Anthime,
Padioleau, Bossis y Arcenel son cuatro amigos que viven en la Vendée, una
región del oeste de Francia. Tienen profesiones muy diversas -uno de ellos es
guarnicionero, otro es contable, otro carnicero y otro matarife- pero comparten
una afición común: la pesca. También son amigos de charlar durante horas
delante de unos buenos cafés. Lo comparten todo, los buenos momentos y los
malos. Comparten hasta el reclutamiento para ir a filas. La Gran Guerra ha
comenzado y a ellos les toca ir al frente. A este grupo se añade un quinto
componente, Charles, el hermano de Anthime.
A la Primera
Guerra Mundial en su momento se la llamó la Gran Guerra pues, evidentemente,
aún no se sabía que veinte años después se repetiría el mismo horror y habría
una segunda conflagración mundial.
Los cuatro
compañeros de pesca tienen que ir a primera línea de combate: “salieron de
Nantes el sábado a las seis de la mañana y llegaron a las Ardenas el lunes a
última hora de la tarde”. En aquel frente de las Ardenas los cuatro amigos sufrirán
una realidad que ni siquiera los oficiales más experimentados podrían haber
imaginado. Nadie les avisó que el avance de su ejército hacia el enemigo se
vería bloqueado en una línea que iba desde Suiza hasta el mar del Norte,
dejando de moverse para quedarse empantanados en una red de trincheras que
llegaron a tener una extensión de diez mil kilómetros.
La
Primera Guerra Mundial fue el laboratorio en el que se experimentaron diferentes maneras de luchar, pero
también fue la muestra evidente de un gran error de cálculo, donde el enemigo
se presentó con múltiples formas dando lugar a lo que el propio autor califica
de “suicidio europeo”.
El primer error
de cálculo se dio cuando los expertos estimaron que aquella conflagración
duraría muy poco. “Un asunto de quince días” llegaron a decir los periódicos,
pero cuando los cuatro jóvenes llevan tres meses en el frente empiezan a
sospechar que la cosa va para largo (los quince días en realidad fueron mil
quinientos sesenta y siete).
Otro error de
cálculo fue la mala dotación en los uniformes de los soldados. Las botas se
agujereaban con facilidad y no soportaban demasiadas marchas, aunque al estar
bloqueados lo de andar no era lo más preocupante. Mucho más problemáticos fueron los
cascos, se resbalaban constantemente y producían migrañas, solo eran buenos
para cocer huevos o como platos soperos. En este caso, los responsables tomaron
nota y rectificaron. Los primeros cascos se cambiaron por otros más cómodos y
de un azul brillante, tan brillante que relucían con los rayos del sol y
convertían a quienes los llevaban en un blanco fácil para el enemigo que
estaba en la trinchera de enfrente.
No calibrar que
en una guerra hay más enemigos que los que portan armas fue otro error más a la
hora de calcular el peligro. Las balas y los obuses mataban, pero también lo
hacían las enfermedades infecciosas que se instalaban como vecinos molestos
entre los charcos de inmundicia de las trincheras anegadas por el agua o la
sangre de compañeros alcanzados por una granada lanzada con puntería. Otro
enemigo adicional era el barro que se formaba cuando la lluvia venía a visitar
un ejército estancado en una telaraña de zanjas que obligaba a vivir
semiencogido para no ser la diana de un disparador atento.
Pensar que era
más seguro combatir en un avión que a pie de trinchera en tierra fue otro gran
error de previsión. Resulta que en aquella guerra la batalla aérea tuvo un
papel relevante con los primeros aviones de combate de la Historia tras descubrir que aquellos aeroplanos no solo podían hacer labores de rastreo sino que podían aportar su granito de arena destructivo con el simple hecho de poner armas en ellos y a alguien que las disparara. Quien se
alistó en las fuerzas aéreas creyendo que su situación era menos arriesgada que
en la infantería se equivocó de medio a medio.
En esta corta
novela, Echenoz nos cuenta de manera sencilla, pero sin un ápice de compasión,
los estragos de una de las guerras más crueles de la Era Moderna y que sería el
escenario para probar nuevas formas de matar como la utilización de gases
venenosos o el empleo de los recién inventados tanques.
Pero Echenoz no
solo se limita a contarnos la crueldad en el frente sino también la guerra que
se libra entre la población civil compuesta por mujeres, chiquillos y ancianos
“cuyos pasos por las ciudades semivacías suenan a hueco en un traje demasiado
holgado”. Cuando la población no apta para el combate cae en la cuenta de que aquello está durando más de quince días tienen que asumir tareas diferentes a las que realizaban en tiempos de paz. Las mujeres trabajan en las fábricas y los niños pequeños realizan los trabajos que deberían hacer sus hermanos mayores pero que están ocupados en matar enemigos en el frente (y/o en que los maten a ellos); estos niños, a su vez, son relevados por sus hermanos menores cuando ellos mismos alcanzan la edad para matar (y ser muertos).
El autor también nos habla de otro tipo de participantes en una guerra: los animales. Unos cumplen su función como alimento, tanto si son domésticos como silvestres, dentro de estos, algunos"ascienden" de categoría, se trata de los animales marginales como el topo, el erizo o el zorro, indeseados antes de la guerra pero aptos para el consumo cuando escasea el rancho. Otros animales son combatientes también pues son útiles desde un punto de vista bélico, en esta categoría se encuentran los perros, los caballos y las palomas. Por último, hay otro tipo de animales considerados enemigos a los que hay que exterminar como si de un adversario más se tratara, en este grupo se encuentran los piojos y las ratas.
Durante toda la
lectura, Echenoz hace gala de un humor mordaz. Con cruel sarcasmo nos habla
también de las heridas que un soldado puede sufrir en un combate dependiendo de
la “suerte” al ser atacado. Ser malherido y quedar con secuelas irreversibles
es motivo de felicitación, y de envidia, por parte de los compañeros del “desafortunado”
soldado, pues esa herida es el billete de vuelta a casa. Uno de los
protagonistas pierde un brazo (no desvelaré quién para no destripar demasiado
el argumento) y regresa al hogar con dos imperdibles, ‘uno sujeta una medalla
al mérito y el otro sujeta una de las mangas de su uniforme’. Sufre algunos inconvenientes como no poder comer plátanos o ser más torpe con los naipes que los camaradas
que se quedaron sin piernas, aunque menos inepto que los que se quedaron ciegos
por el gas mostaza.
Desde luego, a
Echenoz en esta novela ironía no le falta, y denuncia tampoco.
Pero la Primera Guerra Mundial también fue la causante de otros inventos no tan crueles. Por ejemplo, Cartier inventó el reloj de pulsera para que un amigo
suyo aviador pudiera ver la hora, ya que sacar un reloj de bolsillo pilotando
un avión en plena refriega aérea era incómodo y arriesgado. A veces de las
situaciones más peregrinas salen las ideas más pragmáticas.
El único punto
negativo que le doy a esta pequeña joya es el final brusco. La historia se
termina de repente y en un par de frases se resuelve el destino de los
personajes, algo que me dejó descolocada y con la sensación de que a la trama
le faltaba por lo menos un par de páginas.
No obstante,
siempre es recomendable leer a Jean Echenoz. A este autor lo conocí con “Relámpagos”
y en aquella obra quedé prendada de su narrativa y de su protagonista (Nikola
Tesla). La manera tan mordaz de contar las cosas y su hiriente humor negro son cualidades que me animan a leerlo.
¡Hola! Pues la verdad es que tiene muy buena pinta, me la llevo muy apuntada. El hecho de que tenga un final abrupto no me desanima a lanzarme con ella.
ResponderEliminarBesos!
Hola, Seveth.
EliminarEl final abrupto a mí no me gustó, pero de todas formas la novela es muy buena y merece leerse.
Espero que te guste.
Un abrazo.
Me la apunto, aunque ya he empezado una, pero prometo leerla en cuanto me sea posible, aún con ese final que mencionas.
ResponderEliminarUn besote
Hola, Tere.
EliminarEspero que te guste tanto como a mí. A pesar del final es muy buena y el estilo del autor es estupendo.
Un beso.
No he leído nada del autor, pero me interesa mucho la Gran Guerra y la literatura francesa. Con lo que esta novela puede entrar en mi lista.
ResponderEliminarLa verdad es que tuvo que ser terrible enfrentarse a las enfermedades de siempre que acompañan a una guerra y en esta, además, a la mal llamada gripe española que empezó a azotar a partir de 1917.
Es curioso, pero muchos de los avances de los que gozamos hoy en día, se inventaron o se desarrollaron para su uso bélico. Es la bondad que se esconde incluso en los mayores desastres.
Muy tentadora tu reseña.
Un beso.
Hola, Rosa.
EliminarEs impactante saber cómo una guerra "estimula" el afán creativo para algunas máquinas. A raíz de esta novela indagué y recurrí a mi asesor particular bélico, es decir, mi marido, el cual me comentó un montón de cosas que se hicieron de otra manera a partir de esa Gran Guerra.
Yo creo que este autor te va a gustar. Yo tengo que repetir porque su estilo me encanta.
Un besote.
Ejemplar reseña Paloma.
ResponderEliminarEs muy interesante comprobar como a través de un libro podemos visualizar los horrores de la guerra y sin embargo, también poder comprobar, como en medio de tanto desastre se consiguieron avances tecnológicos que como en otros casos, surgieron por azar o por el propio desarrollo de la industria militar o aeroespacial si nos vamos a otro ámbito.
Un abrazo y tomo buena nota de este autor.
Hola, Miguel.
EliminarNo sé si es el afán de supervivencia o el de matar, pero en una guerra, como le comento a Rosa, se desarrolla una gran actividad creativa e inventiva. Afortunadamente, esos inventos luego pueden tener otros fines menos destructivos.
Esta novela es muy buena.
Un abrazo y gracias por tu visita.
Las guerras siempre dan pie a historias de amor y de terror al la vez. Los daños directos e indirectos (colaterales les llaman) son tantos que un buen escritor puede convertirlos en una obra merecedora de ser leída y disfrutada. Todavía hoy las "películas de guerra", como las llamlabamos de pequeño siguen atrayendo a los espectadores, aunque la primera guerra mundial ya no es objeto de interés, sino la segunda, especialmente en cuanto al horror nazi se refiera.
ResponderEliminarNuesta guerra civil también tenía que ser "un paseo militar" y duró tres largos y horribles años. De ella tambiñen se ha contado y se sigue contando muchoas historias.
"14" parece ser una lectura muy recomnedable a tener en cuenta. Lástima lo del final abrupto, esto me fastidia mucho. Tanto en el cine como en literatura, parece como si el autor (o guionista) no supiera como dar carpetazo al asunto.
Un beso.
Hola, Josep Mª.
EliminarEs cierto que los conflictos bélicos suelen ser fuente de historias variadas e inspiradores de muchas novelas. Pero creo que la Primera Guerra Mundial no dio tantas obras literarias como la segunda o como nuestra Guerra Civil.
A raíz de esta obra me he animado a releer "Sin novedad en el frente" y "Johnny empuñó su fusil", la manera tan peculiar de luchar en aquella guerra fue terrible y tengo ganas de volver a sumergirme en la crítica que esas dos novelas también hacen de la guerra.
En este caso, el final abrupto me pareció como que el autor pensó que ya había contado todo lo que tenía que contar (la crítica y la ironía por los efectos de una guerra) y que el destino de los protagonistas era lo de menos.
De todas formas, a pesar de ese final, la novela merece leerse.
Un beso.
Disculpa los contínuos gazapos tipográficos. Me he dado demasiada prisa en publicar mis comentarios sin antes revisarlos.
ResponderEliminarNo te preocupes, sé que sabes escribir bien y que los errores son responsabilidad de los teclados ;)
Eliminar¡¡¡Hola!!!
ResponderEliminarMe interesa todo mucho pero el final brusco me echa para atrás.
¡¡No sabía que Cartier había inventado el reloj de pulsera para su amigo aviador!!
Besos.
Yo tampoco lo sabía y cuando indagué me enteré de que en realidad lo inventó un poco antes, en 1908, pero durante la guerra se popularizó por ser mas útil que el reloj de bolsillo.
EliminarCuando investigué supe que el amigo aviador se llamaba Santos y ese primer reloj de pulsera se llamó "Cartier Santos"
A pesar del final la novela merece la pena.
Besos
Muy interesante, sin duda aquella guerra fue una carnicería. Llevó a una generación entera de jóvenes al matadero, no hay otra igual, ya lo cantaba también con ironía Brassens. El libro me recuerda un poco a "Sin novedad en el frente", aunque este fue escrito en la época (y quemado por los nazis por su antibelicismo). A ver cuando le hinco el diente a Echenoz, tengo en mi lista varios libros suyos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarYa le comenté a Josep Mª que a raíz de esta novela me han entrado ganas de releer Sin novedad en el frente, de la que apenas recuerdo nada, tan solo la escena final, la del pajarito (aunque creo que este es un recuerdo de la película más que del libro porque ahora mismo dudo si eso sale en la novela).
Hay una canción de Sting, Children's crusade que habla de todos los jóvenes que murieron en aquella guerra, a mí siempre me gustó porque la letra es todo un poema cargado de derrotismo y fatalidad donde dice algo así como que el barro se tiñó con la sangre de una generación entera. También alude a la tradición británica de prenderse amapolas rojas en recuerdo a los soldados caídos en aquella guerra (poppies for young men). Siempre que veo un lugar lleno de amapolas me viene a la mente la canción y lo que representa.
Echenoz bien merece un hueco en nuestras estanterías, creo que no te defraudará.
Un abrazo.
Hola Kirke,
ResponderEliminarUna reseña muy buena, atrapante.
De todas las guerras pocas han tenido un efecto tan amplio y tan prolongado como la Primera Guerra Mundial. Las pérdidas humanas fueron incalculables. De este autor solo e leido Big blondes y Cherokee, ambos libros sumamente satíricos con obsesiones y actitudes sexistas y, al mismo tiempo, extrañamente feministas.. Me lo llevo anotado para mi lista de lectura otoñal. Gracias por compartir!
Saludo
Hola, Yessy.
EliminarDespués de leer Relámpagos, y ahora esta novela 14 quiero repetir con Echenoz. Me apunto los títulos que citas y me pondré con ellos. Gracias a ti por esas dos sugerencias.
Un abrazo.
Hola Paloma creo que no he leído nada de Echenov y parece una buena propuesta la que traes aunque la temática no sé si me acaba de convencer. Desde luego me has dejado pensando en esos cascos brillantes que eran ideales como diana, curioso, lo que tenía que proteger acababa siendo un imán para el enemigo.
ResponderEliminarMe quedo con ese sacar algo positivo de tanta barbarie y ese reloj de pulsera.
Besos
Hola, Conxita.
EliminarEn todas las guerras se producen equivocaciones, la primera de ellas es la propia guerra, pero los errores de avituallar a los soldados de manera inadecuada creo que se repiten siempre. Si, encima, cuando los intentan corregir el resultado es aún peor... hay que tomárselo con ironía, como hace Echenoz, de esa forma la denuncia es aún más sangrante.
Esta novela es corta y no deja indiferente.
Un besote grande, guapísima.
Muy buena reseña Paloma! parece una novela muy interesante, así que gracias por descubrirla! Siempre he pensado que la guerra es como la pobreza extrema, en el sentido que todo el mundo dice saber que es cruel, pero creo que nuestra imaginación no da para hacernos una idea de la gravedad a menos que la veamos de cerca. Quiero decir con esto que seguro que en el libro se encuentran anécdotas que nosotros ni esperaríamos, como lo que dices de estar deseando perder un brazo para volver a casa.
ResponderEliminarme apunto el libro! Qué manera de acumular lecturas pendientes jajaja
un besote guapa!
Hola, María.
EliminarA mí la novela me gustó mucho, primero por esas anécdotas a las que te refieres, porque como de pasada cuenta cosas interesantes y, además, documentadas. Y sobre todo me gustó el sarcasmo que emplea, una ironía cruel que pone más de relieve el espanto que debió de ser aquella guerra.
Siento añadir más lecturas a tu, supongo, larguísima lista. Pero te aseguro que esta merece estar ahí, además no es muy extensa, así que no te llevará mucho tiempo y creo que te gustará.
Un beso muy grande y feliz lunes.
Pues anotada queda, Paloma. La verdad es que soy un apasionado del humor negro, quizá es una especie de coraza para encarar la tragedia. Creo que eso es lo que da valor al relato que presentas, ese detalle de los imperdibles es fantástico. Un libro que nos hablara del horror de la guerra sería algo obvio, ese toque del autor lo convierte en una lectura muy apetecible. Un abrazo!!!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarA mí también me gusta mucho el humor negro, además, me divierto mucho escribiéndolo. Y, al igual que tú, creo que es una manera de defenderse del horror. También es una forma de denuncia muy efectiva porque llama más la atención y uno se queda con detalles como el del imperdible que comentas.
Echenoz es sarcástico siempre y además, lo hace muy bien.
Un abrazo.
Hola Paloma,
ResponderEliminarAunque me ha encantado tu reseña y dejas con muchas ganas de leerlo (aún con el final abrupto), el toque de humor negro creo que es imprescindible para contrarrestar todo esa crueldad y dolor.
Pero no es un género que le haya dado muchas oportunidades, por no decir ninguna.
Un beso enorme, y feliz fin de semana.
Hola, Irene.
EliminarBueno, no todos los géneros nos gustan y aunque esta novela es muy buena si el tema no es atractivo para ti... pues hay un montón de libros donde escoger y disfrutar.
Me alegro de que la reseña te haya gustado.
Un beso y feliz domingo.