar a un ser querido no tiene que ser una obligación, y más el Día de Todos los Santos. Esa fecha a mí ni se me ocurre ir porque hay un follón de mil demonios, prefiero otros días donde hay más tranquilidad.
      Un besote.

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  3. A mí los cementerios me dan bastante repelús. Últimamente he ido más de lo que me hubiera gustado y gracias a que voy con mi hermana que controla más, pero yo me perdería rápidamente. En León solo hay un cementerio y, comparado con el Cementerio del Este madrileño (también prefiero ese nombre), es un juguete. La puerta de salida creo que no me costaría encontrarla, pero las tumbas a visitar soy incapaz. Mi hermana me lleva y vamos de tíos a abuelos y de abuelos a bisabuelos (mi padre no está allí, lo tengo mucho más cerca).
    A mí lo de las flores siempre me ha parecido una auténtica frivolidad. Tenía un tío que era socialista que decía que a su entierro no quería que hubiera una flor, que dieran el dinero para alguna buena causa. Ironías de la vida, creo que nunca vi tantas flores como en el entierro del bueno de mi tío Dionisio, más de la mitad de gente del partido, por cierto.
    Me encanta ver que vas rescatando secciones del blog. Espero que signifique que vas a estar mucho tiempo por aquí.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa.
      Llevar flores y especialmente coronas cuando es el sepelio está instaurado como algo obligatorio y parece que si entregas una corona muy, pero que muy grande, es que te importaba mucho más el finado. Hay mucho postureo a este respecto, porque si el fallecido pidió expresamente que no se llevaran flores creo que hay que respetarlo, pero puede más la presión social y el quedar bien de cara a la galería.
      Estoy rescatando secciones del blog pero será en detrimento de otras más nuevas, como la de relatos que se verá seriamente mermada, no porque haya dejado de escribir sino porque ahora mismo estoy escribiendo relatos bastante largos que no tienen cabida en el blog por lo que se quedarán para compartir en otro tipo de círculos. De todas formas, algún relato corto me queda por ahí en el tintero y lo colgaré más adelante.
      Gracias por tu constante apoyo, eres una incondicional y eso se agradece mucho.
      Un besote.

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  4. Poca cosa puedo decir sobre este tema que no hayas dicho ya; en todo caso solo aclarar, no sin ciera ironía (hay que hacer broma de todo, incluso de lo más serio), que las flores en casa las verás, pero sobre tu tumba ni las olerás.
    Los cementerios siempre me han dado esa imagen que mencionas de paz y tranqulidad. Los únnicos que la perturban no son sus moradores habituales sino los que acuden, año tras año, en las mismas fechas, a ponerles flores, que a veces me da la impresión de estar en un mercado ambulante.
    Nuestra vida está repleta de simbolismos, aunque muchos no quieran reconocerlo. Visitar a nuestros difuntos, o deberia decir las tumbas de nuestros seres queridos, es un acto tan simbólico como cualquier otro. Y ponerles flores aun más.
    Yo no soy una excepción, y también "me obligo" a visitar la tumba de mis padres una vez al año, pues no es plato de mi gusto acudir a un cementerio, como el de Montjuic, en Barcelona, por lo lúgubre que es. Cuando paso por delante de las esculturas que adornan las tumbas me asombra esa labor escultórica pero paso de largo. Pero esa parte de enterramientos horizontales solo está en un tramo de la entrada. Como ese cementerio se conctruyó sobre la montaña que lleva su nombre, la "planicie" es escasa, mientras que las pendientes son muy abundantes. La falta de espacio hizo, hace muchísimos años ya, que el cementerio esté mayoritariamente ocupado por calles y calles de nichos. Y la sola observación de esos "habitáculos" me deprime. Más bien parece un almacén de muertos. Así pues, no me resulta un lugar especialmente agradable para el paseo, aunque sí de la meditación, para pensar en que "no somos nada". Para desintoxicarme un poco de esa impresión tan negativa, como el lugar donde reposan los restor mortales de mis padres está en la parte más alta del cementerio, me relajo unso segundos mirando el mar, que queda a sus pies. Acto seguido, doy media vuelta, vuelvo al coche y me voy a casa con un regusto amargo. La muerte y todo lo que me la recuerda me pone mal el cuerpo y (si existiera) el alma.
    Me parece estupendo que hayas recuperado esta sección. La cosas de Kirke siempre resultan muy interesantes, jeje.
    Un beso.

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    1. Hola, Josep Mª.
      No eres el único al que tras una visita al cementerio le queda ese regusto amargo. A mí no. No sé si será porque he vivido siempre cerca de uno (dede mi habitación de adolescente, en la casa de mis padres, veía la tapia del cementerio y algunas lápidas) y ver ese tipo de paisaje es algo muy normal para mí.
      El cementerio de la Almudena (del Este) es muy amplio, y tiene espacios abierto, también está construido sobre una pequeña montaña y la pendiente de la misma se utilizó para construir las tumbas a base de "terrazas" donde las paredes que se forman entre una plataforma y otra están aprovechadas con nichos. A decir de los arquitectos, y dado que se construyó a finales del siglo XIX, fue una manera bastante buena de aprovechar el espacio pero sin aglomerar las tumbas.
      Yo acudí una vez a una de las visitas guiadas y la parte donde estaban los panteones más antiguos me impresionó mucho porque esa zona era digna de ser el escenario de una película de terror, las imágenes que se veían por ahí eran de lo más tétricas (mujeres encapuchadas con la cabeza baja y cosas por el estilo).
      El paseo hasta donde está mi madre es mucho más alegre, dentro de lo que cabe en un cementerio.
      Tendré más textos para esta sección de ahora en adelante y saber que te gusta es un buen acicaque. Gracias.
      Un beso.

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    2. Por cierto, lo de preferir tener flores en mi casa antes que en mi tumba es por lo que tú acertadamente comentas: las de la tumba no las voy a ver y las de casa sí. Puestos a gastar dinero en mí, que se aproveche bien, ja, ja, ja.

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  5. Hola Paloma a mi no me gustan los cementerios porque los asocio a dolor y tristeza. No me produce tranquilidad pasear por ellos, aunque reconozco que hay algunos que son de lo más bonitos y sorprenden. Me ha parecido tan triste ese detalle de la tumba de ese niño y sus flores, me ha conmovido igual que me pasa con esos recordatorios que hay en las carreteras.
    Al final no hay diferencias entre ricos y pobres, tanto da que se cubra con una simple lápida o con rebuscadas esculturas, todos somos iguales.

    Y sí esa profusión de flores un día siempre me hace pensar en el resto del año, cuando esos muertos no reciben visitas y esas flores secas se marchitan y que lo que importa es lo que se recuerda de esas personas que se han ido y eso no es de un día al año, siempre están ahí las personas que importan.
    Qué solos se quedan los muertos, qué acertadas palabras, aunque yo añadiría y también los vivos.

    Por cierto esta sección también me gusta mucho.
    Besos

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    1. Hola, Conxita.
      Tienes razón en lo de la soledad de los muertos, algo que yo noto especialmente porque como visito el de mi madre con asiduidad tengo ocasión de hacerlo en diferentes épocas y cambia mucho.
      En la publicación he comentado que mi madre murió pocos días después del Día de Todos los Santos, y cuando voy está todo el cementerio lleno de flores, es muy llamativo. Pero cuando voy la fecha de su cumpleaños que es en febrero, ahí ya no hay cerca ninguna fecha señalada como la del padre o la de la madre (días que también hay bastante afluencia de público con flores). El caso es que en febrero el cementerio se presenta completamente distinto, ya no hay tantas flores, salvo contadas excepciones, y entonces yo me pregunto hasta qué punto el acudir un día en concreto para dejar de hacerlo el resto del año, no encierra algún atavismo de tipo social que poco tiene que ver con el recuerdo de ese ser querido ya desaparecido.
      Me encanta que te guste esta sección, al igual que la de la Demencia, la pienso retomar de manera más constante.
      Gracias, guapa.
      Un besote muy grande.

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  6. Hola Paloma, te atreves con todo y eso además de ser muy valiente merece un justo reconocimiento. Creo que hay entre 4 0 5 millones de personas enterradas allí y si este dato que escuché en radio fuera veraz, hemos de suponer que ya hay más muertos que vivos en la ciudad de Madrid, ja,ja,ja. Me río porque creo que incluso a la muerte hay que quitarle hierro y de hecho hay algunas lápidas impresas con mensajes bastante graciosos, un ejemplo ( Cuando nací, todos reían y yo lloraba. Cuando morí, todos lloraron y yo reí). Respecto a las flores siempre mejor para los vivos claro, aunque si sirven de consuelo para aquellos que las ponen pues bienvenidas sean. Y sino vamos a la parte mercantil, los puestos de trabajo generados de trabajo con el trasiego de flores también se podría valorar en positivo.
    En fin, desde luego me has sorprendido con una esta entrada y lo mejor es que has conseguido naturalizar las visitas a los camposantos que no tienen porque suponer un drama, sino un recuerdo querido hacia los que ya no están con nosotros. Besos y buen fin de semana.

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    1. Hola Miguel.
      Lo de atreverme con todo no sé yo si es porque soy valiente o porque soy una insensata, pero es lo que hay, ja, ja, ja.
      Es cierto que en el cementerio del Este hay más moradores que en muchas ciudades, de hecho se le define como "Necrópolis" porque es enorme. Tiene una línea de autobús que lo recorre y todo.
      Como le comento a Josep Mª, puede que el haber crecido viendo desde la ventana de mi habitación la tapia del cementerio me ha hecho asumir el tema de la muerte y su "parafernalia" con naturalidad. Hace unos días salió una noticia contando que los pisos que se encuentran al lado de un cementerio se devalúan por este motivo porque a la gente no le gusta vivir cerca de un lugar así. Yo, desde luego, no soy de esas personas, todo lo contrario, creo que tener cerca de tu vivienda un cementerio te asegura mucha tranquilidad y seguridad por esa parte.
      Lo de los epitafios ocurrentes se dan mucho más en el Cementerio Civil que está al lado de este. Ahí hay frases llenas de ironía y algunas hasta con humor (mira, lo mismo un día escribo algo al respecto).
      Algunas cosas se hacen por tradición y eso está bien, mantener costumbres como un homenaje a quienes nos precedieron supone mantenerlos en el recuerdo, así que nada que objetar.
      También le he comentado a Mamen que el vender flores supone un estímulo para quienes viven de ello, así que por ese lado es positivo. Es más, el tener esos puestos de flores al lado del cementerio que abren los días festivos, me supuso salir de un apuro en cierta ocasión que quise regalar un ramo a la madre de una amiga por su santo (la señora estaba viva) y las floristerías corrientes estaban todas cerradas.
      Gracias por tu visita y buen domingo (algo tristón, dicho sea de paso).
      Un beso.

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  7. Hola, Paloma.
    Te diré que fue el título de la entrada lo que hizo que la leyera. Opino igual que tú, las flores para los vivos y también soy del parecer que es mejor regalar una planta que unas flores separadas de su raíz. No obstante he de decir que a mi no me gustan los cementerios ni me relaja pasear por ellos. Símplemente no los visito porque allí solo mora la forma y a mí me interesa mucho más la esencia.
    Al leer los comentarios he visto el de Josep Mª y he recordado lo que me pasó hace unos años.
    Mi padre falleció en agosto y decidí ir a recoger las cenizas personalmente, fui acompañada, pero estaba dispuesta a ir sola, porque supongo que deseaba ver con tranquilidad ese lugar de reposo. Como los días son muy largos en verano, decidimos ir por la tarde y,tal y como nos dijeron, tomamos la calle de la Mare de Déu de Port. Solo os diré que decidí hacer el recorrido a pie ¡Uf! no lo volvería a repetir.
    Llegamos cansadas cuando ya casi finalizaba el horario de entrega de las urnas; nos la entregaron y yo presa de emoción la abracé. Ya de vuelta, nos aguardaba una sorpresa: la puerta por la que habíamos entrado estaba cerrada. Como tú dices, es difícil preguntar a nadie. Dimos paseos por arriba, paseos por abajo, pues como bien explica Josep Mª, dicho cementerio está ubicado en una montaña. Creo que debimos de tardar una hora o más en encontrar la posibilidad de salir de allí. A mi padre le gustaba la broma y me lo imaginaba riendo. Yo cansada ya de llevar sus cenizas a cuestas le dije: ¡Vaya jugarreta, papá!
    Sé que es un cementerio con gran interés artístico, pero no me gustan nada las esculturas funerarias, tengan el valor que tengan.
    Hace años tuve que ir al cementerio de Collserola y el recuerdo que tengo es totalmente diferente.
    En fin, que no me gustan los camposantos, ni el dinero que se gasta en ellos, cuando hay tantas necesidades entre los vivos, pero para los gustos están los colores...
    Kirke, soy más de reflexiones que de relatos, así que te diré que me ha encantado.
    Un abrazo y buen fin de semana para todos.

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    1. Hola, Ana.
      Entiendo perfectamente todo lo que cuentas. Esos monumentos funerarios son deprimentes. Cuando hice una visita a una zona donde solo hay panteones y de familias adineradas, salí estremecida de allí. Algunos mausoleos eran tan grandes como una casa, tenían hasta varias plantas, y todo ¡en mármol! Yo quedé alucinada porque todo ese dinero se había empelado en construir la morada de personas que estaban muertas, cuando muchas vivas no tienen un triste techo en el que cobijarse.
      También entiendo perfectamente lo que sentirías cuando te perdiste con las cenizas de tu padre. Al menos tuviste ese guiño de humor con tu progenitor para "recriminarle" la broma. Eso está bien. Creo que la mejor manera de recordar a quienes se fueron es con esas pequeñas actitudes que los definían. Mira, además de visitar a mi madre el día de su cumpleaños, ¿sabes otra cosa que hago? Me voy a una cafetería y me pido un café con leche y una tostada con mantequilla y mermelada de melocotón, porque una de los pequeños placeres que mi madre adoraba era irse a merendar conmigo y eso era lo que ella siempre pedía. En esos gestos yo mantengo su recuerdo y es como si algo de ella permanece y sigue conmigo.
      Si te gustan más las reflexiones que los relatos te invito a que estés atenta a esta sección, la tenía muy abandonada pero pienso enmendar el error. Aunque, te aviso, a veces mis reflexiones son algo raritas, ja, ja, ja.
      Un abrazo fuerte y muchas gracias por tu aportación.

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  8. Hola Paloma, la verdad es que no suelo frecuentar los cementerios y pienso que llevar flores un día al año pues la verdad no va conmigo, sin embargo he podido comprobar cuando he ido a limpiar el nicho de mi padre el bienestar que les produce a las personas ese acto que se convierte en un ritual en el que dialogan con el ser querido al que tienen allí detrás del frío mármol. Tus letras me han llevado a mi infancia cuando en el lugar en el que crecí se tenía por costumbre el día de Todos Santos hacer un peregrinaje al cementerio, que debo decir que en Barcelona tenemos el de la montaña de Montjuïc que es un verdadero laberinto y sin duda fácil de perderse. Siempre me sobrecogió y después con los años pude contemplar las esculturas como auténticas obras de arte. Bueno, en definitiva, pienso que las flores de poco sirven, lo que permance son los recuerdos en el corazón. Muchas veces hablo con mi padre y lo siento muy ceca de mí.
    Me ha encantado tu reflexión querida amiga.
    Que tengas un bonito finde.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Hola, Marina.
      Cuando yo visito a mi madre es también un acto simbólico, porque sé que esas cenizas que se encuentran tras la lápida no son ella, pero en ese simbolismo se encierra un homenaje, una manera de escenificar que no olvidamos a nuestros seres queridos.
      Por lo que no paso es por hacer ese homenaje o escenificarlo un día en concreto que la sociedad establece, y me refiero al Día de todos los Santos. Voy a menudo al cementerio, pero nunca ha sido precisamente ese día, es como si la gente acudiera en manada. Aunque también se puede ver como una tradición y en eso yo ya no me meto.
      Me alegra saber que te gustó esta reflexión mía. Gracias, guapa.
      Un beso muy grande y buen domingo.

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  9. Muy buena entrada, reflexiva y llena de alguna curiosa anécdota personal.
    Las flores ya las ponían los Neardentales dentro de las tumbas de sus seres difuntos. También se encontraron restos florales en alguna de las tumbas de los faraones y en tiempos más recientes las flores y las coronas se ponían para disimular el olor a putrefacción de los cadáveres. Ahora lo hacemos como homenaje, regalo o detalle hacia el ser querido.
    Como curiosidad te comento que los judíos no llevan flores a sus seres difuntos sino piedras.
    Un placer leerte.
    un beso.

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    1. Hola, Francisco.
      Lo de poner flores para enmascarar el mal olor del cadáver en descomposición no sé yo si es completamente acertado.Las flores cuando se marchitan despiden también un olor bastante desagradable, evidentemente no es igual que el de un cuerpo pero... me parece añadir más leña al fuego.
      Hace unas semanas, en una conferencia en el Museo Arqueológico, comentaron que en algunas tumbas neandertales aparecían restos de flores, pero eran flores con propiedades medicinales por lo que colegían que pertenecían a chamanes o curanderos. Es curioso.
      Respeto, como no podía ser de otra manera, a quienes depositan flores en las tumbas de sus seres queridos, pero yo sigo pensando que esas flores hubieran sido mucho mejor bienvenidas por sus destinatarios cuando estaban vivos.
      No sabía lo de los judíos, cuando me pasee por el Cementerio Civil, como ahí hay muchas tumbas judías me fijaré con lo de las piedras.
      Un placer tenerte aquí.
      Un besote.

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  10. Hola.
    No sé si te he dicho que mi madre tuvo una floristería y los trabajos que más tristeza le producían eran los fúnebres, ya fueran coronas o centros de caja o algo para llevar al cementerio.
    Además ella hizo bastantes para niños y una de las veces fue mi marido a hacer la entrega y al ver la cajita de la niña se puso malísimo, qué impresión.

    Yo soy de flores para los vivos, y mi padre y mi tío eran así, de hecho en sus funerales intentamos poner lo mínimo, aunque hubo quien envió y ya fueron más de los que hubieran querido, pero si el fallecido no quiere, no hay que poner y punto.

    Aquí en Asturias hay muchos cementerios llenos de obras de arte, uno es el de EL Salvador, en Oviedo, de hecho un grupo reclama que depositen ahí los resto de Franco, no sé si lo has visto.

    Me ha gustado tu relato, me encanta al paz que se respira en los cementerios y las flores, para los vivos. Como decía mi madre: qué alegría me da hacer un ramo de novia y qué pena un centro funerario.
    Muy feliz finde.

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    1. Hola, Gemma.
      No sabía que tu madre tuvo una floristería. Ahí sí que debía respirarse alegría. Evidentemente preparar una corona de flores debe de ser desagradable y peor si es para un niño.
      Si tu marido se puso malo cuando tuvo que ver esa cajita al entregar el ramo, te puedes imaginar cuando en uno de mis paseos "desorientados" llegué a una de las zonas más antiguas que correspondían única y exclusivamente a niños. Resulta que en el siglo XIX y principios del XX, las tumbas se colocaban en diferentes zonas según la condición del finado. Por ejemplo, había una zona para religiosos, otra para soldados y otra para niños (evidentemente, eso ya no se hace así). El caso es que cuando deambulé por esas tumbas todas de niños y me puse a leer los epitafios se me hizo un nudo en el corazón y me marché de allí espantada y con mucha angustia. Ahí no respiré nada de paz, la verdad.
      Estoy con tu madre, nada que ver confeccionar un ramo para una novia que un centro funerario. Pero la vida tiene esas dos vertientes y hay que asumirlo, queramos o no.
      Feliz domingo, guapa.
      Un besote.

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  11. Me encantan tus posts cuando hablas de cosas "reales" y propias.
    Yo pienso que las flores es lo único con lo que se puede obsequiar a los muertos, además de con la visita (y eso que yo todavía no he llevado flores a ninguno), que suelo hacer todos los años, día arriba dia abajo, de la fecha de Todos los Santos. En concreto, a las tumbas de 3 de mis abuelos (como sabes, una abuela mía aún vive).
    Pues bien, a mi la sensación que me transmite el andar por el cementerio es más bien de congoja, de hecho cuando me doy cuenta hasta ando un poco encogida. Me da un no sé qué...
    También me he perdido más de una vez pero, obviamente, el que yo visito no es como el que comentas ni de lejos, y después de unas cuantas vueltas he encontrado la salida.

    Respecto a la tumba de ese niño de 7 años, muerto en los años setenta, supongo que serán sus padres quienes encargarán las flores a una floristería, ¿no?. Me ha resultado muy tierno que adopten forma de objeto.

    En fin, que a mí me encantan las flores estén donde estén, pero si es en casa (aunque sea una sola rosa, como tengo a veces), mejor.

    Un beso muy fuerte, compi.

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    1. Hola, Chelo.
      Como he comentado previamente, no sé si es porque he vivido siempre cerca de un cementerio pero a mí no me dan ni congoja ni miedo ni nada parecido. Para mí es un lugar tranquilo donde se puede pasear y no siempre para visitar a alguien.
      Precisamente el Día de Todos los Santos es el único día que no voy porque está todo atestado de gente y eso le resta 'naturalidad' al lugar.
      Yo también creo que esa tumba llena siempre de flores sea ornamentada por los padres, pero se supone que ya serán mayores... no sé, es muy llamativo, la verdad.
      Un besote grande, guapa.

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  12. Creo que si hubo un momento en el que comenzó nuestra civilización fue aquel en el que el primero de nuestros ancestros enterró a su ser querido. Ese rito implicaba un deseo de trascendencia, un pensamiento abstracto más allá de las necesidades básicas.
    Los cementerios me causan parecidas sensaciones a las que nos has compartido en la entrada, aunque en cuanto a seres queridos prefiero recordarlos por lo que me dejaron. La tumba me confirma que ya no están, que su cuerpo yace allí. Quizá por eso en mi caso, prefiero ser incinerado y, si es posible, que esparzan las cenizas. No quiero más lugar de descanso que el recuerdo que pueda haber dejado.
    Un fuerte abrazo!

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    1. Hola, David.
      Creo que lo de esparcir las cenizas por ahí no está permitido, aunque haya gente que lo hace no quiere decir que esté autorizado. En principio, y por ser restos humanos, no se pueden depositar en cualquier lugar, aunque a este respecto (enterrar las cenizas en un jardín particular, por ejemplo) las autoridades hacen la vista gorda, entre otras cosas porque es difícil controlar algo así. Al menos eso es lo que me contaron cuando incineré a mi madre.
      Yo también creo que la mejor manera de homenajear a quienes nos dejaron es recordando los momentos vividos con ellos.
      Un abrazo.

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  13. Hola Kirke, parece que estos días todos andamos a vueltas con el tema de los cementarios,... como sabes hace unos días subí una entrada sobre este mismo tema,... y quería incidir sobre el tamaño,... en el camposanto del que Norte hablaba es imposible perderse,... es pequeño, todos se conocen (yo creo que hasta los difuntos), y siempre está muy cuidado, con montones de flores frescas. El que tú describes es todo lo contrario. Me resulta imposible imaginarme que uno pueda perderse en un cmentario,... ya ves como somos los de provincias,... jajaja En todo caso a mi no me parece ni bien ni mal emplear flores para honrar a los muertos,... imagino que depende como cada uno sienta la falta del ser querido,... o como quiere que la sociedad lo perciba ;)

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    1. Hola, Norte.
      Yo también respeto que la gente recuerde a sus seres desaparecidos de la manera que mejor le parezca, si es con flores, pues con flores, si es con una misa, pues con una misa.
      Recuerdo esa publicación tuya a la que aludes, y creo recordar que te comenté cuán diferentes se presentan los cementerios en fechas como la que contabas, la de Todos los Santos, y el contraste cuando no hay una festividad así, porque en el cementerio al que yo voy la cantidad de flores disminuye considerablemente cuando han pasado varios meses de un día así.
      Un abrazo.

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  14. Hola, Paloma.
    Una entrada muy íntima, en la que has hecho que me sumergiera en tu reflexión y en cierta manera la compartiera, como cuando le explicas a alguien tus sensaciones.
    Me gusta que rescates esta sección, así egoístamente, te conozco mejor :)
    A mí los cementerios no me gustan, he de decir que nunca voy, ni en fechas señalas ni nada, mi madre y hermana cuando van no me lo comentan porque me produce mucho dolor al sentir esa pérdida. A parte, siempre he creído que nos debemos querer en vida, y no llorarnos cuando nos hemos ido. Y sé, que yo, hipócritamente, no cumpliría con mis creencias. Si tenemos recuerdos de esa persona quiero que sean los vividos por la experiencia y el amor que sentimos.
    Sobre las flores me ha gustado mucho lo que dices: Quizás sea ese el objetivo, burlarse de la muerte poniendo algo vivo que a su vez morirá en breve pues esas flores también tienen los días contados. ¿Es acaso un simbolismo de lo efímera que es la vida?
    Yo conozco un truco, bueno tampoco es mágico, pero se conservan algo más. Ponerle un poco de laca. Aunque me gustan las que están en macetas y no las cortadas.
    Un beso enorme.

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    1. Hola, Irene.
      Como ya cuento en la publicación, suelo visitar a mi madre porque la tengo muy cerca de casa y suelo pasear por donde están ahora sus restos. Pero ya le comenté a Ana Palacios que mi particular homenaje en recuerdo a mi madre cuando es su cumpleaños consiste en ir a una cafetería y tomar un café con una tostada, era un ritual que a ella le encantaba y que yo reproduzco en su recuerdo. Esas pequeñas cosas son las que nos mantienen unidos a nuestros seres queridos, las que hicimos en su compañía.
      Lo de poner laca lo desconocía pero como no suelo tener flores cortadas en casa (aunque no niego que algún ramo me regalan de vez en cuando) no sé si lo pondré en práctica alguna vez. Cuando me regalen flores intentaré acordarme y probarlo.
      Un beso muy grande, guapa.

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