Este relato obedece a un ejercicio donde había que contar dos historias diferentes que se cruzaban en un momento dado. En todos los ejercicios del curso que realizo hay un tope de palabras, aunque el profesor es muy flexible con ese límite, todos tenemos claro que no podemos excedernos demasiado por una cuestión de tiempo y de educación (son dos horas de clase y ahí tenemos que exponer nuestros relatos siete alumnos). Si explico este detalle es para que se entienda la objeción (relativa) que me hizo el profesor y que al final expondré. Primero el relato.
DOS HISTORIAS
DIFERENTES Y UN MISMO DÍA
Hoy era un gran día para Antonio, como todos en los que
se celebraba una junta de propietarios. En este tipo de reuniones la mayoría de
los vecinos deseaban terminar cuanto antes para irse a su casa a encargarse de sus
propios asuntos. Pero Antonio, no. Él disfrutaba con las juntas de vecinos.
Repasar las cuentas, hablar de los desperfectos y de las reformas necesarias en
el inmueble, donde tenía su vivienda desde hacía más de treinta años, le animaba
mucho.
Encararse con los morosos le excitaba especialmente,
sobre todo con la vecina del tercero A, a esa le gustaba exigirle y recordarle,
casi siempre con muy malos modos, sus obligaciones para con la comunidad. En
cambio con el del cuarto C, que también solía ser bastante remolón a la hora de
pagar los recibos, no se ponía tan bravo, puede que porque le sacaba más de una
cabeza de estatura y, a juzgar por los brazos musculosos que no perdía ocasión
de mostrar el muchacho, debía de pasarse media vida en un gimnasio.
Hoy no había sido un buen día para Sara, de hecho
había sido un desastre. Se había levantado de muy buen humor porque el día
lluvioso que había pronosticado el parte meteorológico se había convertido en
una jornada con un sol radiante.
Tarareando con los auriculares puestos se encaminó
al bufete donde trabajaba como becaria. Pero nada más llegar la sonrisa que
siempre llevaba en la cara se le congeló cuando Margarita, la recepcionista, le
dijo que don Bernardo la esperaba en su despacho. Escamada se fue hacia el sanctasanctórum
del jefazo y se sentó en la silla enfrente de la mesa donde la recibió un
ceñudo y taciturno don Bernardo. Con pocas palabras y algún circunloquio de
cortesía, el dueño y jefe omnipotente del bufete le comunicó que estaba
despedida. Parece ser que la crisis y la pérdida de clientes obligaban a hacer
recortes y habían empezado por prescindir de sus servicios. Con el chocolate
del loro han empezado, pensó Sara, pues ella era estudiante de cuarto de
Derecho y la que menos cobraba, con diferencia, de todos los integrantes del
despacho de abogados.
Todavía faltaban más de dos horas para la junta pero
Antonio ya estaba listo para el evento. En una carpeta de cartón azul llevaba todas
las actas de la comunidad y los extractos bancarios con los últimos movimientos
de la cuenta donde se ingresaban los recibos y se pagaban los pocos gastos que
una pequeña comunidad de vecinos como la suya solía tener.
Pero, según Antonio, había muchas cosas que
discutir. El deterioro de los buzones y el mal estado de limpieza de la
escalera eran problemas que había que solucionar. Esas contrariedades no se
podían dejar de lado por mucho que el resto de sus vecinos solo quisieran
terminar pronto. Él sabría retenerlos, tenía una batería de preguntas que hacer
al administrador de la finca y un montón de sugerencias para mejorar los
espacios comunes. Y, como siempre, sabría imponerse con su tono autoritario,
levantando la voz y haciendo callar a aquellos que no supieran de qué estaban
hablando, especialmente a las mujeres. No conseguía acostumbrarse a que
vinieran ellas en lugar de sus maridos a las juntas. Qué sabría una mujer del
tipo de material necesario para impermeabilizar un tejado, o del mantenimiento
de la maquinaria de un ascensor, esas eran cosas de hombres. Y así pasaba,
claro, que se ponían a hablar sin ton ni son. Pero para eso estaba él, para impartir
orden, porque el papanatas del administrador no sabía poner a esas cotorras en
su sitio.
Tras tomarse un café en un bar, donde leyó varias
veces la carta de despido, Sara paseó aturdida por Atocha. No se lo podía
creer. No era mucho el sueldo que recibía por trabajar como una mula, pero le
resultaba suficiente para pagar los pocos gastos que le ocasionaba vivir en el
pequeño pisito heredado de su abuelo. Sara no tenía grandes caprichos, desde
luego no de los caros. Su mayor diversión consistía en tirarse en el sofá con
un buen libro después de una jornada agotadora tras pasar la mañana en la
facultad y la tarde en el bufete. Bueno, ahora tendría más tiempo para estudiar,
pensó. El que no se consuela es porque no quiere.
Sonó el móvil, era Marta. No le apetecía contestar
la llamada y contarle lo de su despido, seguro que pondría el grito en el cielo
e insistiría para que denunciara a los del bufete por cualquier cosa que
habrían hecho mal. Porque para Marta los que estaban ‘arriba’ siempre hacían
las cosas mal y los que estaban ‘abajo’ sufrían las consecuencias. Marta no era
mala chica, siempre le dejaba los apuntes cuando no podía asistir a clase por
culpa de algún trabajo imprevisto en el bufete, pero hoy Sara no estaba para
aguantar discursos de esos comunistas de salón, críos de clase alta que habían
elegido el bando político contrario al de sus padres y que estaban todo el día
con sus arengas sobre la lucha de la clase obrera cuando no habían visto un
obrero de cerca en su vida; aunque sus intenciones eran buenas, no sabían de lo
que hablaban.
Había llegado media hora antes pero Antonio se sentó
a la mesa de reuniones de la gestoría y extendió los papeles como si de un
consejo de ministros se tratara. Una vez desplegada toda su artillería se
imaginó mentalmente dónde se sentarían el resto de los vecinos. Mientras el
administrador seguía en su despacho haciendo que ordenaba algo con tal de no
tener que darle palique, Antonio repasaba cómo iba a empezar a enumerar las
tareas para abordar el nuevo ejercicio. Pero lo que más le preocupaba era quién
sería el encargado de tomar el relevo de presidente de la comunidad. Por él no
habría ninguna pega en renovar una vez más su cargo, pero llevaba ocho años
siendo presidente y algunos vecinos ya empezaban a protestar. Que si había que
dar un aire nuevo, que si tantos años una misma persona no era conveniente… ¿Qué
más dará que el presidente siempre sea el mismo? pensó Antonio, lo importante
es que quien ostente el cargo se tome las cosas con seriedad, como hacía él.
Sara sí sabía de clases obreras, porque ella misma
era una currante. Aunque ahora, exactamente era una currante sin curro. Su
abuelo trabajó en una fábrica de motos y fue un sindicalista que se jugaba el
puesto de trabajo cada vez que participaba en una huelga, no como los de ahora
que tienen tarjetas Black o cuentas en Suiza. El piso que recibió en herencia
fue lo único que el pobre hombre consiguió después de casi cincuenta años
trabajando ocho horas diarias de pie delante de una cadena de montaje. Un piso
que no sabría si conseguiría mantener, sin ningún ingreso no podría ni pagar el
recibo de la comunidad. ¡Ay, madre! ¡La comunidad! Hoy había junta de vecinos,
recordó. Lo que faltaba para terminar una jornada horrible, pero peor de lo que
le acababa de pasar no podía ser.
Mientras los vecinos de su comunidad empezaban a llegar,
Antonio seguía haciendo cábalas sobre quién podría recaer la presidencia. El
del primero B no, porque el hombre estaba ya muy mayor y completamente sordo.
El del segundo C tampoco, tenía una casa en un pueblo de León y desde que se
había jubilado pasaba largas temporadas allí. Hizo un repaso rápido por todos
los pisos y ninguno de sus propietarios le pareció idóneo. De todos ellos el
que menos era apropiado para ejercer la presidencia de la comunidad era el
dueño del quinto D, el problema primordial estribaba en que no era propietario,
sino propietaria. Por ahí sí que no iba a pasar Antonio; si ya le parecía una
estupidez que asistieran las vecinas a una junta, que una de ellas se encargara
de presidir la comunidad se le antojaba una auténtica aberración.
Aunque era lo que menos le apetecía en ese momento, Sara
hizo de tripas corazón y se acercó a la gestoría para asistir a la junta de
propietarios. Se sentó lo más alejada que pudo del presidente, el tío del quinto B. Ella
solía llevarse bien con todos los vecinos pero a ese no lo soportaba, era un
tipo estirado y con un eterno gesto de desagrado en la cara.
Estuvo toda la reunión como ida, no hacía más que
darle vueltas a su nueva situación, ¿cómo iba a pagar las facturas? Pedir ayuda
a su madre no era una opción, la pensión de viudedad que cobraba apenas le
llegaba para mantenerse sola. Podría alquilar el piso y volver a vivir con su
madre. Después de tanto penar para independizarse volvía a estar en la casilla
de salida.
En esas estaba cuando notó que todos los vecinos la miraban.
Sorprendida dirigió una mirada interrogativa al administrador y este, con una
sonrisa de anuncio de pasta de dientes, le comunicó que era la nueva presidente
de la comunidad. Y ella que creía que el día no podía ir a peor. Todos los vecinos
sonrieron complacidos. Bueno, todos no. El del quinto B tenía una cara más
amargada de lo que era habitual en él.
A mí me ha gustado tu relato. Es verdad que quizá como te dijo el profe si hubiera habido diálogo entre personajes el escrito habría sido más dinámico. Pero tal y como tú lo has hecho a mí me ha encantado.
ResponderEliminarPobre Sara, como dice la sabiduría popular 'además de burro apaleado'. Tras que trabaja como una mula y kle apagan poco, encima el tal D. Bernardo la echa. Y ahora le cae el marrón de presidir la Comunidad de vecinos. En fin, hay días que mejor sería no levantarse. Al menos gracias a ella la Comunidad se ha librado de un presidente machista. Quien no se consuela -también lo dice ella aunque en otro sentido- es porque no quiere.
Muchos besos, amiga
Hola, Juan Carlos.
EliminarContar una historia con pocas palabras es complicado, pero contar dos ya es rizar el rizo, por eso hube de recurrir a la herramienta "más fácil", que es la del narrador que lo cuenta todo sin dar demasiados rodeos y sin sutilezas.
Gracias por tu comentario tan amable, además has captado la intención que yo tenía al escribir: cuando un día se tuerce lo hace con todas las de la ley. Pobre Sara.
Un beso.
Pues si tu profesor te ha dado por bueno el ejercicio, a mi me ha gustado mucho. Has intercalado las dos historias sabiendo que al final los dos protagonistas viven en la misma vecindad. El hombre si que es machista y no quería que sería una presindente de la comunidad sería una mujer. Ella después de ser despedida la nombran entre los vecinos presidenta. La falta de diálogos no se ha notado. Muy bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Mamen.
EliminarMe deja más tranquila que, a pesar de esa falta de diálogos que suelen hacer el texto más ameno, la historia no te ha aburrido.
A veces, las condiciones del entorno son las que mandan.
Un besote, guapa.
Qué bueno Paloma! A mí me ha gustado mucho como has presentado a los personajes. No sé si el profe tendrá razón en que se podrían haber creado diálogos que lo mejorarán, pero a mí me ha gustado así, también soy de las que piensan que se puede crear algo muy bueno sin un diálogo. Creo que ya muestras ciertos detalles de sus vidas, explicando la vida de Sara y su familia humilde y obrera, y ese cansancio, por decirlo de alguna manera, de las opiniones ajenas con poco fundamento. También nos podemos hacer una idea del tipo de persona que es Antonio, ¡¡qué tortura de vecino!!
ResponderEliminarPobre Sara, cuando pensaba que la cosa no podía ir a peor...otro marrón.
Resumiendo, me ha gustado mucho. Me ha parecido creíble y el argumento bien hilado.
Un besote guapa!! :*
Hola, María.
EliminarVeo, con mucho agrado, que has captado muy bien cómo son los personajes, así que algo de mérito tendré yo con eso, ja, ja, ja.
Sara está cansada de esas opiniones ajenas que, con la mejor de las intenciones, sus amigas le dan pero que no tienen ni idea en realidad. En cuanto a Antonio... es tan detestable como se adivina en el texto.
Un beso muy grande.
Tú has estado en mi Comunidad, lo sé. Has descrito a los vecinos y al administrador, y tu Antonio en mi comunidad tiene otro nombre pero en lo demás es idéntico.
ResponderEliminarA mí me ha gustado y opino como tú, claro que habría estado genial lo de los diálogos pero eso lo dejamos para textos más extensos porque sino tendrían que ser diálogos en plan telegrama.
Besos y enhorabuena, escribes genial.
Hola, Gemma.
EliminarPor lo que dices de tu comunidad he deducido dos posibilidades. Una, que todas las comunidades son muy parecidas. Dos, tú y yo vivimos en el mismo inmueble y no nos hemos dado cuenta.
El personaje de Antonio está basado en alguien de carne y hueso que, por desgracia, es vecino mío. Prácticamente es un calco, al perfilarlo no he cambiado casi nada, ni siquiera el nombre.
Gracias por tu comentario tan animoso.
Un besote.
Yo creo que elegir el narrador en tercera persona o los diálogos para contar una historia y presentar a los personajes es algo que depende de circunstancias muy subjetivas del autor o de cuestiones más prácticas y objetivas como la de la extensión del relato. En ese sentido, creo que tu decisión de hacerlo con narrador omnisciente para no extenderte más allá de lo razonable es una opción totalmente válida. Y además, el relato te ha quedado genial. Me gusta mucho.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa.
EliminarQue el relato te haya gustado ya es suficiente para mí, técnicas de narración aparte. Cuando yo escribo lo que pretendo es contar algo y que ese algo se entienda, pero lo que más me satisface es que guste. En tu caso así ha sido y eso ya es un premio.
Muchas gracias por leer y por opinar, guapa.
Un beso enorme.
Intercalar historias suele dar mucho juego, personajes que aparentemente no tienen nada que ver entre ellos (aunque este no sea el caso) y de pronto, todo cambia cuando sus vidas se cruzan. En el caso de tu relato no es así, pero no lo es porque has explicado el ejercicio con anterioridad,... posiblemente si no lo hubieses hecho el texto (sin tocarle absolutamente nada) hubiese ganado en dinamismo. A mi me ha gustado mucho!
ResponderEliminarHola, Norte.
EliminarTienes razón que ese entrecruzamiento entre las vidas de Antonio y Sara ya se intuye por culpa de la introducción que puse al inicio. Pero como estos relatos que cuelgo últimamente son el resultado de un curso y se han convertido en una especie de tertulia de técnicas narrativas tenía que hacerlo así.
Te doy completamente la razón, si saber nada previamente, el texto habría sido más jugoso.
Qué bien que te haya gustado. Como le comento a Rosa, pretendo al escribir contar algo y que se entienda, pero si, además, gusta... ¡guay!
Un beso.
La verdad me ha gustado como has creado un relato con la premisa propuesta por el profesor. Algo dentro de lo cotidiano, que lo hace más creíble. Tienes toda la razón que incluir diálogos lo haría alargarse.
ResponderEliminarTienes voluntad y constancia, deseos de aprender que son cualidades muy necesarias para convertirte en escritora, y no lo digo por decir, Paloma. Es lo que tienen muchos amigos escritores personales. Te deseo ahora y siempre, lo mejor.
Hola, Lola.
EliminarCuando uno tiene ilusión y ganas de aprender la tarea que sea siempre es más agradable de realizar.
Te agradezco infinito los ánimos que me das siempre. Valoro mucho tu criterio, aunque ponerme a escribir algo más largo y publicarlo se me antoja, ahora mismo, una quimera.
De momento, me resulta muy gratificante saber que quienes entendéis de literatura os gusta mi forma de escribir.
Un beso enorme, guapa.
Dichosas reuniones de vecinos, llevo sin asistir a una varios años. Ahora bien, pago y soy limpio, que no es poco. Me ha gustado el relato. La elección de los diálogos lo veo poco factible tal y como lo has planteado, seiscientas palabras no dan para tanto. Me gusta ese toque social, la situación de precariedad de muchos jóvenes, curiosamente los que más se han esforzado y estudiado desde niños, es para pensarlo. Y sobre todo el final, no me lo esperaba. De todos creo que este es el ejercicio que mejor te ha salido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Gerardo.
EliminarRelatar lo cotidiano puede parecer fácil pero, en realidad, es bastante más complicado, porque hay que ser más puntilloso a la hora de reflejarlo. Al menos, a mí me lo ha parecido.
Con los personajes de Antonio y Sara he querido mostrar dos caras de una moneda compleja y variada: el machista insufrible que va a lo suyo y la joven ilusionada a la que la cruda realidad ya le empieza a dar unos cuantos golpes (esperemos que aguante y no la tumbe).
Que pienses que este es el mejor de los ejercicios me anima mucho. Gracias.
Un abrazo.
Aunque es cierto que los diálogos dan más "vidilla" a una historia, en este caso yo también habría recurrido al narrador omnisciente y no solo porque resulta una fórmula más cómoda (al menos para mí) sino por lo que argumentas de la longitud del relato. Por lo menos tu profesor dio por bueno este argumento. No me imagino dos historias contadas en paralelo con diálogos y con un tope de 600 palabras.
ResponderEliminarEl relato en sí es muy bueno y está muy bien desarrollado, describiendo dos temas que dan para mucho, el uno (la reunión de vecinos) daría para cualquier género literario menos el romántico, jeje, y el del despido, que podría dar para todo un relato exclusivamente dedicado a esta problemática. El caso es que, una vez más, has superado la prueba con creces.
El personaje que encarna al presidente de la comunidad me recuerda al señor Cuesta, de la serie televisiva "Aquí no hay quien viva", que se quiere perpetuar en el puesto, pero machista y con mala leche, jajaja.
Un abrazo.
Hola, Josep Mª
EliminarCreo que todos estamos de acuerdo en que los diálogos muestran mejor una escena o un personaje que un narrador, pero a mí se me antoja mucho más difícil y más largo.
La verdad es que del propio Antonio o de Sara se podrían contar muchas más cosas (quizás algún día lo haga) pero cuando se tiene la cortapisa de no exceder una extensión es complicado.
El personaje de Antonio está basado en un vecino mío, del que no he cambiado apenas nada, ni siquiera el nombre.
Un abrazo.
Esta genial tú relato y desde luego puede ser que a lo mejor le hubiera dado mas vida con diálogos pero aún así esta muy bien, y lo mas importante tú profesor te lo ha dado por valido.
ResponderEliminarYo podría escribir un libro con las historias de la Comunidad de Vecinos de mi madre, si yo te contará uf, en fin y era por cierto presidenta, en fin.
Besos.
Hola, Tere.
EliminarCreo que las comunidades de vecinos darían para una serie, de hecho en la tele ya se ha tomado la idea, ja, ja, ja.
Por desgracia, en todas las casas tiene que haber un Antonio tocanarices que siempre están poniendo pegas y montando bronca. Ojalá se pudieran juntar todos en el mismo inmueble y allí se pegaran entre ellos.
Yo he sido presidente de mi comunidad varias veces, y ahora soy vicepresidente. Es un rollo macabeo.
Un besote.
Me ha gustado tu relato, muy entretenido. Esa pega que te puso el profesor suelo verla en muchos relatos (no necesariamente tuyos, pues ahora no me acuerdo) en las que el narrador nos cuenta cómo son los personajes y no deja que el lector lo descubra a través de las escenas en las que se mueven los personajes. Es un defecto que suelo advertir en un montón de cuentos de blogueros (y que, con toda seguridad, yo también he caído en él), como asimismo, el contar en versión rápida (y mareante) todo su pasado; pero, precisamente, ahora, en tu relato, no me cantó mucho esa descripción de caracteres. Como dije, me gustó el relato, me entretuvo y se me hizo corto.
ResponderEliminarUn beso.
Releyendo mi comentario, puntualizo: a mí me parece un defecto si el narrador tiene un peso excesivo y no deja hablar y comportarse a los personajes para que el lector vea por sí mismo cómo son. Me saca del texto y me aburre si el narrador me lo cuenta todo sobre los personajes (esto no ha pasado en este relato). Pero quizá a muchos otros lectores eso no sea un defecto.
EliminarHola, Ángeles.
EliminarSi hay una cosa que no se cansan de repetir en el curso que estoy haciendo es que es mejor mostrar que contar. En lugar de decir "Lucía estaba contenta" es mejor mostrar, mediante actos o diálogos, que Lucía está contenta (va por la calle tarareando una canción, sonríe a la portera, etc.) Pero esta técnica, para mí, además de ser más laboriosa requiere mucha más extensión, algo que es un impedimento cuando te dicen que el texto no puede exceder de un número determinado de palabras. No obstante, tomo nota y procuraré mostrar más que contar, siempre que pueda.
Muchas gracias por tu siempre sincera opinión.
Un besote grande.
Hola, Kirke. A mi me ha encantado tu relato tal como está, para que los diálogos resultasen creíbles y definieran bien a los personajes te hubiera llevado un montón más, no creo que se pueda hacer un ejercicio así si hay que limitarse a tan pocas palabras. Me parece que está muy bien narrado, que dejas al lector conocer a tus personajes incluso presentándolos a través del narrador omniscente.
ResponderEliminarRepito, que me ha encantado. Y coincido contigo en lo que le dices a Gemma, que todas las comunidades son parecidas... o yo también vivo en vuestro mismo edificio :)
Un besote, Kirke
Hola, Chari.
EliminarA mí me parece mucho más elaborado y extenso contar mediante diálogos que mediante un narrador. Pero he leído el comentario de David, más abajo, y él dice que pueden resumir el texto. Supongo que eso lo dice él porque sabe escribir muy bien, ja, ja, ja. Yo, de momento, no lo veo factible.
Como le comentaba a Tere, en todas las casas siempre hay algún vecino que lo único que sabe hacer es incordiar.
Un beso grande, guapa.
Creo que contar dos historias diferentes que se cruzan en unas 600 palabras, es poco menos que imposible. No sé si alguno de los otros alumnos lo consiguió, pero ya digo que lo veo muy difícil.
ResponderEliminarA mí tu relato me ha gustado mucho. Es entretenido, mantiene el interés, nos da una idea clara de cómo son los personajes y de su situación, tiene sus toques de humor, cuenta una historia, o más bien dos, y está muy bien escrito. Me alegro de que en esta ocasión tu profe no te pusiera pegas. Yo ya estaba empezando a tomarle manía jajajaja.
Un beso, Paloma.
Hola, Julia.
EliminarMe alegra saber que he podido presentar a los personajes bien y sin aburrir con tanto texto sin diálogos, eso ya me anima.
Lo de limitar el número de palabras está bien, ayuda a resumir y evitar rodeos innecesarios o descripciones vacías, pero también es un freno en algunas situaciones que requieren de más espacio.
Un beso muy grande.
¡Hola, Paloma! El relato se lee muy bien, das pinceladas sobre la vida de los protagonistas, las historias están bien diferenciadas, párrafo a párrafo la acción avanza... Para mí es un muy buen ejercicio. En cuanto a los diálogos, discrepo. Yo los adoro y nunca me sobran, además de mostrarnos "en directo" al protagonista, precisamente tienen otro efecto que es el contrario a alargarlo: resumen y mucho la caracterización del personaje en apenas dos intervenciones. Ni te imaginas cuántos párrafos he llegado a borrar y sustituir por un par de intervenciones capaces de transmitir lo mismo y de manera más corta. Un fuerte abrazo!!
ResponderEliminarHola, David.
EliminarSupongo que para ti mostrar un personaje a través de un diálogo te supone un ahorro de palabras porque lo sabes hacer muy bien. A mí, ahora mismo, se me antoja que es una manera más larga que una frase cortita (que es lo que me pide el cuerpo cuando describo un personaje).
Por ejemplo, si digo "Antonio era un machista insoportable" es mucho más corto que mostrar a Antonio en una situación frente a una mujer (situación que previamente tendría que presentar o explicar) y luego añadir dos o tres frases entre los que participan en el diálogo para mostrar que es eso, un machista insoportable.
Tendré que seguir practicando, David. De hecho, en el próximo relato que voy a colgar he intentado hacer algo al respecto, se me quedó clavada la espinita, ja, ja, ja.
Un beso grande.
Hola Paloma, gracias por compartir estas entradas aparte de entretenidas las veo muy ilustrativas. El relato me ha introducido de cabeza en las reuniones de mi comunidad jaja, ay la pobre protagonista femenina...sabes, nosotros no tenemos una Marta, pero tenemos una que arrastra una deuda...hasta que al final la paga por orden judicial. Lo hace a menudo paga y deja de pagar hasta que engrosa la deuda. La morosidad para ella es un estilo de vida, bueno hay mucha gente así. Con respecto a lo que comentas de los diálogos, hay que decir que son un arte; yo admiro quien los usa con frecuencia. Dan mucho juego y se cuenta mucho de los personajes, sí, es como dice David, que lo tengo aquí arriba él lo domina muy bien. Y el tamaño del texto otra cosa igual, a veces no sabes como "empaquetar" las palabras. Muy interesante tu texto....y la historia a dos manos. Un beso
ResponderEliminarHola, Eme.
EliminarDominar el diálogo es muy difícil, David lo tiene superado y por eso él sabe sacarle todo el jugo, e incluso resumir el texto. Pero yo no. Si yo añado diálogos la historia me queda más larga, sniff. Como le comento a él, seguiré intentándolo y digo yo que algún día mejoraré.
También he descubierto, a través de este ejercicio, que contar una historia con dos situaciones distintas que se juntan en un momento dado, me ha gustado mucho y es una técnica que nunca había empleado pero que creo utilizaré más veces.
Muchas gracias, guapa, por tan alentadoras palabras. En esto de escribir me queda mucho trecho pero aprendo mucho con vuestras opiniones. Me ayudan un montón.
Un besote.
Un buen ejercicio de confluencia de historias paralelas. Siempre nos quedará la duda sobre si Sara podrá resurgir de las cenizas.
ResponderEliminarBesos.
Hola, Francisco.
EliminarSara es una mujer muy positiva y preparada, estoy segura que sabrá reponerse de esos golpes que la vida le da.
Un beso.
Hola Paloma muy interesante el ejercicio el que compartes con nosotros aunque en este caso quizás hubiera preferido que la introducción estuviera al final porque nos has dado pistas y me han distraído del relato, mientras te leía iba intentando adivinar qué tenían en común los personajes y a mi me hubiera gustado más la sorpresa pero eso es solo por mis preferencias. Por lo demás estoy con David que los diálogos aparte de dar dinamismo describen en un instante al personaje pero también estoy de acuerdo contigo en que resulta muy complicado y que con un texto limitado en extensión es mucho más seguro ir al narrador omniscente.
ResponderEliminarSobre ese contar y mostrar, ufff qué complicado es hacerlo. A mi me lo parece casi tanto como esos diálogos que antes comentaba pero qué a gusto se siente una cuando cuando en un relato consigues hacerlo en algún momento.
Me ha gustado el relato y esas dos historias que nos cuentan los dos protagonistas, me gustan mucho las historias que de repente se entremezclan y las de tipo circular en las que al final acabas entendiendo. Me ha parecido que los protagonistas estaban muy bien dibujados y se podían visualizar perfectamente aunque creo que con Antonio se me ha mezclado con ese tipo odioso de una serie de televisión aunque el de tu comunidad tampoco parece una joyita jajaja.
Decirte que estoy disfrutando con estos ejercicios tuyos y aprendiendo un montón.
Besos
Hola, Conxita.
EliminarYo también aprendo mucho de vosotros, de hecho voy a replantear de otra manera esas introducciones al texto. A Norte también le chafó la lectura del texto que yo explicara previamente en qué consistía. Gracias por tu opinión sincera.
Creo que es la primera vez que yo empleo esta técnica de las historias cruzadas y me ha gustado. Aún me queda mucho para emplearla adecuadamente, pero me gusta esa manera de intercalar dos historias para, al final, coincidir en un momento dado. Aunque creo que hay que tener cuidado con eso de contar dos historias, en principio diferentes, porque pueden despistar demasiado al lector si no ve la relación hasta muy tarde y hacer la lectura aburrida o caótica.
Ay, Conxita, ¡qué difícil es esto de escribir! ¿verdad?
Gracias por tu aportación, es muy enriquecedor este intercambio de impresiones.
Un beso muy grande, guapa.
Siempre, siempre, puede ser peor... Lo bueno es cuando peor están las cosas es más fácil que mejoren!!
ResponderEliminarMe gustan tus historias cruzadas y coincido contigo: los diálogos podrían aportar algo más, pero no son necesarios. No los hemos necesitado para que el presidente de la comunidad nos caiga mal y nos compadezcamos de la pobre becaria.
Un abrazo
Hola, David.
EliminarSi leyendo esta historias has sentido antipatía por Antonio y afinidad con Sara, entonces no puedo decir más que: ¡misión cumplida! Esa era la intención, así que conseguí transmitir lo que quería, y esa es la mayor satisfacción que yo tengo cuando escribo.
Gracias por tu visita, siempre eres bienvenido.
Un abrazo.
A mí también me ha encantado. Se comprende perfectamente, hay toques de humor y alguna que otra cosilla que huele a solapada denuncia. Cuando lo leía pensaba: menos mal que en mi escalera no hay ningún Antonio y, en cuanto a Sara, he estado a punto de ofrecerle mi casa. jajaja. Te felicito. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Ana.
EliminarEs algo complicado contar dos historias cuando se tiene un limitado número de palabras para hacerlo. Me alegra que te gustara, es lo mejor que me pueden decir de mis historias: que gustan.
Por desgracia, yo sí tengo un Antonio así en mi edificio, de hecho se llama igual, para perfilar ese personaje no he tenido que imaginar nada, es real como la vida misma.
Un beso muy grande.