En un rincón,
olvidadas, recuerdan tiempos mejores: imágenes y sonidos que forman parte del
pasado, cadencias melancólicas de las teclas de un piano, compases alegres de
las cuerdas de un violín.
Apartadas,
arrinconadas, inútiles en una caja vieja de cartón, rememoran otro tiempo cuando
vivieron horas intensas, cuando Ella las mimaba, las buscaba con ansiedad para mantener
los pies erguidos en un equilibrio imposible y así, juntas, mecerse al compás
de una melodía: plié, relevé, passé, vuelta, un, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Sobre la
supeficie de raso los desgarros de la tela, como cicatrices de guerra, hablan
de las horas de ensayo, de los giros fallidos, de las caídas. Las suelas
desgastadas muestran los innumerables pasos de baile sobre el parqué.
Hoy abandonadas,
recuerdan el ayer; los ensayos delante del espejo. La mano derecha de Ella aferrada
a la barra, los pies en punta. Plié, jeté, una y otra vez, repitiendo hasta
la extenuación. Practicar para conseguir la ejecución perfecta. “Vamos con el
primer ocho. Empezamos en quinta y terminamos con un demi-plié”. Bajo la atenta mirada de la Profesora, y siguiendo sus
órdenes, los movimientos exactos, precisos, de la coreografía se convierten en
armonía con los pies de Ella. Vocablos en francés a voz en grito son gracilidad
sobre el entarimado, arte en movimiento. “Repetimos a partir del tercer ocho.
Esa barbilla arriba, las manos en sexta. Plié,
relevé, passé, vuelta, un, dos, tres, cuatro, cinco, seis”.
Olvidadas,
recuerdan el nerviosismo que lo impregnaba todo antes de la función. A través del telón llega el murmullo
apagado del público expectante.“¿Estará mamá? Sí, seguro que sí. No puede
faltar”. Las carreras entre bambalinas. “Ese moño más estirado, esas cintas bien
apretadas. Venga niñas, colocaos bien. Tercera posición”. Los acordes de la
orquesta afinando sus instrumentos, el piano, el violín, “Do mayor, iniciamos
la opertura cuando se apaguen las luces. Uno, dos, tres”. Toses en el patio de butacas.
“Atentas a las posiciones, cada una en su marca. Al centro, salid… ¡Ya!”
El cortinaje se
aparta. Los focos cegadores impiden ver qué hay delante. Silencio. Los primeros
acordes comienzan a sonar. Primer ocho, segundo ocho, tercer ocho. Roces de
tul, seda deslizándose por el escenario. Ella girando, saltando, dibujando en
el aire la música. Plié, relevé, passé, vuelta, un, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Aplausos,
ovaciones. La satisfacción del trabajo bien hecho, el resultado de muchas horas
de tesón.
Recuerdan un pasado
que se fue. Tiempos de nostalgia guardados en una caja de cartón.
Ella decidió
buscar otros ritmos, nuevos sones más actuales. El parqué fue sustituido por el
asfalto, el piano por el bombo, Tchaikovsky por Eminem, Viena por el Bronx. Ahora
los movimientos son más bruscos, menos sutiles. Los pies de Ella ya no las
necesitan.
En un rincón,
olvidadas, recuerdan, añoran, perdonan. Esperan y confían.
Esperan que
Ella evoque la cadencia de un adagio,
la energía de los allegro o la
hermosura de un arabesque. Confían
que Ella también recuerde. Entonces volverá a buscarlas para sentir juntas la
emoción de bailar. Al son de acordes armoniosos, saltarán con las teclas de un
piano, vibrarán con las cuerdas de un violín, dibujarán hermosas figuras en el
aire. Y bailarán.
Plié, relevé, passé, vuelta,
un, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Que doloroso es el olvido.
ResponderEliminarMe has hecho recordar a mi abuela paterna que padecía demencia senil y no recordaba nada, o casi nada, porque tenía algún momento de lucidez y además aquella demencia se volvió agresiva y tuvimos que ingresar en una residencia. Un besote
En este caso el olvido no es por ninguna enfermedad, simplemente la dueña de las zapatillas ha cambiado sus gustos y aficiones.
EliminarUn beso.
Un relato precioso, Kirke. Muy bien escrito y que me ha hecho imaginar a esa niña como era en los tiempos del tutú y cómo será ahora en los tiempos del bombo y el asfalto. Muy logrado.
ResponderEliminarAh, y me encantan esos separadores del final, adaptados al contenido de la entrada.
Un beso.
Yo también me imagino muy bien esa niña/adolescente porque está basado el personaje en mi hija. Durante doce años practicó ballet clásico para luego pasarse al hip-hop.
EliminarLos separadores han sido una casualidad, tenía esos dibujos por ahí guardados y cuando escribí esta entrada me acordé de ellos para hacer la firma final.
Un besote.
Hola Paloma, una exquisitez de relato plasmado en elegantes añoranzas de un recuerdo atado a unas zapatillas de ballet. Hay una película de animación francesa llamada Ballerina que sino las has visto, es una buena oportunidad para entender el amor a unas zapatillas de bailar y con ellas, a las ilusiones por cumplir. Un gran abrazo y muy feliz día.
ResponderEliminarMe apunto esa película de la que no tenía ni idea. Hay otra película "Las zapatillas rojas" basada en un cuento de Andersen donde las zapatillas también tienen un papel protagonista aunque algo maquiavélico porque están malditas y dan muy mal rollo; de este cuento/película hay un libreto con música de Emilio Galiacho que es una preciosidad.
EliminarCreo que el mundo del ballet clásico es fuente de mucha inspiración, para historias bonitas y también trágicas.
Gracias por tu visita, Miguel. Un beso y feliz jueves.
Que bonito recuerdo del olvido de unas zapatillas de ballet en un rincón. Lo más preciado es la memoria y a mi cada vez noto que se me está vaciando como a mi madre. Un abrazo
ResponderEliminarEs trágico el olvidar, aunque en este caso el olvido es voluntario pues la dueña de las zapatillas se olvida de ellas en pos de otros gustos musicales.
EliminarUn abrazo.
Qué relato tan bonito y perfectamente narrado. Evocar el pasado casi siempre nos produce nostalgia. Cuando hallamos un objeto que nos acompañó en épocas pretéritas y felices, añoramos aquellos momentos, que quisiéramos recuperar. Pero aquí, las tornas han cambiado, y son esos objetos antaño tan preciados, unas viejas y abandonadas zapatillas de ballet, las que echan de menos a su dueña.
ResponderEliminarHas descrito con muy buena mano cómo el paso del tiempo puede dejar atrás, no solo a personas, sino a otras muchas cosas que llegaron a ser como amigos inseparables y a los que hemos acabado dando la espalda.
Un abrazo.
La bailarina del relato ha crecido, física y emocionalmente, dando lugar a una persona con otros gustos y otras aficiones, aunque puede que en esa evolución haya un regreso a los orígenes (mi hija cambió el ballet clásico por el hip-hop, pero ahora se está planteando volver al ballet).
EliminarPuede que aquello que se amó con pasión no se olvide del todo y, tarde o temprano, se eche de menos y se recuerde para retomar la relación.
Un abrazo, Josep Mª.
Qué buen relato Paloma, me ha encantado.
ResponderEliminarPor un momento pensé en Bécquer; Del rincón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veíase el arpa.
Un relato de diez y como dice Rosa esos separadores de bailarina, qué delicadeza.
Enhorabuena.
Qué honor que mi relato te haya hecho recordar un poema de Bécquer.
EliminarComo le comento a Rosa, el texto está basado en mi hija, en su caso las zapatillas (en realidad se llaman puntas) no están en una caja sino colgadas a modo de trofeo en la pared de su habitación, pero acumulando polvo como el arpa aquella.
Gracias por tu buena valoración, Gemma, un besote muy grande.
A veces los objetos nos llevan a pensar en todo lo vivido con una cierta melancolía o nostalgia por aquellos momentos. Me ha encantado las evocaciones que traían esas puntas y todos los sueños que se habían bailado y después como esos juguetes rotos ahí quedan cuando sus propietarios deciden cambiar de ocupaciones.
ResponderEliminarMe encantaban las puntas de pequeña y bailar con ellas, me siguen pareciendo preciosas cuando las veo igual que los tutús aunque sé también el esfuerzo y sufrimiento (a veces) que hay detrás de ellos, pero mira me fascinan y me encanta la danza clásica.
Muy bonito, lo he leído con una sonrisa.
Besos guapa
Yo nunca practiqué ballet, pero mi hija sí y con ella viví casi todo lo que cuento en el relato. Ahora esas puntas están colgadas de un clavo en la habitación de su propietaria, a modo de recuerdo de épocas pasadas, y siempre que las miro me transmiten una sensación de abandono.
EliminarLa danza clásica es preciosa, dentro de mi ignorancia siempre disfruté al ver la representación de un ballet, más sabiendo cuánto esfuerzo hay detrás de cada movimiento.
Un besote grande, Conxita.
En lo que he leído y en los comentarios he visto reflejada a mi sobri Cris, que también estuvo muchos años practicando ballet y lo cambió por otros tipos de baile.
ResponderEliminarPero cuando uno siente ganas de volver a lo que voluntariamente ha dejado, es porque nunca lo soltó del todo.
Es una disciplina sacrificada pero preciosa, igual que tu entrada.
Un beso muy fuerte.
Desde luego mi hija se está planteando volver a bailar danza clásica. Los ritmos urbanos pueden ser muy modernos y marchosos, pero creo que se convierten en aburridos. Ella nunca olvidó del todo los compases de su infancia y adolescencia, de hecho, cuando bailaba hip-hop el profesor siempre le comentaba que se notaba que había sido bailarina de clásico, por las posturas y el porte, además le resultó muy útil.
EliminarGracias por tus palabras, compañera. (Y, sí, tenemos algo pendiente).
Un besote grande.
Qué relato más bonito, Paloma! Me gusta mucho el ballet, de pequeña hice un par de años, aunque para la protagonista de tu historia en ballet es su gran pasión. Has narrado muy bien el paso del tiempo y la añoranza del pasado.
ResponderEliminarMe ha encantado, te ha quedado un relato muy dulce! un besazo!!
"Ella" practicó ballet clásico desde los cuatro años hasta los dieciséis, toda una vida para una chica joven, así que ese poso que toda relación larga deja yo creo que tendrá efecto y esa pasión volverá a resurgir. Ya veremos.
EliminarUn besote, guapa.
Qué bonito, Paloma, y qué original convertir en protagonistas del relato a unas zapatillas de ballet usadas en mil ensayos y coreografías. Para las zapatillas la danza clásica lo es todo, pero parece que su dueña ha encontrado nuevas formas de expresión con su cuerpo y sus pies. Quizás la juventud sea desagradecida; quizás las zapatillas sean egoistas. ¡Me ha encantado!
ResponderEliminarUn beso enorme y feliz finde.
La juventud quiere experimentar y probar cosas nuevas. Además, muchas veces piensan que todo lo moderno es mejor que lo clásico, por lo de innovador que pueda aportar. Pero también la experiencia enseña con la práctica cómo algunas ideas preconcebidas no son ciertas.
EliminarLas zapatillas de ballet (en realidad se llaman puntas) tienen mucha experiencia y confían en que su dueña recapacite y valore el arte en su justa medida.
Me encanta que te haya encantado.
Un beso grande, Julia. Buen sábado.
Nuestra vida está acompañada de "pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas" como dice Serrat. Me gustan estos relatos evocadores que despiertan los objetos que quedaron como testigos de nuestro pasado. Saludos y buen fin de semana.
ResponderEliminarLos entendidos en la materia dicen que hay muchos elementos con un gran poder evocador. Algunas cosas tienen un simbolismo implícito que ayuda a despertar recuerdos, incluso en forma de sonidos; las zapatillas en concreto pueden traer sones clásicos de un violín o de un piano.
EliminarGracias, por tu visita mariaÉ, un beso.
La verdad Paloma se aprecia una evolución muy marcada en tu escritura de un tiempo a esta parte, supongo que en parte por la influencia de ese curso literario que nos has comentado que estás realizando ¿será este otro ejercicio del mismo? Frases más cortas separadas por alguna más larga de vez en cuando, menos adjetivaciones, y esas repeticiones de palabras que actúan a modo de martillo pilón recordándonos lo trágico del olvido, son las señas de identidad de este relato. Muy bien narrado Paloma. Un abrazo.
ResponderEliminarEste texto también es fruto del taller al que estoy asistiendo. En esta ocasión había que escribir un relato con un protagonista poco habitual, para despertar "el aventurero" que se supone habita en un escritor. Yo me decidí por unas zapatillas de ballet.
EliminarEntre los objetivos que me he propuesto yo misma se encuentra cambiar más de registro, salir de la zona de confort que para mí supone escribir historias de humor/sarcasmo que es donde yo más cómoda me siento, y aventurarme en otro tipo de temas que me cuestan mucho más trabajo escribir. De hecho, este texto me hizo sentir muy insegura, pero me "aventuré" y así quedó.
Tus palabras me animan a seguir por este camino (y a comprobar que quien me regaló el curso no tiró el dinero). Muchísimas gracias, Jorge.
Un beso.
Muy bello tu relato Paloma, me siento un poco Ella, habiendo dejado atrás aficiones, pasiones que un día comenzamos con ilusión y que acabamos por dejarlas a un lado por otras que se impusieron con más fuerza, o por dejadez. En mi caso fue un instrumento que aunque lo conservo dejé de tocarlo, pero bueno quizás lo mismo que el tiempo un día me hizo olvidarlo, un día me anime y vuelva a tocarlo.
ResponderEliminarHermoso relato. Un abrazo.
Toda persona según van pasando los años, evoluciona y en esa evolución los gustos y preferencias cambian. A mí no me parece mal, creo que mantenerse igual a lo largo de los años no es bueno, es señal de estancamiento. Pero también creo que, de vez en cuando, el pasado nos atrae y retomamos antiguas costumbres y usos para así tener una sensación de continuidad.
EliminarEse instrumento, estoy segura, está esperando que lo vuelvas a tocar y retoméis la relación ;)
Muchas gracias por tus palabras. Un besote grande, Mer.
Muy bonito y delicado Paloma, me ha encantado.
ResponderEliminarMe ha recordado a los años de ballet de mi hija, esas zapatillas por un tiempo olvidadas con tantos sueños aparcados, pero ahora ha vuelto a recuperarlas con mucha ilusión. Ha estado algunos años pensando que ya no volverían, pero por fin los estudios le han dejado un espacio para su gran amor.
Enhorabuena, has sabido plasmar el ambiente y las emociones.
Un abrazo grande.
En el caso de tu hija esa espera se vio recompensada con la vuelta de su dueña.
EliminarSé que Ella, la bailarina de este relato está pensando retomar la relación tan estrecha que mantuvo con las zapatillas en el pasado, pero de momento no se materializa por falta de tiempo por culpa de sus estudios. Quién sabe, a lo mejor, al igual que tu hija, pueda encontrar un hueco y regresar a ellas.
Gracias por tu cariñoso comentario.
Un beso, Xux.
Querida Kirke: he tenido la grata sorpresa de redescubrirte y me gustaría mantenerme al tanto de tus cuentos, ¡pero no sé cómo hacerlo!Cómo puedo ser tan torpe con la tecnología que ni un comentario soy capaz de dejarte. En fin, seguiré intentándolo...
ResponderEliminarEstimado inspector, qué alegría saber de usted.
EliminarPuede estar al tanto de este blog de dos maneras. En la columna derecha, al final del todo hay dos 'gadgets', uno para hacerse seguidor del blog y otra para suscribirse al mismo a través del correo electrónico (este gadget ha sido activado hace poco), si elige esta última modalidad recibirá un email cada vez que haya una nueva publicación.
Estaré encantada de ser leída por usted, y si son mis sencillos relatos los que le atraen puede acceder a ellos desde la pestaña que se encuentra en la cabecera.
Un abrazo muy fuerte.
Aquí estoy de nuevo. A la clásica pregunta de si escribir se aprende o es innato, creo que se puede aprender a escribir, pero narrar es algo innato. Es como contar chistes, o se tiene gracia o no se tiene. Y tú tienes un talento innato para narrar. Creo que te lo comenté en el primer relato que te leí. Cuando hablo de narrar me refiero al ritmo, a saber cómo llevar una historia. Escribir es la manera de plasmarla, el estilo.
ResponderEliminarEste es un relato narrado por esas zapatillas humanizadas que abandonadas en un cajón "nos cuentan" la vida de su dueña. Nos habla de la vida, de cómo las etapas se suceden descubriendo nuevos rumbos, pero abandonando los transitados. Impecable.
Por otro lado, destaco muchísimo el trabajo de documentación. O conoces muy bien ese mundillo del ballet o has dedicado tiempo a buscar esas expresiones, ese argot, esa ambientación de los ensayos y de la actuación. Eso realza el relato, le da verosimilitud. Otro diez y otro abrazo.
La documentación me fue suministrada por mi propia hija que practicó ballet clásico desde los cuatro años hasta los dieciséis. Como "madre de la artista" yo también sé un poquito de ese mundillo. Además, el personaje de Ella está basado en mi hija, que abandonó el ballet para bailar hip-hop.
EliminarMuchas gracias, David, por la lectura y las palabras que dedicas a estas letras. ¡Cómo no voy a seguir escribiendo con apoyos como el tuyo!
Un beso muy grande.
Qué envidia. Ahora estoy yo asustado esperando no ser olvidado.
ResponderEliminarHe soñado con mi guitarra mil veces y sé que me espera. Lo malo será cuando no recuerde que me espera... aunque le cante a veces... se me olvidó que te olvidé porque se me olvide cantar.
Tu guitarra y tú no creo que nunca os olvidéis mutuamente, lleváis muchos años juntas y tú has sido fiel a ella siempre.
EliminarUn abrazo.